Más de 66.000 inmigrantes y refugiados han llegado a las costas de Italia en lo que va de este año. Pero muchos no sobrevivieron la travesía... y cuando la Marina italiana fue a ayudar a los inmigrantes apiñados en un bote cerca de Sicilia, se conmovieron por lo que encontraron.

Las primeras imágenes eran bastante tranquilas: un bote de pescadores en una bahía de Sicilia bajo el sol de verano.

A medida que las ráfagas de viento agitaban las aguas a su alrededor, se balanceaba un poco.

No había nada en esa imagen de televisión que sugiriera que algo andaba mal.

Pero dentro de su casco azul, el bote llevaba una carga espantosa: una bodega llena de cadáveres.

A alejarse la cámara, se podían ver personas en el muelle, policías y expertos forenses, todos vestidos con overoles blancos y con máscaras en el rostro.

La primera vez que vimos ese bote azul, apareció en un video grabado por la Armada italiana mar adentro.

Promesa mortal

El bote estaba cargado de inmigrantes que viajaron desde el norte de África, desesperados por llegar a Italia y la promesa de Europa.

Unos 600 pasajeros cubrían cada centímetro de la cubierta. Y estaban sentados en todos los costados de la embarcación, hacinados, hombro con hombro.

Mientras el bote subía y bajaba en el oleaje, una delegación naval fue a investigar. Los marineros descubrieron que bajo los pies de esa masa de pasajeros había muchos muertos.

Decenas de migrantes se habían asfixiado en una bodega bajo la cubierta.

Había tantos cadáveres en un lugar tan pequeño, que en altamar ni siquiera los podían contar, ni mucho menos descargar. Los dejaron a bordo y remolcaron el bote al puerto siciliano de Pozzallo.

Al final llevaron 45 cadáveres al muelle.

Estos hombres que abandonaron sus lugares de origen al sur del desierto del Sahara habían llegado por fin a Europa, el destino de sus sueños, pero el viaje les había costado todo.

Los de arriba y los de abajo

Un pasajero de 20 años de Gambia, Ebrima Singhetedi, dio su versión de los hechos.

Declaró al periódico La Repubblica que cuando el bote partió de Libia, la escotilla que llevaba a la bodega fue abierta. Quienes estaban abajo pudieron respirar.

Pero entonces el clima empeoró y el bote comenzó a dar vueltas. La gente en la bodega se asustó y trató de subir a la cubierta, que estaba irremediablemente abarrotada.

Según Ebrima, algunos de los que estaban arriba impidieron que los de abajo subieran, cerrando la escotilla.

Un pasajero sirio dio fe de ese recuento. Pareció sugerir que algunos en la cubierta temían que quienes subieran de la bodega contribuirían a desestabilizar peligrosamente la embarcación.

Ebrima dijo que los pasajeros atrapados abajo gritaron durante horas. Pero llegó un momento en que sus gritos se desvanecieron.

No mucho tiempo después apareció la Marina italiana apareció.

Entre los muertos estaban algunos de los amigos de Ebrima en su aldea en Gambia y un primo.

Sabemos que incluso en estas embarcaciones de migrantes puede haber a veces una cruda división entre los pasajeros según sus diferencias económicas.

Aquellos que pagan a los traficantes de personas un poco más pueden llegar a viajar arriba, beneficiándose del aire fresco, donde están más seguros en caso de un repentino naufragio. Los viajeros más pobres pueden terminar abajo, soportando el calor y respirando el humo del motor.

Un flujo que no cesa

Los pasajeros sirios que huyen de la guerra civil en su país suelen ser más de clase media, lo cual les permite una travesía algo más cómoda.

Los más pobres -como los procedentes de las aldeas de Gambia- generalmente sufren un viaje más duro y peligroso.

Y es de interés de los traficantes llenar al máximo posible sus botes poco aptos para la navegación.

Cada pasajero paga por lo menos US$1.500 por el viaje. Así que quienes amontonaron a las 600 personas a bordo del bote de Ebrima podrían fácilmente haber ganado US$1 millón.

Con tanto dinero en juego y tanta gente tratando de escapar de la guerra y la pobreza en Medio Oriente y África, el flujo de migrantes parece crecer constantemente.

Unos 45.000 llegaron a Italia el año pasado, pero más de 60.000 han viajado este año... y recién estamos en julio.

La Armada está llevando a cabo una operación de búsqueda y rescate de 24 horas al día en las aguas al sur de Sicilia, recogiendo a centenares de personas casi a diario.

Las instalaciones disponibles para recibir a esta gente están al límite.

A todo esto, Italia siente que se la está dejando sola para enfrentar la situación.

Sus políticos están reclamando cada vez con más estridencia por ayuda de la Unión Europea, en su esfuerzo por lidiar con esta creciente crisis humanitaria en las puertas del continente.