Hace poco menos de dos años, en Londres, no se podía caminar dos pasos sin encontrarse con la portada de La chica del tren: en paraderos, en vitrinas de librerías, en los pasillos del metro, y en las manos de cientos de pasajeros trasladándose en las redes de transporte de la ciudad. El libro debut de Paula Hawkins se convirtió en un éxito instantáneo en Gran Bretaña, quedándose en el primer lugar de los más vendidos por 20 semanas; primera vez que un título lograba la hazaña. Una vez lanzado al otro lado del Atlántico, el fenómeno fue el mismo, arrasando con ventas. Hoy, ha vendido más de 12 millones de copias en el mundo (incluido Chile).
Por esa rapidez para convertirse en éxito, es que Hollywood actuó con inmediatez, y en menos de dos años también tenía lista la adaptación cinematográfica con una estrella de protagonista, Emily Blunt, y un director aplaudido, Tate Tylor.
La historia, en pantalla y en papel, tiene tres voces femeninas contando una historia: está Rachel (Blunt), quien es divorciada, alcohólica y está totalmente deprimida. Luego está Anna, quien era la amante de su marido y hoy está casada con él, y tiene una hija. Por último habla la niñera de esta última, la joven Megan, a quien Rachel, sin saberlo, ve todos los días desde el tren que toma para ir a la ciudad, y envidia porque de lejos, se ve como si tuviera la vida perfecta. La cosa se complica cuando Megan desaparece, y Rachel, marcada por sus comportamientos erráticos, pareciera estar involucrada.
La adaptación fílmica traslada la historia de Londres a Nueva York, perdiendo algo de la idiosincrasia de la novela en el proceso. Otra crítica que se ha hecho a la película es que aunque Emily Blunt sostiene la cinta con una estupenda actuación de mujer vencida por la pena y el alcohol, es en realidad una versión mucho más linda que la de la protagonista del libro. Y tal como le pasó a la novela, las comparaciones con el otro thriller de múltiples perspectivas y una mujer ausente, Perdida, son inevitables, lo mismo con esa adaptación al cine por David Fincher y que le valió a Rosamund Pike una nominación al Oscar.
La crítica no se entusiasmó con la película de Tylor, que aunque cambia un par de aspectos de la trama, debería no sorprender a quienes leyeron el libro, pero sí entretener bastante a quienes no lo hayan hecho. El público eso sí, ha corrido a verla, tan rápido como para leerla: la película ya fue estrenada en varios territorios y partiendo de un presupuesto de $45 millones de dólares, ya ha recaudado más de $120 millones de dólares.