Si bien Túnez se había escapado de la violencia que ha afectado a otros países de la Primavera Arabe, el ataque de ayer, en el museo más importante del país, que dejó 19 personas muertos, entre ellos 17 turistas, puso de manifiesto la fragilidad del proceso democrático que se ha desarrollado en el país norafricano.
Hombres armados vestidos con uniformes militares irrumpieron en el Museo del Bardo, al lado del Congreso, y comenzaron a disparar contra los turistas que llegaban en buses al lugar. Funcionarios de gobierno dijeron que decenas de visitantes huyeron hacia el interior del museo y los atacantes tomaron rehenes en el edificio. Según indicaron testigos a la agencia EFE, se atrincheraron en una zona que comparte un muro con el Parlamento. Aunque habían reportes que dos hombres armados habían entrado a ese edificio también.
Dos horas después, las fuerzas de seguridad ingresaron y mataron a dos milicianos y liberaron a otros turistas que habían sido tomados como rehenes dentro del museo, dijo un portavoz del gobierno. Un policía murió también en la operación. Entre los turistas que fallecieron habían dos ciudadanos tunecinos, cinco japoneses, cuatro italianos, dos colombianos, un australiano, un francés, un español y un polaco, además de otras dos víctimas que no habían sido identificadas.
De acuerdo con el diario británico The Guardian, el ataque ocurrió un día después de que Túnez anunciara un gran decomiso de armas de los grupos yihadistas, lo que gatilló la especulación de que el ataque al museo podría haber sido llevado a cabo por grupos radicales islámicos en venganza. De hecho, el primer ministro Sayida Ounissi escribió en su cuenta de Twitter: "No tenemos miedo".
El corresponsal de seguridad de la cadena BBC, Frank Gardner, señaló que este ataque no fue una sorpresa, ya que el país ha sido testigo de incidentes similares llevados a cabo por extremistas islámicos. Por ejemplo, en 2013, 22 personas murieron, entre éstas las víctimas de un suicida que atacó un resort en Sousse. El año pasado, 45 fallecieron y ya este año la cifra de muertos llegó a 21, contando un ataque contra un retén en febrero en el que murieron cuatro policías.
En todos estos casos se cree que los autores eran yihadistas. De todos los reclutas del Estado Islámico (EI), se estima que los combatientes tunecinos ocupan el primer lugar. Se estima que más de tres mil se han unido a las filas del EI y se han ganado una reputación de brutalidad tanto dentro como fuera del campo de batalla.
El ataque de ayer fue el mayor perpetrado contra extranjeros en Túnez desde que un suicida perteneciente a Al Qaeda matara a 21 personas en una sinagoga en la isla turística de Djerba en 2002.
El camino hacia la democracia en Túnez comenzó en diciembre de 2010, cuando Mohamed Bouaziz se inmoló en protesta por las malas condiciones de vida. Su sacrificio gatilló una serie de protestas que provocaron el derrocamiento del gobierno de Zine el Abidine Ben Alí - que llevaba 23 años en el poder- y que dieron inicio a revueltas en el norte de Africa conocidas como la Primavera Arabe.
Tras la caída de Ben Alí, asumió la Presidencia el líder del Congreso Fouad Mebazaa, lo que fue interpretado en ese momento por la prensa occidental como el primer paso hacia una "transición democrática". Sin embargo, a poco andar aparecieron las primeras grietas, con sendas críticas al proyecto de la nueva Constitución, que hacía caso omiso de la igualdad de género y que generó polémica por la definición que debía darse al Estado, árabe o islámico.
Esto provocó una serie de protestas que quebraron al gobierno en diciembre de 2012. El año siguiente no fue diferente, con los asesinatos de dos referentes de la oposición, en incidentes distintos, lo que provocó un nuevo estallido y divisiones entre las diferentes corrientes políticas y religiosas del país.
Así, el 31 de diciembre de 2014, Beji Caid Essebsi juró como Presidente y con él se reanudaron las esperanzas de un renacimiento democrático, en un país en el que, sin embargo, se percibe la crisis económica, con costos sociales que parecen agravarse.
"Los jóvenes tunecinos están privados de expresar sus creencias e ideas, así como sus creencias religiosas", dijo a Al Arabiya, Abu Yareb al-Marzouki, filósofo tunecino experto en movimientos salafistas.