Antes, debajo de cada piedra en Chile había un poeta. Ahora, también hay un editor. El boom fue hace cuatro o cinco años y despegó en 2009, bajo el pulso artesanal de La Furia del Libro, un encuentro de pequeñas editoriales que se organizaron hasta levantar todo un movimiento. Ya no son moda, son parte del paisaje de la escena cultural chilena: publican libros que ganan premios, a veces consiguen bestsellers, tienen sus propias distribuidoras y hacen negocios en ferias del tamaño de Guadalajara y Frankfurt. Y hasta el domingo están en vitrina: 65 editoriales chilenas están en el Parque Balmaceda, en la 2ª Primavera del Libro.
"Hay una verdadera explosión de editores pequeños, que dan cuenta de una diversidad cultural que no estaba expresada", dice Marisol Vera, que lleva 30 años con el sello Cuarto Propio. Viene llegando de la Feria de Frank-furt, donde la Asociación de Editores de Chile tuvo un stand. Allá también estaba, invitada por el evento, Amanuta, editorial infantil muy paradigmática de la nueva camada.
Lejos de los afanes comerciales que guían a multinacionales como Planeta, Random House Mondadori o Alfaguara, los nuevos sellos son los hermanos menores de LOM, Cuarto Propio o Catalonia, publican tiradas que a veces no superan las 500 copias, funcionan con los dineros justos y apuestan por catálogos de cuidadas miradas personales: mientras Hueders crea un universo propio con títulos de Roberto Merino, Rafael Gumucio, Germán Marín y Marcelo Mellado, editoriales como Sangría, Das Kapital, Libros Qué Leo, Tácitas o La Calabaza del Diablo salen a descubrir el futuro de la poesía, narrativa y ensayo chileno.
A veces les va bien: además de recibir el Premio de la Crítica de este año, la novela La filial, de Matías Celedón, publicado por Alquimia, ganó el premio de la Municipalidad de Santiago. En los galardones del Consejo de Libro tampoco les fue mal: en la categoría cuento se premió a Qué sabe Peter Holder de amor, de Vladimir Rivera, del sello Chancacazo; mientras Sergio Rojas ganó en el género de ensayo con El arte agotado, de Sangría. Para bestsellers está Ceibo Ediciones: sus libros de Javier Rebolledo, La danza de los cuervos y El despertar de los cuervos, llevan meses entre los más vendidos.
"Hay un despertar en la edición. La gente que está haciendo literatura, especialmente los jóvenes, quieren ser parte de los catálogos de estos nuevos sellos, que tiene una ideología", dice Galo Ghigliotto, editor de Cuneta. Habla desde dentro de este despertar: motor de La Furia del Libro, estuvo en las últimas ediciones de la Feria de Guadalajara y Liber en Madrid. En ambas, Chile era el país invitado: con apoyo del Estado, Ghigliotto y una decena de otros pequeños sellos chilenos negociaron en las grandes ligas.
Mercado parece no faltar, mientras en las universidades de Chile, Diego Portales y la Usach tienen diplomados para formar editores, desde hace casi un año, La Komuna se dedica a distribuir exclusivamente a estas nuevas editoriales. "Vimos que no tenían buena gestión. Y nosotros queremos apoyar un movimiento que tiene mucho que entregar", dice Ingrid Moreno.
Terminada la Primavera del Libro, los pequeños editores se verán nuevamente las caras en la Feria del Libro de Santiago la próxima semana, donde tendrán un pabellón únicamente para ellos. Espacios hay cada vez más. Ya llegan los lectores.