Para promover el comercio bilateral, en los años 50 los países aliados de la China de Mao Zedong comenzaron a recibir osos pandas de regalo. La estrategia fue repetida 20 años después hacia los países occidentales. A partir de 1984, estos animales sólo cruzan la frontera en calidad de préstamo a cambio de inversión extranjera. Es la llamada "diplomacia del panda". Hoy, en cambio, Beijing impulsa la "diplomacia de los trenes".
Esta se lleva a cabo con la construcción y puesta en marcha de miles de kilómetros de líneas férreas a nivel global. Se trata, según la agencia oficial Xinhua, de "una peculiar diplomacia de estilo chino, que es tomar sus habilidades de la manufactura y la construcción como un valor diplomático para impulsas las relaciones con los países del mundo".
En el último tiempo el desarrollo ferroviario de China ha sido rápido. De entregar la mano de obra que unió ciudades e incluso océanos -como fue el caso del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos a mediados del siglo XIX-, en menos de una década el coloso asiático construyó, según destaca The Japan Times, 12.000 de los 86.000 kilómetros de líneas férreas que posee. Y en 2007, el país inauguró su primera red de alta velocidad. Si bien ha habido cuestionamientos a la seguridad que ofrece la industria tras el choque de dos trenes bala en 2011 en la provincia de Zhejiang, que dejó 40 muertos, hoy el país tiene proyectos -en vista, desarrollo y postulación- en casi todos los continentes.
De acuerdo con los propios medios chinos, el gran embajador en la materia es el primer ministro Li Keqiang, a quien llaman "el vendedor de ferrocarriles". La cadena BBC señala que en sus viajes al exterior Li ha posicionado exitosamente contratos en Europa, el sudeste asiático y Africa. En junio pasado, por ejemplo, el alto funcionario visitó Reino Unido, país que hace casi 140 años llevó este medio de transporte a China. Durante su estancia, Li expresó el interés chino por financiar parte del proyectado Tren de Alta Velocidad (TAV) que se espera que una las ciudades de Londres, Birmingham, Manchester y Leeds.
Donde China tiene intereses ferroviarios más visibles es Africa, continente en el cual ha reforzado transversalmente su presencia en el último tiempo. Según el centro de estudios Brooking Institution, en agosto pasado los chinos terminaron por reconstruir el ferrocarril de Benguela, que conecta al puerto angoleño de Lobito con las vías de Zambia y la República Democrática del Congo. También construyen el tren que unirá Addis Abeba con Djibouti y la primera red ferroviaria de Chad.
Además, compañías chinas se han adjudicado la línea que correrá entre las nigerianas Lagos y Calabar, y en mayo Li Keqiang y el presidente keniano Uhuru Kenyatta, firmaron un acuerdo de financiamiento para el reemplazo de un ferrocarril construido hace más de cien años por los británicos entre la capital, Nairobi y la urbe portuaria de Mombasa, distantes a 609 kilómetros. Según lo estipulado, los chinos financiarán el 90% de los US$ 3.500 millones requeridos, y el 10% restante correrá por cuenta de los kenianos. En la ceremonia también participaron los presidentes de Uganda, Ruanda y Sudán del Sur, países a los que, eventualmente, se extendería el plan ferroviario, que también llegaría a Burundi.
En cuanto a América Latina, los chinos les han vendido trenes a los argentinos para el servicio ferroviario entre Buenos Aires y su área metropolitana. Además, un consorcio liderado por la estatal China CRCC busca adjudicarse la licitación del TAV que unirá Ciudad de México y el centro industrial de Querétaro, cuya velocidad máxima será de 300 km/h. Los bolivianos, en tanto, buscan que China participe en el proyecto Corredor Ferroviario Bioceánico Central, que busca integrar a Bolivia, Brasil y Perú, actualmente en fase exploratoria. EE.UU. tampoco ha quedado fuera del radar de Beijing. Los chinos están interesados en proveer trenes e instalaciones para el TAV que se planea entre San Francisco y Los Angeles.