Iwona Romek, empleada de una fábrica en Birmingham, había sido vecina hasta hace poco de Khalid Masood, el atacante que mató el miércoles a cuatro personas y dejó más de 30 heridos en Londres antes de ser abatido por la policía. "Estoy muy conmocionada. Eran una familia amable, muy reservada. El era muy tranquilo. Vi su foto en la televisión y me di cuenta de que era la persona que vivía ahí", explicó la mujer aún devastada.
Y es que Masood no despertaba sospechas. Aunque tenía prontuario policial, actualmente este profesor de inglés y apasionado del fisicoculturismo no estaba bajo investigación y no existía información de inteligencia que apuntara a que estaba preparando un ataque terrorista.
La primera ministra británica, Theresa May, dijo antes al Parlamento que el atacante fue investigado una vez por el MI5 en relación a "sospechas sobre extremismo violento", pero que era un "personaje periférico". Es decir, "que no estaba vinculado a ninguna célula y que se había radicalizado de forma exprés, sin contacto con ningún reclutador o captador del Estado Islámico", según dijo a La Tercera David de Caixal, experto en terrorismo (ver entrevista en página 32).
En efecto, las autoridades británicas creen que el agresor actuó solo y estaba "inspirado por terrorismo internacional", según afirmó el jefe de la unidad antiterrorista de la Policía Metropolitana, Mark Rowley. El Estado Islámico reivindicó ayer el ataque perpetrado por Masood, a quien definió como su "soldado".
Pero tal como sucedió con los ataques de Niza y Berlín, los cuestionamientos apuntan hoy a la facilidad que tuvo Masood para llevar a cabo su plan, pese a que había estado bajo el radar de las agencias de inteligencia. Sin embargo, los expertos reconocen lo difícil que resulta mantener bajo vigilancia a estos "lobos solitarios". "Los ataques de los lobos solitarios son los más difíciles de predecir (...). Por lo general tienen una red de apoyo diciéndoles que su idea de atacar es buena", comentó a La Tercera Veryan Khan, directora editorial del Consorcio de Investigación y Análisis del Terrorismo, con sede en Florida.
Igual opinión manifiesta David Chuter, especialista en políticas de seguridad e inteligencia con décadas de experiencia como asesor en defensa de los gobiernos de Reino Unido y Francia.
"Por definición, alguien que trabaja completamente solo va a ser más difícil de detectar que alguien que es parte de un grupo, especialmente si el ataque es por impulso en lugar de cuidadosamente planeado. Una sola persona con un auto arrendado y un cuchillo es, esencialmente, imparable", explica a este medio el académico del Instituto de Estudios Políticos de París, popularmente conocido como Sciences Po.
"Y usted necesitaría un número enorme de policías para seguir, 24 horas al día, a cada persona que usted teme podría llevar a cabo un día un acto de este tipo", señaló Chuter a La Tercera.
Un cálculo que el ex jefe de contraterrorismo de la inteligencia francesa, Louis Caprioli, tiene más que claro. Citado por Business Insider, estimó que se necesita de 18 a 20 oficiales para vigilar, 24 horas al día, a cualquier sospechoso. Una misión casi imposible, considerando que en septiembre pasado el entonces primer ministro galo, Manuel Valls, cifró en 15 mil las personas en el radar de la policía y los servicios en proceso de radicalizarse.
Reino Unido cuenta con 6.000 empleados en el GCHQ (uno de los tres servicios de inteligencia) y 4.000 en el MI5. Pero se estima que existen hasta 3.000 sospechosos de terrorismo en el país. Tomando como referencia la proporción francesa, se necesitarían 60.000 oficiales para rastrearlos a todos. Eso es casi la mitad del número total de agentes de policía de Gran Bretaña, que llegan a 127.000.