"Con las ganancias mensuales que arrojan los derechos de autor de Spotify no les alcanza ni para una cena en pareja". Con ese ejemplo, la revista Rolling Stone ilustró los exiguos montos que una banda independiente promedio recibe al incluir su música en el servicio de streaming. De paso, arrojó más bencina a una de las polémicas más incendiarias de la temporada: la batalla pública impulsada por ilustres del circuito musical contra una aplicación en evidente crecimiento, alzada como el último gran salvavidas de un mercado moribundo y que, de hecho, llegó a Chile el 12 de diciembre, sumiendo a los consumidores locales en esa ensoñada sensación de estar frente a una discoteca infinita.
Pero lo que se alzó como un paraíso para algunos -con la opción de acceder a un catálogo de 20 millones de canciones a través del computador o el celular, y por un pago de poco más de $ 3 mil mensuales- es apenas una injusta forma de explotación para otros. El hombre que encabezó los primeros abucheos es una institución del siempre complejo lazo entre música e internet: Thom Yorke, líder de Radiohead, quien decidió retirar de la plataforma su debut solista -The eraser (2006)- y la primera entrega de su proyecto Atoms for Peace. Todo como una forma de protesta contra los ínfimos royalties cancelados a los grupos más nuevos, lo que, según él, redunda que las ganancias mayores igual queden en manos de los sellos, con quienes finalmente negocia Spotify.
"Esta marca no incentiva hacer buena música. Si hubiera existido en 1973, jamás habríamos tenido un The dark side of the moon", lanzó en su serie de ataques sucesivos contra la compañía con sede en Suecia. Al reclamo se le sumó su compañero en Atoms..., el reputado productor Nigel Godrich ("los nuevos artistas que están descubriendo no ganarán una mierda", advirtió), aparte de ilustres como The Black Keys, Placebo, David Byrne, Grizzly Bear o el ex The Smiths Johnny Marr ("Spotify es todo lo contrario al punk", soltó).
LOS DESCARGOS
De algún modo, el modelo de negocios que irritó a los créditos más diversos apunta al pago promedio de 0,6 centavos de dólar ($ 315) por la reproducción de cada tema, según cálculos de The Guardian. Una tarifa que aumenta según la cantidad de suscriptores de pago que hayan usado Spotify ese mes (la aplicación también se ofrece gratis), los ingresos publicitarios y el número de escuchas durante un tiempo determinado (mientras más nuevo el grupo, probablemente gozará de menos reproducciones). De todas esas ganancias, la empresa resta lo que también les corresponde a entidades intermedias, como los sellos.
Ante los dardos, Spotify respondió aclarando que se trata de un negocio a largo plazo y que, más que una vía para hacer dinero, es una vitrina de exposición que puede traer beneficios posteriores, como conocer un grupo en ascenso o generar mayor convocatoria en los shows. De hecho, algo parecido fue lo que convenció a unos históricos gruñones del tema, Pink Floyd, a pasar su obra a Spotify: los ejecutivos les advirtieron que era una de las formas más eficaces para trascender.b