"El no podría atacar a sus hermanos", dijo la abuela del ex cabo segundo de Carabineros Walter Ramírez Inostroza, cuando -el 3 de enero de 2008- supo que su nieto había sido detenido por la muerte de un estudiante mapuche. Ramírez había sido aprehendido en la Subcomisaría de Fuerzas Especiales de Temuco, imputado por el delito de violencia innecesaria con causa de muerte, en contra de Matías Catrileo, quien ese jueves de enero participaba de una toma en el fundo Santa Margarita, propiedad de Jorge Luchsinger.
Según cuentan sus cercanos, cuando le informaron de su detención, Ramírez se veía contrariado: no entendía de qué lo estaban acusando. En ese recinto estuvo un mes, hasta que el tribunal autorizó su libertad, tras pagar una fianza de $ 200 mil.
Luego comenzó un proceso penal, que se extendió por dos años. En agosto de 2010, la Corte Marcial resolvió que Ramírez había disparado por la espalda a Catrileo y que debía cumplir tres años y un día de libertad vigilada, por el delito de violencia innecesaria con resultado de muerte. En sus declaraciones, el carabinero aseguró que sólo había efectuado tiros al aire, para repeler el ataque de desconocidos que habían irrumpido en el fundo.
Tras el fallo penal, Ramírez no fue dado de baja, lo que sólo ocurrió el viernes pasado. Desde 2008, el policía (que hasta entonces cumplía funciones en Fuerzas Especiales) sólo ejercería labores administrativas: primero en Coyhaique (donde se organizaron manifestaciones contrarias a su presencia) y luego en el Departamento de Fomento Equino, en el Paseo Bulnes, de Santiago.
Sus cercanos afirman que la muerte de Catrileo lo volvió introvertido, en ocasiones menciona pesadillas con lo ocurrido y que, desde entonces, ha consultado a tres sicólogos, pero que ha abandonado todos los tratamientos. En estos cinco años ha insistido, pese al fallo que acredita que el estudiante murió por un tiro por la espalda, que él no mató a nadie de esta manera.
De ascendencia mapuche, la abuela materna del ex cabo Ramírez, conocida como la señora Yoya, crió a su nieto. Como profesora de escuelas rurales de la IX Región, inscribió a su nieto en todos los colegios a los cuales era destinada como directora.
Walter Ramírez estuvo en cuatro escuelas rurales, entre primero y quinto básico. La primera fue la Escuela El Boldo, de Nueva Imperial, en un primero básico compuesto mayoritariamente por niños mapuches. "Mi mamá le enseñó a hablar mapudungún desde temprana edad, como a los seis años. Le hablaba en la lengua y así Walter fue aprendiendo", comenta Genoveva Inostroza, madre del ex cabo Ramírez.
Fue ahí donde Ramírez tuvo su primer acercamiento con Carabineros. "Cuando llegaban a las escuelas, los demás niños se asustaban y los miraban con distancia, pero Walter siempre se acercaba a ver a los caballos, a conversar con los funcionarios", cuenta Inostroza.
Cuando pasó a séptimo básico, la familia decidió radicarse cerca de Temuco. Fue inscrito en el colegio Juan Bosco de Cunco y permaneció allí hasta tercero medio. Su adolescencia la pasó entre la iglesia del pueblo y el retén de Carabineros. "Cuando se me perdía lo podía encontrar en alguno de esos dos lugares. No era de jugar a la pelota ni de levantarse tarde", agrega la madre.
Fue jefe de los acólitos y miembro de la acción católica local. En esas funciones, tenía atribuciones especiales en la única iglesia del pueblo: tocaba las campanas para anunciar la misa, preparaba el altar y asistía al cura franciscano.
"El padre Leonardo lo tuvo muy convencido de ingresar al seminario, cuando tenía como 15 años. Yo no lo dejé", cuenta Genoveva, quien recuerda que dos años después, aproximadamente, ella se enteró de que su hijo Walter había hecho todos los trámites a escondidas de ella para ingresar a la Escuela de Carabineros: "Walter siempre se probaba la gorra de uno de nuestros vecinos, que era carabinero, y decía que eso quería ser cuando grande".
Con 17 años fue aceptado e ingresó a los 18, para terminar cuarto medio en la institución.
Su primera destinación fue Valdivia y luego Santiago. En ambas hizo trabajo de calle: rutinas marcadas por rondas y controles de seguridad. Sin embargo, las ganas de volver a Temuco para estar más cerca de su familia lo hicieron tomar una decisión. La condición para el traslado era sumarse al contingente de Fuerzas Especiales de La Araucanía.
Aceptó. Desde el 1 de enero de 2005, cambió la gorra por el casco, ya casado y con su primer hijo.
La noche del 2 de enero de 2008, el cabo Ramírez llegó a la Subcomisaría de Fuerzas Especiales para realizar el turno nocturno, desde las 20 horas hasta las 8 horas del día siguiente.
Por orden judicial, más de siete propiedades debían tener resguardo policial ante diversos ataques mapuches, por reivindicación de terrenos indígenas. Uno de estos fundos era el Santa Margarita, de Jorge Luchsinger.