La compleja historia de la familia humana
La extensa zona que circunda al río Awash, ubicada al noreste de la capital de Etiopía, Adis Ababa, es hoy un territorio inhóspito azotado por el calor extremo, inundaciones repentinas y ocasionales enfrentamientos entre grupos étnicos rivales. Cuesta imaginar que fue esta misma región la que, desde hace al menos seis millones de años, comenzó a protagonizar uno de los experimentos evolutivos más importantes que haya registrado nuestro planeta, uno que condujo a la aparición del hombre moderno sobre la Tierra.
Eran los albores de la humanidad y el paisaje distaba mucho de parecerse al actual en esta zona africana que comprende las regiones de Hadar y Afar, dentro de lo que hoy se conoce como el Valle del Rift: el clima entonces era más frío, húmedo y fértil, con abundantes bosques y manantiales. Los antecesores del homo sapiens -nuestra especie- comenzaron a dar sus primeros pasos allí, tras separarse de un ancestro común que habría dado origen al hombre y los chimpancés.
Aunque dicho ancestro hasta ahora no ha podido ser hallado, una nueva investigación dada a conocer la semana pasada, que fue llevada a cabo durante 17 años por un equipo internacional de científicos pertenecientes a 10 países, permitió reconstruir con mayor exactitud los primeros pasos evolutivos que dieron nuestros antepasados tras separarse de aquel ancestro que compartió con los chimpancés.
El estudio desmiente una serie de teorías hasta ahora consideradas válidas. El hombre, definitivamente, no desciende del mono; la capacidad para caminar erguidos no fue el resultado de un cambio climático que lo obligó a adaptarse a un entorno con menos árboles; y el desarrollo de cerebros de mayor tamaño tampoco gatilló la evolución: fue el bipedalismo.
De allí en adelante se desató un complejo puzzle evolutivo cuyas piezas corresponden a una decena de especies de homínidos (termino con el que se designa a los humanos y sus ancestros) que poblaron la Tierra en oleadas sucesivas. Muchas de estas especies coexistieron durante millones de años, como un árbol cuyas ramas viejas se extinguían mientras otras nuevas y más fornidas aparecían.
Y aunque la mayoría de estas especies no llegó a ostentar una gran inteligencia, una de ellas, el hombre, desarrolló cerebros más grandes y complejos, inventó la rueda, el arte, las civilizaciones, viajó a la Luna, creó internet y los teléfonos celulares. Todo esto requirió de un largo camino evolutivo durante el cual el ser humano moderno llegó, incluso, a convivir con una de estas especies homínidas, el hombre de Neanderthal, que desapareció hace unos 30 mil años (ver infografía). ¿Cómo encajan todas estas piezas en el imbricado árbol de nuestra evolución?
LOS PRIMEROS PASOS
Según los antropólogos una de las primeras claves que habría desatado la cadena de eventos evolutivos que condujo a la aparición del hombre fue el desarrollo de la capacidad para caminar erguidos. Los últimos hallazgos indican que los primeros antecesores del hombre moderno pudieron haber dado sus primeros pasos hace unos siete millones de años. Hasta ahora, la evidencia más antigua de esta capacidad, llamada bipedalismo, databa de 3,2 millones. Fue obtenida a partir del análisis del fósil de Lucy, un ejemplar de la especie Australopithecus afarensis que fue descubierta en 1974 en la región etíope de Hadar.
La investigación revelada la semana pasada y que fue publicada en Revista Science, dice que esta capacidad habría emergido, al menos, hace 4,4 millones de años. Este estudio, considerado como uno de los más importantes realizados a la fecha sobre la evolución humana, reveló la existencia de un antecesor directo del hombre moderno cuya data es un millón de años más antigua que Lucy, cuya especie que hasta ahora ocupaba ese sitial.
Nuestro nuevo pariente, confirmado por la ciencia, fue bautizado Ardi y pertenece a la especie Ardipithecus Ramidus. Se trata de una hembra que pesaba 50 kilos y medía 1 metro 20 cms, cuyos restos fueron hallados en 1992 en la región etíope de Afar. Según Tim White, líder de la investigación, el Ardipithecus" no es un chimpancé. Tampoco es un ser humano. Es lo que nosotros solíamos ser", dijo el científico a Discovery Networks, que mañana estrena un especial sobre la investigación llamado "Ardi al Descubierto".
