La elección que le dio el triunfo a Donald Trump, desnudó las divisiones y las diferencias del Estados Unidos actual, y también evidenció cómo ha ido cambiado el país desde la crisis económica de 2008.
Más allá del hecho de que estos comicios volvieron a mostrar, al igual que en 2000, que en el sistema político federal estadounidense es posible ganar la Presidencia si se obtiene la mayoría del Colegio Electoral aunque se pierda en el voto popular (47,7% para Hillary Clinton y 47,5% para Trump), determinó que los electores blancos siguen decidiendo las elecciones, que todas las grandes ciudades, sin excepción, votaron por Hillary Clinton, y que los territorios cercanos a las costas votan predominantemente demócrata (azul) pero el extenso interior está teñido de rojo (republicano).
Si hubiese que definir al votante de Trump sería hombre, blanco, de media o baja formación, de pueblos y ciudades pequeñas, de zonas agrícolas e industriales golpeadas por las políticas económicas de los últimos 20 años, y que vieron en el discurso del hoy Presidente electo la oportunidad para recuperar mercados, empleos y sueldos. No por nada Trump logró conquistar el voto determinante de aquellos sectores del cinturón industrial del país que tradicionalmente votaban demócrata, pero que se sintieron huérfanos ante el giro de ese partido a partir del gobierno de Bill Clinton (1993-2001).
El republicano pudo ganar la elección pese a que no venció en ninguna ciudad de más de un millón de habitantes. Por eso su apoyo se nutrió de los pueblos y pequeñas ciudades y no pocos suburbios repartidos por todo el país. Pese al crecimiento de las minorías, los votantes blancos siguen siendo mayoritarios. Representan el 69% del padrón electoral de Estados Unidos. Y de ellos, el 58% votó por Trump. Su alta participación aún fue capaz de diluir la movilización de los hispanos y de los negros, especialmente concentrados en estados que votan muy marcadamente demócrata. Sin embargo, los latinos no votaron en niveles arrolladores que se esperaban por Hillary Clinton: más de uno de cada cuatro de ellos votó por el empresario pese a sus propuestas antiinmigrante y la promesa de construir un muro con México.
De la misma forma las mujeres no fueron uno de los factores que terminarían definiendo los comicios. Cuatro de cada 10 votaron por Trump a pesar de su estilo machista y las denuncias de agresiones sexuales en su contra.
Franja central roja
El mapa de cómo votaron los condados del país que ilustra este artículo es elocuente. La costa del Pacífico está pintada de azul y celeste, lo mismo que los condados que miran al Atlántico en la mitad norte. Hay un mosaico mixto en Virginia, la dos Carolinas, Georgia, en la costa este bajando hacia el sur, y tiende a pintarse de azul en el sur de Florida y de Texas.
Pero la presencia del rojo republicano es arrolladora, eso al punto que en la franja de estados centrales (con la única excepción de Texas), los condados donde ganó Hillary Clinton (es decir, aquellos teñidos de azul) son un insignificante puñado, entre dos y cinco, con el extremo de Oklahoma donde hay completa ausencia de azul.
Así, de los 27 estados que no tienen salida al océano, Hillary Clinton sólo ganó cinco. También llama la atención el caso de Nevada donde Trump ganó 15 de los 17 condados, pero el estado se lo llevó Clinton gracias a la votación urbana de Las Vegas y Reno. El azul intenso en un punto cerca de la costa este es Washington DC, donde Hillary Clinton ganó su victoria más amplia (92,8% de los votos), mientras que Wyoming, el estado con menos población del país, es donde Trump logró el mayor respaldo porcentualmente hablando (70,1%).