Después de una intensa búsqueda, recién el 29 de julio Catalina Leal (21) pudo volver a clases. Esta vez, a 120 kilómetros de distancia de su hogar y acogida en la casa de una familia amiga mientras encuentra un arriendo. Así logró convertirse en una de las dos estudiantes de Medicina de la U. del Mar, de los 130 alumnos que buscan seguir su carrera en otra universidad, que logró reubicarse en otra institución superior, tras la declaración de cierre de su casa de estudios. Fue aceptada en la Universidad de los Andes, una de las instituciones con los más altos puntajes promedio de la última PSU y que figura entre las tres universidades con mejores resultados en el examen médico nacional, sin ningún reprobado.

Como ella, el 78 % de los cerca de siete mil reubicados se han matriculado en universidades, a través de las gestiones realizadas por el Ministerio de Educación. Hoy Catalina está en bachillerato, para en marzo de 2014 comenzar recién su primer año. Y pese a que tuvo que cambiarse de región, está contenta con el trato y los docentes. "Es una universidad completa. Muy exigente. Hay hartas cosas que hacer, hartas guías, controles", cuenta apurada antes de entrar a la clase, a la cual no puede llegar atrasada. Antes, tres veces a la semana salía a la hora de almuerzo. En el actual plantel, la mayoría de los días se queda hasta las 20.30. "Fue la única universidad que tuvo la voluntad de ayudarnos y hacerse parte del problema; y no me he sentido diferente", explica.

Además, la carrera es más barata: $ 5,8 millones al año, $ 200 mil menos que en la U. del Mar. Pese a que ella sólo cancelaba $ 4 millones, debido a un descuento por su puntaje en la PSU. Hoy está esperando acceder al CAE y a las becas que ofreció el ministerio para movilización, pero que aún no llegan. Para Catalina, éstas ayudas son fundamentales, ya que viaja todos los viernes de vuelta a Viña del Mar donde se encuentra su familia. "El Mineduc no nos ha pasado nada, no me cobraron matrícula este año, pero no se sabe nada del próximo, ni menos del arancel. Tampoco me han entregado los $ 80 mil por la movilización", asegura.

Una de las ayudas que comprometió el ministerio fue la Beca de Traslado Junaeb, que otorga recursos para mantención y movilización.

Situación distinta es la que le tocó vivir a Loreto Lizana (24). La ex estudiante de Enfermería de la U. del Mar, en la sede de Maipú, logró reubicarse en la Universidad Santo Tomás. Ninguna otra institución le convalidó el año que cursó en el cuestionado plantel que cerrará sus puertas en 2015.

Las palabras de bienvenida fueron: "Aquí van a tener que estudiar, no como allá. Las notas no se regalan. Somos exigentes", confiesa. Pasó el primer semestre con promedio 4,5 y rodeada de compañeros de su misma ex universidad que también se reubicaron en ese plantel. Lo más complicado, cuenta, ha sido luchar contra el prejuicio de algunos profesores. "Es fuerte que te digan que no serás capaz y que te recalquen que vienes de la U. del Mar", dice. Aunque agrega que ha recibido el apoyo de la directora de carrera: "Ella es un amor y los profesores de los ramos importantes creen en nosotros".

Loreto vio en la UST la oportunidad de continuar sus estudios y cumplir su gran sueño: ser enfermera. Pero hasta la fecha, la vida le ha cambiado rotundamente. Tuvo que cambiarse de vespertino a diurno y dejar de trabajar para poder estudiar. "También perdí el crédito, porque la UST no me lo reconoció", cuenta. La carrera tiene un valor anual de $ 3.300.000, $ 400 mil más que en la U. del Mar. Pero el costo en el antiguo plantel era cubierto por el CAE. Sin dinero, la institución le ofreció una opción para seguir estudiando que no dudó en tomar. Cancelar 60 cuotas de $ 56 mil mensuales y no las 10 de $ 330 mil que pagan sus compañeros. Hoy espera ansiosa los resultados de una postulación que realizó en el Mineduc para optar a una beca de arancel. "Nos dijeron que los resultados van a estar a fines de agosto, pero estoy preocupada, porque mis papás no pueden costearme los estudios, mi papá trabaja en la construcción, pero está con licencia, aún no le pagan, y mi mamá es dueña de casa".

Si bien el grueso de los estudiantes optó por reubicarse en una universidad, el 22% optó por uno de los seis institutos o centros de formación técnica que firmaron convenio con el Mineduc.

Es el caso de Dian Cifuentes (24), quien se matriculó en el CFT de Tarapacá, en Arica, para continuar sus estudios de Técnico en Enfermería. "Era el único que me daba la opción de convalidar mis dos años de carrera", cuenta. Pero la medida causó serias molestias en los estudiantes. "Decían que por qué llegábamos a segundo y no a primero si veníamos con una mala base. Nos miraban en menos", cuenta Dian.

No se dio por vencido. Obtuvo el CAE, una beca y pasó de pagar de un crédito interno de $ 60 mil a nada. "El problema nunca fue la educación, era administrativo", agrega. Incluso, considera que la exigencia era más alta en su universidad. "Acá te puedes eximir con un 4. Allá tenías que tener 5. Además, las clases eran más personalizas, no más de 30, acá un curso es de 45 y el otro de 54", describe.