La desconocida historia del San Nicolás de Myra
En el colegio de Las Condes un empresario encontró el espacio que otros siete recintos le negaron a su hijo con disfasia. Hoy es uno de los socios del lugar donde surgió el primer caso de gripe humana adquirido en Chile.
El nacimiento de un hijo con disfasia -un trastorno del lenguaje originado por la falta de irrigación cerebral- marcó el encuentro de dos familias. Los Merino Arriagada, fundadores del Colegio San Nicolás de Myra, y los Muñoz Hinrischen, padres de Diego, el sexto y último de sus hijos, al que postularon a siete colegios, recibiendo en todos ellos la misma respuesta: "No cumple con los requisitos".
"Queríamos un colegio normal. Si estaba acostumbrado a compartir con sus hermanos, todos sanos, ¿por qué íbamos a llevarlo a una institución especial?", se planteó en ese entonces su padre, Rodrigo Muñoz Vivaldi.
A pesar de sus deseos, Diego debió asistir a un colegio especial durante un año. Hasta que, por casualidad, supo de la existencia del San Nicolás de Myra, el mismo que hace 11 días se hizo conocido por albergar el primer caso de la influenza AH1N1 adquirido en Chile.
El fundador, Federico Merino, ex seminarista jesuita y experto en educación, aplicaba una teoría que daba cabida a niños con dificultades físicas y cognitivas. "Partí, toqué el timbre, pedí una solicitud, la llené, me llamaron y aceptaron a mi hijo", cuenta Muñoz, ingeniero civil que trabajó en el Banco Security y después formó Capital Trust.
"Todos los especialistas nos recomendaron no cambiarlo, porque le íbamos a generar estrés y frustración. Fue todo lo contrario. Cuando entró al colegio prácticamente no hablaba y, a los dos años, levantaba la mano y respondía preguntas en clases. Hoy está en segundo medio, feliz", cuenta Muñoz.
SOCIEDAD
Agradecidos por la acogida de Diego, Rodrigo Muñoz y su mujer, Andrea Hinrichsen, se comprometieron a tal punto que terminaron siendo socios y gestores de la construcción de la actual sede en San Carlos de Apoquindo.
Entre la compra del terreno al Club Deportivo de la UC, la arquitectura de ladrillo y hormigón a la vista y el equipamiento, desembolsaron US$ 3 millones.
Los fundadores, Federico Merino y sus cinco hijas, son un clan dedicado a la educación. El fue profesor de castellano e historia en el San Ignacio de Alonso de Ovalle, el Notre Dame y el Saint George. Ellas estudiaron educación de párvulos.
En 1982, cuando la mayor cursaba la carrera, Merino abrió un jardín infantil (Niño Feliz) en su casa en la calle Del Inca. "Partimos con 12 alumnos que eran hijos de vecinos del barrio que conocían a la familia", cuenta Patricia Merino, directora del San Nicolás de Myra.
El sueño de crear un colegio se cumplió en 1998 y, desde sus inicios, Federico Merino aplicó la teoría del educador Reuven Feuerstein, que postula que la inteligencia no es de origen genético, sino que está influida por el medioambiente y que se desarrolla a lo largo de la vida.
Por eso, cuando Diego entró al colegio, hace 10 años, había cuatro niños con síndrome de Down. De los 650 alumnos que tienen hoy, 20 poseen alguna discapacidad: hipoacucia (sordera), síndrome de Down, síndrome de Asperger, disfasia y síndrome de Williams.
"La idea es que haya un niño de inclusión por curso. La experiencia indica que es lo mejor por la atención que requieren. Cada curso cuenta con una profesora y un asistente capacitados según sus necesidades", explica Muñoz.
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