Es una efeméride cuya importancia ha crecido con los últimos acontecimientos. El 10 de febrero de 2007, el entonces senador por Illinois Barack Obama anunciaba en Springfield -capital del estado y la ciudad donde partió la carrera política de Abraham Lincoln- que buscaría ser el candidato del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008.

En ese minuto, Obama iniciaba una apuesta que parecía lejana, porque la favorita era la ex primera dama Hillary Clinton. Y pocos imaginaban que una década después el entonces senador sería reconocido como una de las personalidades más famosas del mundo, al convertirse en el primer presidente estadounidense de raza negra y lograr mantenerse en el puesto por dos períodos.

"Gracias a todos los que han viajado desde partes lejanas para desafiar al frío hoy", era la frase con que el senador, conocido hasta ese momento en círculos políticos especialmente por sus notables cualidades como orador, comenzó el discurso en que oficializaba su postulación.

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En el texto aparecían ideas y palabras que se harían recurrentes en los diez años posteriores: audacia, esperanza y cambio, ejes de la propuesta con la que Obama intentaba llegar a los votantes.

Sin embargo, la mayoría de la prensa estaba escéptica de sus reales posibilidades. "La entrada formal a la competencia envuelve un desafío que podría parecer desalentador incluso para el político más talentoso: ver si es que Obama, con todas sus fortalezas y limitaciones, puede ganar en un campo dominado por la senadora Hillary Clinton, que trae años de experiencia en la política presidencial, un manejo de temas de políticas públicas e historia política, y una extraordinaria red de recaudadores de fondos y asesores probada en múltiples batallas", escribía entonces The New York Times.

Diez años después, Obama demostró que logró vencer todos esos recelos. Pero quizás lo que nadie podía prever era lo que pasaría al final de su estadía presidencial: que apoyaría incansablemente a su entonces rival Clinton para sucederlo, y que terminaría entregando la Casa Blanca a Donald Trump, que hace una década no pasaba de ser un magnate excéntrico que encabezaba un reality show y tenía libros publicados sobre cómo se podían sellar acuerdos en la vida cotidiana a partir de su experiencia en los negocios.