La carrera de Rex Tillerson al frente del Departamento de Estado parece tener los días contados. Fuentes de la Casa Blanca admitieron hoy a varios medios estadounidenses que se está discutiendo un plan de relevo para el jefe de la diplomacia, que lleva meses en la cuerda floja por los frecuentes desencuentros con Donald Trump.
El diario The New York Times reveló que se había decidido la sustitución de Tillerson por el actual director de la CIA, Mike Pompeo, en un plazo de semanas. Oficialmente, lejos del espaldarazo, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, se limitó a señalar que Tillerson "sigue en su puesto" y que "no hay anuncio de personal en este momento".
El episodio confirma el clima de crisis en el que trabaja el otrora titular del gigante petrolero Exxon Mobile. Pese a ser anunciado en su día como un fichaje brillante, Tillerson nunca ha tenido química con Trump, los rumores de sus enfrentamientos son constantes y en el pasado ha tenido que salir a desmentir su dimisión, que hace unas semanas ya se daba por probable. El llamado Rexit -una versión de Brexit a juego con el nombre de pila, Rex- está ahora más cerca.
El jefe del gabinete de Trump, el general John Kelly, está trabajando en el plan de transición, según apuntan las fuentes de la administración Trump citadas por el Times, y Pompeo será sustituido al frente de la CIA por el senador republicano Tom Cotton, de Arkansas, quien ya asesora al Presidente en asuntos de seguridad.
La embajadora de EE.UU. ante la ONU, Nikki Haley, también sonó en su día como posible relevo para Tillerson, habida cuenta de cuánto su figura eclipsaba al Secretario de Estado y que la dureza de sus mensajes se alineaba mejor con la Casa Blanca. No se sabe si el Presidente dio luz verde al plan. Cuando en la mañana de hoy le preguntaron a Trump si quería que Tillerson siguiera en su puesto, el mandatario se limitó a responder: "Está aquí. Rex está aquí".
Trump, dicen las fuentes, se cansó de Tillerson. Y en el propio Departamento de Estado, con constantes salidas de profesionales y artículos que hablan sobre el mal ambiente, tampoco es muy querido. Tillerson ocupa uno de los puestos más complicados de la administración de Trump, la de la diplomacia exterior, esa que el nuevo Presidente ha decidido revolucionar sin buscar la complicidad de los expertos del Departamento de Estado o de los países tradicionalmente aliados de Estados Unidos.
El secretario de Estado está pilotando esas relaciones, además, en un contexto arisco: con el presupuesto de su Departamento recortado gravemente y en medio de claras divergencias con su Presidente. Las discrepancias han sido públicas, de fondo y de forma: trató de que Trump no rompiera el acuerdo nuclear con Irán, siempre pone la vía política por delante en el conflicto con Corea del Norte y han tenido diferencias públicas en otras cuestiones como las sanciones a Qatar por parte de Arabia Saudita.