Para la mayoría de los chilenos, la institución es sinónimo de economía y, específicamente, la cuna de los "Chicago boys". Pero la Universidad de Chicago es mucho más que aquello. Instalada como una de las 10 mejores del mundo, su lista de egresados notables abarcan las más disímiles disciplinas. Escritores de la talla de Sam Bellow, Philip Roth y Susan Sontag; el astrónomo Carl Sagan, el compositor Philip Glass, el director de cine Mike Nichols y el senador Bernie Sanders son algunos nombres que han pasado por sus aulas. Y bueno, los economistas como Milton Friedman, Gary Becker y Paul Samuelson, los tres premios Nobel. Y es que si de galardones se trata, Chicago es la cuarta universidad del mundo con más premios Nobel de la historia. Tiene 89 y sólo es superada por Harvard, Columbia y Cambridge. Doce de ellos en economía, lo que la ubica en el primer lugar en la especialidad.La semana pasada estuvo de visita en nuestro país su actual presidente, Robert Zimmer, destacado matemático, PhD de Harvard, quien ocupa el cargo desde 1996. Se trata de una persona muy reconocida en su especialidad, autor de numerosas publicaciones y libros. Durante su estadía aprovechó de reunirse con egresados, futuros alumnos y también con Alvaro Saieh -controlador de Copesa, empresa editora de La Tercera-, quien es ex alumno y miembro del prestigioso Board of Trustees de la institución.
En Chile, la universidad es muy conocida por los "Chicago boys", un grupo de profesionales que se formó allá y que fue muy influyente en el desarrollo del modelo económico de libre mercado. ¿Esta relación es algo significativo para la universidad?
Bueno, fue un momento muy especial, porque pocas veces se hacen acuerdos de ese tipo. Hay que considerar que aquello se remonta a los años 50 y favoreció a muchos jóvenes chilenos que tuvieron la oportunidad de estudiar allá. Pero tampoco se puede remitir nuestra relación con Chile a aquel convenio. Tenemos muchos más egresados y alumnos, muy buenos todos, que han seguido yendo a Chicago y no sólo a estudiar economía. En este viaje, tuve la oportunidad de reunirme con posibles futuros alumnos y la verdad es que estoy muy impresionado del interés que despierta nuestra universidad en las diferentes disciplinas.
En el caso de economía, Chicago es conocida por el apoyo a las políticas del libre mercado. ¿Ese es un sello buscado por la institución?
Ciertamente, tenemos una valoración muy alta respecto de los incentivos de mercado como motor del desarrollo. Pero ello no obsta a que hay un debate muy fuerte dentro de la misma facultad acerca del papel que juega el Estado en aquello. En eso hay muchas miradas y eso es importante. Por otra parte, la universidad no se remite al departamento de Economía. Por ejemplo, una de las facultades más prestigiosas que tenemos a nivel mundial es Antropología. Y usted comprenderá que la visión del mundo de ellos es muy distinta a la de los economistas. Lo clave para nosotros es la diversidad.
El modelo norteamericano
Dicen que los presidentes de las universidades norteamericanas ocupan gran parte de su tiempo en recolectar fondos o donaciones. Me imagino que no es una labor muy grata.
Yo lo veo de otra manera. Siento que es algo interesante, porque uno acude a personas que tienen más dinero que el que necesitan para ellos y sus familias y están buscando algo en qué aportar. Y, bueno, la universidad es una gran oportunidad, porque es una forma muy concreta de ayudar a las personas y a la sociedad.
La cultura de la filantropía es algo muy arraigado en Estados Unidos, pero muy poco frecuente en el resto del mundo. ¿Cómo explica que sea así?
Pienso que tiene que ver con la idea de cuál es el rol del Estado en la sociedad. Si uno viene de una cultura donde se asume que el Estado tiene que proveer todos los bienes públicos, entonces la filantropía no tiene mucho sentido. Pero en Estados Unidos, desde su fundación, se espera que las personas actúen por sí mismas, incluso en la provisión de los bienes públicos. De ahí que la gente entienda que es su responsabilidad ayudar a la sociedad en estas materias.
"Tenemos una valoración muy alta respecto de los incentivos de mercado como motor del desarrollo. Pero ello no obsta a que hay un debate muy fuerte dentro de la misma facultad acerca del papel que juega el Estado en aquello".
Para las universidades parece ser un modelo muy adecuado, toda vez que, si uno observa los rankings de las mejores del mundo, la mayor parte de ellas son norteamericanas.
Es efectivo. La universidad estatal ha sufrido mucho durante los últimos años, debido a que basa su modelo de financiamiento del Estado y este ha disminuido en todas partes. Por el contrario, hay que destacar que las mejores universidades norteamericanas, como Chicago, Harvard, Stanford, MIT, son privadas y, por ende, tienen una larga tradición de autofinanciamiento vía donaciones. Pero eso no es todo. También está el hecho de que Estados Unidos ha sido un gran imán para atraer talentos, ya sea a los mejores alumnos del mundo o a los profesores más destacados. La combinación de un buen esquema de financiamiento con la capacidad de captar talento es muy poderosa.
