Durante un viaje a Guatemala el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake, recorría un hogar de menores. En una habitación una guagua que estaba sola en una cuna comenzó a llorar, así que él se acercó y la tomó en brazos. La guagua se quedó callada inmediatamente, pero cuando Lake la dejó nuevamente en la cuna volvió a llorar. La escena se repitió tres veces. La lógica era evidente: ese bebé estaba clamando por interacción y cariño, pero no lo estaba recibiendo. "En lo personal, y como política institucional, estamos en contra de la institucionalización porque es casi imposible proveer en un lugar así el estímulo que da una familia", explica Lake.
Tras la Segunda Guerra Mundial –la que dejó una gran cantidad de niños huérfanos– la ciencia empezó a acumular cada vez más evidencias de los efectos nocivos que tiene la institucionalización en los niños. Sobre todo en lo que se refiere a la primera etapa de la vida, los expertos han acuñado el concepto de "estrés tóxico" para explicar los daños que producen diversas experiencias adversas –violencia, falta de cuidado, pobreza, etc.– en el desarrollo del cerebro durante un período crítico de la vida (ver infografía en página 5). Para la generación de las conexiones neuronales que los seres humanos necesitamos, hay un aspecto clave del que los más pequeños alejados de sus familias están careciendo: un vínculo.
Primero los adultos
"Una guagua nace con una ansiedad básica y no es capaz de autorregularse. Por eso es vital que establezca un vínculo con un adulto que le demuestre que es importante para él y pueda responder sensiblemente a sus necesidades, haciéndole sentir que el mundo es un lugar seguro", dice Javiera Navarro, sicóloga, académica de la U. Alberto Hurtado (UAH) y editora del libro Vínculos tempranos. Transformaciones al inicio de la vida.
Para que los adultos significativos en la vida de un niño (sean los padres u otras figuras de apego) realicen esta tarea exitosamente, debe haber una red extensa de apoyo, sobre todo en el caso de las familias que ya están sobrepasadas por factores estructurales y sociales profundos. El mayor predictor de cómo va a comportarse un padre está en su propia crianza, agrega la sicóloga, y por eso es tanto o más importante que la prevención y trabajo sicoterapéutico se enfoque en los mayores que rodean a esos niños.
Cuando los padres no son capaces de hacer esta tarea y las intervenciones ambulatorias y comunitarias no son suficientes, los expertos concuerdan en que antes de la institucionalización, que sería siempre el último recurso (y ojalá no una opción), se debe acudir a figuras como la familia extendida (tíos, abuelos, etc.) y las familias temporales. Sin embargo, los expertos explican que no cualquier grupo puede ser una familia de acogida: "Necesitamos super educadores, o como se les ha llamado en Francia, tutores de resiliencia", dice Pía Santelices, subdirectora del Instituto Milenio de Depresión y Personalidad (Midap) y miembro del Centro de la Primera Infancia UC.
"Hay que invertir en familias sustitutas muy preparadas que puedan asumir ese riesgo vincular", dice Francisca Pérez, profesora de Sicología de la UAH. Considerando que ese niño puede volver a su familia de origen si se resuelven los problemas, o ser adoptado, hay que hacer un manejo importantísimo al momento de la separación, para que esta no sea traumática y el mayor impacto lo asuma el adulto. Un costo que bien conoce Soledad Balut (42), voluntaria de figura de apego que colaboró en la Fundación San José, una de las cuatro organizaciones privadas a las que el Sename permite dar niños en adopción. Desde que ingresó su trabajo consistía, según una guía que le entregaron ahí, en "apoyar a los niños con necesidades emocionales y de desarrollo más especial".
Así fue como Balut creó apego con una menor que inicialmente tenía tres meses, pero las monitoras cuestionaron su labor y se encontró con comentarios como "no la regalonee tanto porque después se porta mal y sólo quiere estar en brazos", relata. "No sé qué tanto se puede malcriar a un niño institucionalizado, pero me decían que con hacerle cariño la estaba dañando", agrega. Un día, mientras Soledad tenía en brazos a la menor, una de las directoras de la fundación le avisó que se acababan las figuras de apego porque las monitoras se iban a encargar de esa labor. En esa ocasión, Soledad tuvo 15 minutos a solas para despedirse o hacer un "desapego" con la menor con la que había creado un vínculo por más de un año. "Nosotras nos vamos a dejar de ver, no porque yo no te quiera, sino porque las reglas han cambiado. Eres lo más maravilloso que he conocido y tienes que estar tranquila porque todo va a salir bien", recuerda Balut sobre lo que le dijo en su despedida.
-¿Te hubiese gustado tener una separación más calmada?
-Sí, siento que todo fue muy abrupto. El único recuerdo físico que tengo de ella es su zapatilla.
El desafío de las adopciones
Si las exigencias debieran ser altas con las familias temporales, para los adultos que buscan adoptar deberían ser aún mayores. "Hay que cumplir muchos más requisitos. El tema de la adopción siempre va a ser complejo, tanto para la familia que deja el niño como para quien la adopta, y ahí faltan espacios para apoyar a esos padres", afirma la sicóloga Francisca Pérez, quien agrega que más de una vez ha recibido a familias que esperaron años para poder adoptar y que le dicen que "quieren devolver el niño al Sename".
Cuando el carabinero José Luis Paredes quiso adoptar a la pequeña Montserrat (7), a quien su pareja había llevado a su hogar como familia de acogida, chocó con una pared que no entendía. Su caso se hizo mediático en 2013 porque cuando el Sename quiso quitarle a la niña para darla en adopción, él escapó con ella. "Durante seis años estuve peleando para adoptarla, pero muchas veces el proceso se pausaba porque cada seis meses aparecía algún familiar que intentaba tenerla pero después desistía", cuenta hoy Paredes.
