Por primera vez desde la creación del G8 tras la crisis del petróleo del 73, el club de los países ricos se enfrenta a problemas de consecuencias más serias para la economía mundial, mientras que el foro está más relegado a la importancia de los emergentes y el G20.
La cumbre número 38 del G8, que se celebra esta jornada y mañana en el poco accesible paraje de Camp David (Maryland), sentará en una misma mesa a EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá y Rusia para poner en común soluciones a la preocupante crisis en la eurozona.
La primera cumbre del grupo de potencias industrializadas en 1974 estuvo alentada por una crisis que ahora parece quedarse pequeña ante los graves problemas en los países del euro, que se suma a los temores de la expansión a economías con ingentes deudas públicas como EEUU o Japón.
Pese a todo, el perfil de estas reuniones, que comenzarán mañana con una cena, se ha ido moderando ante la importancia cada vez mayor del G20, que incluye a economías emergentes como China, India o Brasil, claves para ayudar a la recuperación mundial.
Recluidos entre bosques, en la residencia de verano del anfitrión, el Presidente de EEUU, Barack Obama, tampoco se esperan las protestas de otros años, como en Toronto en 2010, cuando la cumbre tuvo lugar en Muskoka, o las batallas campales de Génova en 2001, que dejaronn un muerto.
Tampoco se han adelantado acuerdos importantes, más allá de las críticas a países como Irán, Siria, Sudán o Corea del Norte, ya que en asuntos económicos el G20, que echó a andar en 2008, se ha convertido en el foro para coordinar iniciativas económicas.
El G8, que desde 1997 incluye a Rusia, ha sido responsable de importantes acuerdos desde su creación como el establecimiento cambios flotantes de divisas, eliminación de barreras al comercio, reducción de arsenal nuclear o propuestas para luchas contra el cambio climático.
Los países del Grupo de los Ocho representan alrededor de la mitad de la economía mundial, por debajo de la prevalencia que tenían en los años 70 y con una necesidad aún mayor de contar con la complicidad de instituciones como el FMI o países como China o Brasil.
El foro de encuentro de los países ricos, entre los que se encuentran economías con riesgo de colapso como Italia, no tienen la capacidad de antes para echar mano de manera aislada de políticas monetarias u otros instrumentos coordinados para poner fin a la crisis económica.
La cumbre también servirá para que nuevos mandatarios como el italiano Mario Monti o el francés François Hollande expliquen a sus socios las políticas que tienen previsto poner en marcha para hacer frente a una crisis europea a la que nadie es inmune.
AFRICA
Por otro lado, los avances en otros temas, como la ayuda en seguridad alimentaria para los países pobres, especialmente en Africa, quedarán en un segundo plano, con un intento a que la iniciativa privada tome el relevo en inversiones.
En la cumbre de 2009 en L'Aquila (Italia), después de que la quiebra de Lehman Brothers desencadenara la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, los países del G8 aún consiguieron un compromiso por 22.000 millones de dólares para la lucha contra el hambre.
Para esta cumbre, los países ricos pondrán de relieve que Africa está creciendo económicamente de manera más estable que antes y los compromisos ahora deben provenir de la participación privada en coordinación con gobiernos en temas como el desarrollo agrícola.
El cambio climático, un tema primordial antes de finales de 2009, cuando comenzó a darse la voz de alarma sobre la situación en países como Grecia, Portugal e Irlanda, podría pasar a un segundo plano y centrarse más en la necesidad de evitar la volatilidad de los precios del petróleo.
Estados Unidos quiere un compromiso colectivo para liberar de manera coordinada reservas de crudo y frenar el alza de los precios de la energía, mientras que pese al accidente nuclear de Fukushima (Japón) de 2011, la energía nuclear podría situarse como alternativa más viable en plena crisis.