¿Esto último parece en peligro con la llegada de Trump y sus políticas migratorias?
Efectivamente, es hoy un tema de gran preocupación. Y pese a que todavía no hay acciones concretas, sabemos de algunas personas que han desistido de estudiar en Estados Unidos, por la sencilla razón de que no saben si van a tener que dejar su país por cinco años, sin posibilidad de volver a ver sus familias. O si vuelven, corren el riesgo de que no puedan entrar a terminar sus estudios. La verdad es que es una situación muy compleja y sólo espero que nada de ello ocurra. Sería realmente un desastre para el país y para el sistema universitario que, como dije, base su éxito en la capacidad de atraer talento de todo el mundo.
Otro problema que se debate en todo el mundo es el alto nivel de endeudamiento que tienen los estudiantes luego de egresar de las universidades. ¿Cuál es la forma como ustedes enfrentan aquello?
Esta ha sido una de las principales preocupaciones que he tenido como presidente. La Universidad de Chicago es una de las instituciones que tienen un sistema de "admisión ciega en términos financieros". Esto significa que ningún alumno que es aceptado en el pregrado puede quedar fuera por razones económicas. Para ello tenemos un sistema de becas muy amplio, que hoy permite financiar al 65% de los alumnos con algún tipo de ayuda, dependiendo de su situación socioeconómica.
Me imagino que estamos hablando de una cantidad de recursos no menor. ¿Cómo logran financiar aquello?
Bueno, es claro que no podíamos acudir al Estado, por lo que su financiamiento se base en donaciones privadas. Por ejemplo, hace unos años, producto de una campaña para recolectar fondos, recibimos una donación de 100 millones de dólares de un ex alumno que prefirió mantenerse anónimo. Ni siquiera nosotros sabemos quién es. Esa es una prueba del fuerte sentimiento que existe en torno a la filantropía en sociedades donde no se espera que el Estado solucione todos los problemas.
"No me parece justo ni adecuado que se financie la educación de los que pueden pagar si a cambio de deja de invertir en salud, vivienda, seguridad u otras cosas".
En Chile se ha planteado lo contrario. Que sea el Estado el que financie la educación de todos los alumnos, independiente de su situación económica. ¿Le parece una solución?
Me parece algo poco real, por cuanto el Estado no tiene recursos para aquello. Incluso si los tuviera, tendría que dejar de gastar en otras cosas que son fundamentales. En el mismo ámbito de la educación parece más relevante concentrarse en la escolar que en la universitaria. No me parece justo ni adecuado que se financie la educación de los que pueden pagar, si a cambio de deja de invertir en salud, vivienda, seguridad u otras cosas. En todo caso, este es un debate universal, sobre el cual todavía no hay una respuesta adecuada.
La educación del futuro
La Universidad de Chicago basa su modelo de educación en las artes liberales, donde los alumnos tienen ramos obligatorios de filosofía, política, historia, literatura, entre otros, independiente de la carrera profesional a la que opten. En Chile, nuestra universidad, la Adolfo Ibáñez, también ha implementado dicho sistema. Sin embargo, hay una discusión en el mundo respecto de su pertinencia en el tiempo, donde lo que parece requerirse es la especialización.
Este es un tema fundamental y tiene que ver con el futuro de la educación. Muchos piensan que la universidad debe ser una mera transmisora de conocimientos orientada a un mercado laboral cada día más especializado. Nosotros creemos que eso es un error. Nuestra principal preocupación es formar personas que sean capaces de pensar críticamente en un ambiente multicultural y de cambios muy bruscos. Y aquello no se hace sólo especializando a la gente, sino también enseñándoles a conectar eventos, personas y disciplinas. Hay que preparar gente para la complejidad en que vivimos, que sepan interactuar con ella y provocar los cambios que necesitamos.
¿Y eso qué tiene que ver con leer obras como La Ilíada, La República u otras que considera su plan de artes liberales?
Tiene mucho que ver en la medida en que no se entiendan las artes liberales como una mera transmisión de conocimiento. Porque si fuera así, no tendría ningún sentido leer los libros que usted menciona. Tampoco es correcto pensar en un programa que le permite a uno saber un poco de muchas cosas, en contraposición con el saber mucho de una sola. Esa es un tensión innecesaria.
Entonces, ¿que es lo que se busca exactamente con estos cursos?
La idea es que los alumnos, en base a grandes obras de la historia, aprendan a pensar, a rescatar información relevante, a conectar distintos saberes. Por eso, las clases no deben ser lectivas, sino de discusión activa. Y si es así, entonces los estudiantes desarrollan capacidades muy modernas, como la de entender y adaptarse a diversas circunstancias. Son personas mejor preparadas para el mundo actual que alguien que sólo basa su educación en la especialización, porque sabemos que esos conocimientos van a estar obsoletos en poco tiempo. Por eso, para nosotros, leer y pensar sobre Platón o Aristóteles no es estudiar el pasado, sino prepararse para el futuro.