Ese camino interrumpido que vivió Montserrat con su familia biológica es el problema al que se enfrentan muchos niños que están en proceso de susceptibilidad de adopción. Según la ley, los Tribunales de Familia sólo deben buscar a los padres biológicos del menor antes de declararlos susceptibles de adopción, pero lo que en realidad sucede es que estos buscan hacer valer el derecho de los niños a vivir con sus familias biológicas, por lo que se realiza una búsqueda de redes de familiares extendida, donde se contacta a la mayor cantidad de parientes posibles, para citarlos y generarles un vínculo con ese menor. Ese proceso puede extenderse entre tres a seis meses por cada familiar contactado, donde la mayoría de las veces este familiar se arrepiente o se niega a la adopción, rompiendo el vínculo y el apego generado inicialmente con cada familiar, lo que extiende la estancia de los niños con sus familias guardadoras o en hogares.
Cambiar el paradigma
En 1990, Chile ratificó la convención de Naciones Unidas sobre los derechos del niño y, sin embargo, hay consenso en que hasta hoy el país no ha sido capaz de cumplir con los estándares de esta declaración. Desde el gobierno afirman que los proyectos de ley que están en trámite en el Congreso, en particular el sistema de garantías de los derechos de la niñez, la defensoría de la niñez y la Subsecretaría de la Niñez, darán un paso vital para avanzar en esa dirección.
"Hoy existe una política pública que interviene sobre los niños cuando han sido vulnerados, pero no existe una política universal que parta de la premisa de que lo que se requiere es prevención, promoción y al final promoción", dice el ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza, cuya cartera se haría cargo de la Subsecretaría de la Niñez. "Requerimos que el Estado tenga la capacidad para intervenir oportunamente en una vulneración temprana para que ese niño no entre a un circuito judicial", agrega.
Uno de los desafíos que presenta esta reforma sistémica es su universalidad y el temor de los altos costos que puede conllevar. Sin embargo, las experiencias en otros países demuestran que la relación costo-efectividad sí valdría cada peso invertido. "Hasta ahora todos los llamados avances han sido parciales porque fortalecen la atomización de la política pública de infancia en Chile. Si vamos a hablar de garantizar los derechos de todos los niños, tienen que ser realmente todos. De no ser así, se sigue fortaleciendo una de las falencias más importantes del sistema, que es su falta de integralidad", dice Pamela Soto, sicóloga y académica de la Universidad Andrés Bello.
El programa Chile Crece Contigo (ChCC), por ejemplo, ha sido catalogado como una de las políticas de infancia más exitosas en décadas, sin embargo, recién este año su cobertura se extenderá hasta los nueve años de edad. "¿Qué pasa después? Se acaba el sistema de protección. El ChCC tiene que ser hasta los 18 años", agrega Ana María Farías, doctora en Ciencias Políticas y docente de la UAH.
Quienes trabajan en el tema de la infancia saben que hay mucho en juego. No reformar el actual sistema podría tener consecuencias nefastas para la sociedad. Como explica el doctor Nathan Fox, codirector del Consejo Científico Nacional para el Desarrollo del Niño, en Estados Unidos, la prevención de la violencia, la delincuencia y los problemas de drogas comienzan en los primeros años de vida. "Relaciones tempranas amorosas y enfocadas en las necesidades del niño forman la base para todas las relaciones posteriores y sientan las bases para el desarrollo saludable del cerebro", explica.
James Leckman, profesor del Centro de Estudios del Niño de la Universidad de Yale, agrega que el 43% de los niños menores de 5 años de edad en los países de ingresos bajos y medios corren un alto riesgo de desarrollo y probablemente renuncien a una cuarta parte de sus ingresos anuales como adultos. Esto redundaría en menores beneficios para el país que pueden equivaler a dos veces el producto interno bruto que se gasta en salud, acota. "Las sociedades de todo el mundo pagan un alto precio al no proteger a los niños y promover el desarrollo de la primera infancia", concluye.
Chile Crece Contigo:
La política exitosa
En septiembre de este año se cumplen 10 años de Chile Crece Contigo, un programa multisectorial del Ministerio de Desarrollo Social que acompaña y apoya a los niños (y sus familias) desde la gestación y que en 2017 extenderá su cobertura hasta los nueve años. Paula Bedregal, jefa del Departamento de Salud Pública de la UC, integró la comisión que creó el programa y ha seguido su evolución: "Desde el ajuar para recién nacidos a los talleres de apoyo sicosocial y de apoyo al aprendizaje integral encontramos que los niños intervenidos muestran mejor desempeño en varias áreas de su desarrollo", explica. Esta iniciativa ha sido replicada en otros países, como el "Uruguay crece contigo" y "De Cero a Siempre", en Colombia. La presidenta Bachelet recibió a principios de mes un premio de Unicef por su compromiso con la primera infancia en Chile a través de este tipo de programas.
¿Cuánto cuesta?
En países como Bulgaria, que vive una desinstitucionalización masiva, otras intervenciones han demostrado ser mucho más efectivas sin aumentar tanto los costos. Mientras que anualmente por niño en los programas comunitarios se gasta alrededor de 3,8 millones de pesos, en las familias de acogida y las instituciones el valor rondea los 2,7 millones, casi lo mismo que se gasta hoy en Chile. Además, las tasas de retorno de las intervenciones tempranas exitosas pueden ser muy altas, explica Flávio Cunha, profesor de la Universidad de Rice (USA): "Por cada dólar que se invierte, este se traduce en trece dólares que se ahorran en el futuro". Cerca del 50% por ciento de esos ahorros se debe a la reducción de la delincuencia, no sólo durante la adolescencia sino también en la edad adulta.