El 23 de marzo pasado, un día después de que Khalid Masood sembrara el pánico en Londres, luego de arrollar y dar muerte a cuatro peatones y acuchillar a un policía en el puente de Westminster, antes de ser abatido, el experto español en terrorismo David de Caixal advertía en una entrevista con La Tercera que "en los próximos meses veremos atentados muy similares y con este nuevo modus operandi". En efecto, pasaron solo dos meses hasta que el ataque suicida de Salman Abedi cobró la vida de otras 22 personas -en su mayoría jóvenes y niños- en el Manchester Arena, al término de un recital de Ariana Grande. Saldo mortal al que se sumaron siete personas más el sábado de la semana pasada, después de que otros tres yihadistas atropellaran y apuñalaran a transeúntes en el puente de Londres y en Borough Market.

Aunque tras estos últimos incidentes la primera ministra británica, Theresa May, anunció un duro plan antiterrorista, argumentando que era "momento de decir que ya basta", el director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, Fernando Reinares, aseguró en una columna publicada en el diario El País que los últimos incidentes terroristas en Londres no eran "imprevistos ni incomprensibles".

Reinares basó su categórico juicio en el hecho de que Reino Unido, en su opinión, se cuenta entre los países donde la "movilización yihadista ha alcanzado niveles más elevados" y donde los servicios policiales y de inteligencia se encuentran "literalmente desbordados, incapaces" de llevar a cabo un seguimiento preventivo de cada sospechoso de terrorismo.

Sólo en Reino Unido, "los servicios de inteligencia estiman que hay alrededor de 400 ciudadanos británicos que están con o han regresado del Estado Islámico, sumado a cerca de 3.000 personas bajo vigilancia y cerca de 20.000 que han llamado su atención en el pasado", según comentó a La Tercera Mark Baillie, experto británico en terrorismo.

Pero la amenaza parece cernirse sobre toda Europa. Citando investigaciones del experto israelí en terrorismo internacional Ely Karmon, De Caixal dijo que "hay más de 22.000 terroristas en Europa que no han ido a combatir a Siria e Irak, y pueden activarse en cualquier momento".

Y a la cantidad de potenciales terroristas se suma la metodología que están empleando los yihadistas para cometer sus ataques. Ahora les basta con arrendar vehículos para arrollar a peatones o emplear un cuchillo para apuñalar a sus víctimas, como ha quedado en evidencia en los últimos atentados que han golpeado a Reino Unido, Francia, Alemania y Suecia.

"Llamo a esto el 'terrorismo de lo mundano', porque involucra los métodos más sencillos, con las herramientas más simples", comentó Baillie, quien considera que "los países europeos verán muchos más ataques de esta naturaleza, porque simplemente no se puede pronosticar o prevenir".

"El problema que tenemos en Europa, es que estamos en guerra y esta guerra no se librará en los campos de batalla de Siria e Irak, ni Afganistán ni Libia, sino en las calles de Londres, París, Madrid, Moscú, Roma o Bruselas", resume De Caixal.

"Nihilistas violentos"

Tras los atentados de París en 2015 y los de Bruselas en 2016, la amenaza terrorista se volvió un fenómeno más real y cercano para muchos europeos. Pero la percepción es equívoca, según sostiene la cadena alemana Deutsche Welle. Ello, porque entre las décadas del 70 y del 90 solían producirse varios cientos de atentados anuales y tampoco era inusual que las víctimas fatales superaran las 150 en un año.

Organizaciones terroristas como el IRA en Irlanda, la ETA en España, las Brigadas Rojas en Italia, la RAF en Alemania u otras células extremistas plantearon un gran desafío a los gobiernos europeos, señaló Rolf Tophoven, director del Instituto de Prevención de Crisis, en Essen. El especialista, sin embargo, hace notar que las diferencias con el presente son claras, porque el terrorismo anterior tenía mayor motivación política. "Las organizaciones terroristas se limitaban a determinados países. No eran fenómenos terroristas transnacionales" como hoy, dijo a la Deutsche Welle.

Pero Oliver Roy, académico francés especializado en estudios islámicos, prefiere fijar la mirada más atrás. "Las formas de terrorismo 'globalizado', donde los blancos son localizaciones altamente simbólicas o civiles inocentes, sin tener en cuenta las fronteras nacionales, se remontan al menos hasta el movimiento anarquista de finales del siglo XIX", sostiene.

Pero el propio Roy señala que "lo que no tiene precedentes" es la forma en que los terroristas ahora deliberadamente persiguen sus propias muertes. "Ahora, la muerte del terrorista ya no es sólo una posibilidad o una desafortunada consecuencia de sus acciones; es una parte central de su plan. La misma fascinación con la muerte se encuentra entre los yihadistas que se unen al Estado Islámico. Los ataques suicidas son percibidos como el objetivo final de su compromiso", sostiene. Y agrega: "Las biografías de terroristas europeos 'domésticos' muestran que son nihilistas violentos que adoptan el islam, en lugar de fundamentalistas religiosos que recurren a la violencia".

Bajo este escenario, "la verdad es que no hay soluciones fáciles para combatir el terrorismo", explica a La Tercera Antônio Sampaio, investigador en temas de seguridad del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres (ver entrevista). "Las medidas que limitan la democracia y los derechos humanos traen más males que beneficios", concluye en alusión al duro plan antiterrorista anunciado por May tras los últimos atentados en la capital británica.