David Pilbeam, profesor de Evolución Humana de la Universidad de Harvard (EE.UU.) que no participó del estudio, dice a La Tercera que a partir de estos hallazgos se puede inferir que el bipedalismo surgió incluso antes. Esto, asegura el científico, porque la anatomía del Ardipithecus lo acerca a otros homínidos anteriores que no han podido ser estudiados en profundidad debido a la ausencia de fósiles, como el Orrorin turgensis (6 millones de años) y el llamado Toumai (el Sahelantropus, con 7 millones de años de antigüedad y descubierto en Chad). "Las características del cráneo, en particular las de la base, indicarían que todas estas especies eran bípedas", dice Pilbeam.
CAMINO AL HOMO SAPIENS
Así, el Ardipitecus pudo haber heredado la capacidad de caminar erguido a partir de estas tempranas especies, sin embargo la falta de registros fósiles -sólo se han hallado unos pocos cráneos y huesos- impide todavía poder confirmar esta teoría. Lo que si parece claro, asegura Pilbeam, es que la especie a la que pertenece Ardi "sería antecesora de Australopithecus como Lucy". Ambas especies comparten rasgos fundamentales con el ser humano moderno que no son exhibidas por gorilas y chimpancés: la capacidad de caminar erguidos y la estructura dental.
Tras estos primeros seres bípedos, el otro gran hito de nuestra evolución sería entonces el surgimiento del Australopithecus. Con Lucy los homínidos perfeccionaron su bipedalismo y comenzaron a presentar una dentadura más parecida a la del hombre que a los grandes simios, aunque su cuerpo y cráneo eran considerablemente más pequeños que los del Homo Sapiens. Este descubrimiento revolucionó el entendimiento de la evolución humana, ya que hasta ese momento se pensaba que había sido el incremento de tamaño en el cerebro el que había conducido la evolución de nuestro genero. El cerebro de Lucy era casi un tercio más pequeño que el nuestro, lo que confirmaba que la capacidad bípeda fue nuestro primer hito evolutivo.
El siguiente hito lo marca la aparición del Homo Habilis, hace unos dos millones de años. Este ejemplar es considerado ya no un ancestro, sino el primer miembro conocido de nuestra especie. Sus restos fueron hallados en Tanzania y el Este de Africa entre 1962 y 1964, pero era de tamaño pequeño y, sus brazos, desproporcionadamente largos en comparación a su cuerpo. En cuantos al cerebro, este era más grande que el del Australopithecus llegando a la mitad del tamaño que ostenta un hombre moderno. Además, tenía la capacidad de desarrollar herramientas de piedra y huesos (de ahí el apelativo "habilis").
Fue a partir de esta especie que los homínidos comenzaron a diversificarse en otras subespecies, todas actualmente extintas. Se cree que algunas pudieron ser ancestros directos del hombre moderno, pero la mayoría habría sido una suerte de "primos". Lamentablemente, la escasez de registros fósiles impide conocer a ciencia cierta qué linaje conduce a la descendencia de una u otra especie. Todavía se discute, por ejemplo, si algunos homínidos como el Homo rudolfensis habrían sido en realidad subespecies del Homo habilis.
Luego vendría el Homo erectus, que apareció hace un millón 800 mil años y, a su vez, marcó varios hitos: fue el primero en abandonar Africa para esparcirse por el mundo (sus restos fueron hallados por primera vez en 1891 en la isla de Java, Indonesia) y habría sido uno de los primeros en ocupar el fuego para cocinar. También fueron los primeros en caminar erguidos, como el ser humano moderno.
En su deambular por el mundo el Homo erectus habría dado origen a nuevas especies y subespecies. Una de ellas fue el Homo heidelbergensis, que habría dado paso al Hombre de Neanderthal. Este último evolucionó en Europa y es el único homínido que co existió con el ser humano moderno. Desapareció por causas desconocidas hace unos 30 mil años, aunque se cree que fue la competencia por recursos con el Homo sapiens que lo pudo llevarlo a la extinción.
Mientras todo esto ocurría en Europa, en Africa se forjaba una nueva especie que lo cambiaría todo. Apareció hace apenas 250 mil años y, en una segunda oleada migratoria, esta subespecie del género homo abandonaría también Africa, poblaría los cinco continentes y se transformaría en el ser dominante en todo el mundo: el Homo Sapiens. Fue el único superviviente de una familia que tardó más de seis millones de años en engendrar su linaje.
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