No es una servilleta cualquiera. Es blanca, de tela y está exhibida actualmente en el Museo Nacional de Historia Estadounidense en Washington.
Pese a ello, en este momento su importancia destaca más por su potencial impacto sobre el presente y el futuro que por su vínculo con el pasado.
En ella está escrita la teoría que guía la propuesta de reforma fiscal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y cuya aplicación puede significar un incremento del crecimiento de la economía de ese país a tasas del 3% anual, según sus promotores, o un aumento de la deuda del país en US$7,2 billones en una década, según sus críticos.
- El ambicioso y controvertido plan de recorte de impuestos en Estados Unidos anunciado por el gobierno de Donald Trump
- ¿Es cierto que EE.UU. es uno de los países en los que que las empresas pagan más impuestos como dice Donald Trump?
En torno a ese trozo de tela se congregaron una tarde de finales de 1974 cuatro hombres que luego entraron en la historia económica estadounidense, aunque algunos de ellos también se hicieron famosos por otros motivos.
Una idea a contracorriente
Sentados en una mesa del restaurante del reconocido Hotel Washington de la capital estadounidense, en el que meses antes se habían filmado algunas escenas de El Padrino II, se encontraban Donald Rumsfeld, jefe de gabinete del presidente republicano Gerald Ford; Dick Cheney, subjefe de gabinete; Arthur Laffer, profesor de Economía de la Universidad de Chicago; y el periodista Jude Wanniski, quien en la época era editor asociado de The Wall Street Journal.
Rumsfeld y Cheney estaban buscando alternativas para el plan de Ford para combatir la inflación, para lo cual se preveía un aumento de impuestos del 5%.
Según relató posteriormente Wanniski, Laffer les explicó entonces que aumentar impuestos no era una buena estrategia y que, de hecho, lo que debían hacer era bajarlos.
La idea era contraintuitiva y Cheney no terminaba de captarla.
Entonces, Laffer sacó un marcador tomó una servilleta y trazó en ella una explicación.
Dibujó una especie de campana, cuyo punto inicial era un impuesto de 0% y el punto final era un impuesto de 100%. En ambos extremos, el ingreso del estado a través de los impuestos era nulo.
Entre ambos puntos, Laffer dibujó una especie de campana dividida en dos partes.
En la primera, los ingresos por impuestos aumentaban a medida que subía la tasa impositiva. Sin embargo, al llegar a cierto punto -donde se iniciaba la segunda parte de la curva-, la recaudación caía a medida que se seguía incrementando la tasa fiscal.
Wanniski guardó la servilleta y bautizó el dibujo como "la curva de Laffer". Luego se convertiría en gran medida en el encargado de popularizar esa idea que pocos años después quedó grabada en el disco duro de las propuestas económicas del Partido Republicano en Estados Unidos.
"La curva de Laffer demostraba de forma muy clara que aumentar los impuestos podría hacer reducir los ingresos en lugar de incrementarlos. La sabiduría convencional era: si quieres más ingresos, aumentas los impuestos", dijo Cheney en una entrevista con la agencia Bloomberg realizada en 2014 con motivo de los 40 años del mítico encuentro.
"Lo que Art (Laffer) trajo a la mesa con esas curvas era que si querías más ingresos era mejor bajar los impuestos para estimular el crecimiento económico y la actividad económica", agregó.
De Reagan a George W. Bush
Wanniski daría visibilidad a "la curva de Laffer" y la incluiría en un conocido artículo publicado en 1978 en la revista The Public Interest.
Poco después, con la llegada al poder de Ronald Reagan en 1980, esta teoría pasaría a la práctica no solo en Estados Unidos, sino en muchas otras partes del mundo.
Laffer fue incorporado al equipo de asesores económicos de Reagan, quien en 1981 realizó un importante recorte de impuestos y en 1986 realizó la mayor reforma del sistema impositivo de la historia de Estados Unidos, que incluyó una reducción de 50% a 28% de la tasa máxima aplicable a los individuos.
Desde entonces, la propuesta de rebajar los impuestos para impulsar el crecimiento económico quedó firmemente integrada como parte del credo económico del Partido Republicano.
"Los recortes fiscales de Reagan incrementaron el déficit, ayudando a aumentar las tasas de interés a 20%, lo que a su vez contribuyó a la recesión que se produjo a continuación. El mercado bursátil cayó más de 20%", reseñó la semana pasada en The New York Times el veterano periodista Steven Rattner, quien para la época del gobierno de Reagan era un joven reportero en ese diario.
"Desde el punto de vista impositivo, las pérdidas de ingresos fiscales totalizaron 2,9% del Producto Interior Bruto promedio entre 1981 y 1985", añadió.
Años más tarde, tras recibir una economía que venía de disfrutar de cuatro años consecutivos de superávit fiscal, heredados del gobierno de su predecesor Bill Clinton, el presidente George W. Bush anunció en 2001 un amplio paquete de reducciones fiscales que se aplicarían progresivamente y que, luego, fueron reforzados con nuevos recortes en 2003.
