Faltan apenas 30 minutos para que arranque el partido entre Chile y Paraguay en Santiago y Alexis Sánchez, el hombre llamado a capitanear el ataque de la Roja ante el cuadro guaraní, tiene la cabeza lejos, muy lejos de allí, a 11.686 kilómetros de distancia. En un oscuro despacho de Manchester en el que a punto está de dar la medianoche. El cierre del libro de pases en Inglaterra. El fin de su sueño de emigrar de Londres.
A esa hora, cuando los relojes marcan las 19.00 en Chile y los pupilos de Pizzi realizan trabajo precompetitivo, el Niño Maravilla ya sabe que no se moverá de su casa, que se quedará esta temporada en el Arsenal porque el City y los Gunners no han conseguido llegar a un acuerdo. La Roja se juega mucho en el Estadio Monumental en menos de media hora, pero el tocopillano lleva ya casi tres días jugando dos partidos diferentes. El del presente, ése en el que Chile puede asegurar medio boleto a Rusia, y el del futuro inminente, es decir, el del desenlace sobre su porvenir profesional.
Y aunque Alexis no está solo en el frente de ataque chileno porque Pizzi ha alineado junto a él a Vargas y Castillo, el futbolista sabe que todas las miradas están puestas en él. En el todavía jugador del Arsenal. En el casi jugador del City.
Sánchez trata de responder a su papel protagonista moviéndose por toda la franja ofensiva, pidiendo sistemáticamente la pelota, pero su sintonía con sus dos compañeros de ataque nunca termina de funcionar del todo. Siempre falta un ápice, ese mínimo detalle. Ese ínfimo resquicio que fue también –debe de pensar el jugador- el que truncó en el último instante su fichaje por el Manchester City, cuando todos daban por hecho (incluso él mismo) que la operación ya había cristalizado a primera hora de la mañana.
Con el devenir de los minutos y la ventaja provisional guaraní, Alexis empieza a desesperarse. Corre todavía más, se ofrece cada vez con mayor insitencia para tratar de devolver a Chile al partido, para combatir su propia y doble frustración interna. Pero no hay manera. Con cinco horas de retraso con respecto al horario inglés, resulta imposible anticiparse ahora a un defensor, llegar antes a una pelota.
El segundo tiempo no cambia el panorama. El tocopillano ofrece algún chispazo de su calidad, pero nunca termina de convertirse en ese jugador decisivo que Chile necesita, ése por cuyos servicios peleaban hasta hace muy poco el City y el Arsenal.
Con los brazos en la cintura, extenuado por tanto esfuerzo estéril, Alexis escucha el pitazo final. Y dirige su mirada hacia el marcador. Paraguay ha vencido por 0-3. Los puntos vuelan a tierras guaraníes y él se pregunta, probablemente, mientras baja la vista al césped, por qué es el único que no se ha movido de casa.