Ubicada a 10 kilómetros del centro de Antofagasta, Segunda Región, a La Chimba se llega a través de la Costanera Norte, en dirección a lo que los lugareños denominan el "barrio industrial". Una vez allí, el paisaje oscila entre cerro y mar; entre perros abandonados, viviendas improvisadas y el olor que emana desde el vertedero municipal. Se trata de uno de los campamentos con pobreza más extrema del norte del país, en el cual viven poco más de mil personas. Este es el lugar que, a partir de enero próximo, recibirá al sacerdote Felipe Berríos.
"Creo que es muy positiva (su llegada), ojalá sirva para que nos unamos", comenta Edith Pérez, residente del sector desde hace tres años. Ella es boliviana, llegó a Chile hace 10, tiene cuatro hijos y cuenta que en esta población hay cerca de 150 inmigrantes, casi todos peruanos, paraguayos y colombianos. Ellos se ubican en la parte nororiente.
"Acá se ve delincuencia, droga, además, el agua no nos llega desde hace tres meses", dice Juvenal Araya, un joven que habla con la voz baja, mientras una ráfaga de viento levanta polvo. Se limpia la cara y cuenta que desde hace 19 años que vive en el campamento. Cree que la llegada de Berríos "ayudará, pero no lo suficiente".
A su lado deambulan perros sin dueño, compañeros habituales de los visitantes y uno de los rasgos que identifica a esta zona.
Nelson Díaz es conductor de micro de la Línea 111, TransAntofagasta. "Igual, ese lado es un poco arriesgado para ir, pero también tiene muy buenas personas, muy esforzadas, de trabajo", cuenta.
Carlos Rivera almuerza con su familia y se asoma a la calle evitando entregar mucha información de su casa y su familia. El expresa de inmediato su alegría con la llegada del jesuita. "Yo soy evangélico, pero creo que todos son bienvenidos si quieren venir a ayudar y aportar", comenta, mientras saluda a su hijo que viene llegando. El joven es su orgullo: trabaja en una organización para rehabilitar personas sumidas en el alcohol.
DEL CONGO A LA PERLA
Este miércoles reciente, a través de un comunicado de prensa, la Compañía de Jesús informó que el presbítero Berríos fue destinado a vivir y trabajar en este campamento, y que quedará dependiente de la comunidad jesuita del Colegio San Luis de Antofagasta. Además, el documento destacó que esta destinación "ha sido propuesta por el padre Berríos" y agregó que el religioso cuenta con "el beneplácito" del arzobispo de la diócesis, Pablo Lizama.
Esta determinación se hizo pública la misma semana en que se conoció que la Congregación para la Doctrina de la Fe, del Vaticano, a través del nuncio apostólico Ivo Scapolo, está analizando algunas declaraciones del propio Berríos y de los sacerdotes José Aldunate y Mariano Puga, quienes, supuestamente, habrían planteado discrepancias con la postura oficial de la Iglesia sobre ciertos temas, entre ellos el divorcio y la reforma educacional.
En La Chimba, ese tipo de debate pareciera estar lejos. Una cancha de fútbol de tierra y un pequeño santuario son el límite del campamento. Allí vive Cristina, quien, por razones de seguridad, declinó entregar su apellido: "No veo las noticias y no lo conozco (a Berríos), pero, por lo que dicen, parece que es una buena persona, ojalá que nos pueda ayudar".
Para el jesuita, en todo caso, las condiciones adversas no son extrañas. En junio pasado regresó al país, tras vivir cuatro años como misionero en Africa, dos en Burundi y dos en la República del Congo, junto al Servicio Jesuita de Refugiados de Grandes Lagos.
Según comentó la alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo, la noticia de su arribo es esperanzadora. "La llegada del padre Felipe Berríos será un gran aporte para trabajar y avanzar en nuestros problemas sociales, del sector norte de nuestra comuna. Espero que pronto podamos concretar una reunión para comenzar a trabajar en conjunto".