En ese gobierno, Rumsfeld y Cheney volverían a tener roles destacados como secretario de Defensa y vicepresidente, respectivamente.
De acuerdo con un análisis del Centro sobre Políticas y Prioridades Presupuestarias (CBPP, un centro de investigación con sede en Washington) los más ricos fueron los principales beneficiarios de estas reducciones fiscales: el 1% de los hogares más ricos se ahorraron en promedio unos US$570.000 entre los años 2004 y 2012, lo que significó un aumento de sus ingresos netos de más de 5% cada año.
"Pese a las promesas de los partidarios de los recortes fiscales, la evidencia sugiere que no mejoran el crecimiento económico ni se pagan solos, pero -al contrario- alimentan el déficit, la deuda y contribuyen al aumento de la desigualdad", escribió Emily Horton en un análisis publicado por el CBPP.
¿Se paga a sí mismo?
Esa idea de que los recortes de impuestos se compensan por si solos gracias al aumento de la actividad económica es una de las premisas esbozadas por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, al presentar la semana pasada las líneas maestras de los recortes fiscales impulsados por el gobierno de Trump.
"El plan fiscal se pagará solo con crecimiento económico, con la reducción de distintas deducciones y el cierre de algunos agujeros (fiscales)", dijo Mnuchin a la prensa al presentar la propuesta.
Ya en la campaña Trump había presumido del alcance de su prometida reforma fiscal.
"Mis recortes de impuestos serán los más grandes desde Ronald Reagan. Estoy muy orgulloso de ello", dijo durante el primer debate presidencial en septiembre de 2016.
La propuesta ahora esbozada por su gobierno prevé recortar la tributación de las grandes empresas de 35% a 15% y a los ciudadanos de 39,5% a 35%.
Solamente la reducción de impuestos a las empresas podría disminuir los ingresos fiscales en más de US$2 billones durante la próxima década. Sin embargo, Mnuchin sostuvo que un incremento en el crecimiento económico de un punto porcentual podría generar aproximadamente la misma cantidad de recursos.
El objetivo del gobierno de Trump es que Estados Unidos empiece a crecer a tasas de 3% anual, en lugar del 1,8% previsto para los siguientes 10 años.
Sin embargo, abundan los escépticos.
Algunos críticos han señalado que la reducción de impuestos a los más ricos es inútil a los efectos de dinamizar la economía, toda vez que estos ya tienen abundantes recursos para gastar e invertir a sus anchas.
"No hay evidencia que apoye la afirmación de que el recorte se va a pagar solo", dijo a The New York Times Jared Bernstein, uno de los principales asesores económicos de la Casa Blanca durante el gobierno de Barack Obama.
"Es cierto que un crecimiento significativamente más rápido generaría más ingresos, pero no hay evidencia empírica que vincule los recortes de impuestos con un crecimiento que sea, al mismo tiempo, más rápido y sostenido", apuntó.
El Tax Policy Center, una organización independiente de investigación en asuntos tributarios, estimó que con la aplicación de estas reformas la recaudación caería en US$6,2 billones y que la deuda aumentaría en US$7,2 billonesen una década.
En torno a la posibilidad de que la reducción de impuestos se pague sola, el Tax Policy Center advirtió en un documento en su página web que "la pérdida de ingresos directos derivada de la reducción de impuestos casi siempre será superior a las ganancias indirectas procedentes del aumento de la actividad económica o de la reducción de la evasión fiscal".
"Los recortes fiscales pueden, no obstante, pagarse parcialmente por si solos. Cuánto depende de cómo reaccione la gente a los cambios fiscales", agregó.
Allí reside otra de las principales críticas que se la hacen a la curva de Laffer: el hecho de que la respuesta a los recortes fiscales son impredecibles y pueden variar según el país y el momento, por lo que no hay certeza de que las reducciones de impuestos deriven en una mayor actividad económica.
"Se dice que la popularidad de la curva de Laffer obedece al hecho de que se la puedes explicar a un congresista en seis minutos y él puede hablar sobre ella durante seis meses", ironizó sobre esta teoría el profesor Hal Varian, de la Universidad de California en Berkeley, en un artículo publicado en 1989 sobre Teoría Económica.
Mientras tanto, Laffer ha manifestado su entusiasmo con la reforma impositiva propuesta por Trump.
En una entrevista con The New York Times dijo que le recomendaría al mandatario estadounidense cerrar los agujeros fiscales y eliminar las exenciones tributarias, al mismo tiempo que reduce las tasas impositivas.
Agregó que incluso sin hacer eso, solamente con el recorte de los impuestos a las empresas se generaría un gran flujo de ingresos fiscales porque las compañías ya nos buscarían fórmulas para evitar pagar y reportarían mayores ganancias.
"Crearíamos puestos de trabajo sin tarifas y sin proteccionismo. Soy un firme creyente de usar miel en lugar de vinagre y los incentivos son mucho mejores. Creo que habría una corriente de negocios regresando en breve y detendría la salida de empresas hacia otros países por razones fiscales", dijo.
Si eso ocurre, el Museo Nacional de Historia Estadounidense tendrá una razón más para conservar aquella mítica servilleta.