Corría 1982 y Juan Dávila aún tenía amigos dentro de la Escena de Avanzada. El pintor que había dejado Chile en 1974, para radicarse hasta hoy en Australia, colaboró ese año en por lo menos dos performances del fallecido Carlos Leppe. Una fue La Biblia, en el Instituto Chileno Francés, donde con el torso desnudo escenificó La Piedad de Miguel Angel, en la que él era la Madre Virgen y la crítica de arte Nelly Richard, el hijo apoyado en su regazo. Más tarde entraba a escena Leppe, vestido de terno negro, maquillado y con pestañas postizas, interpelaba a Dávila por haberse autoexiliado. Los tres se repetirían el plato en otros roles, en la XII Bienal de París, con Nelly Richard como curadora. Allí, Leppe hizo una célebre performance en el baño del Museo de Arte Moderno, mientras Dávila lavaba ropa sucia.
Si bien ambas acciones pasaron a formar parte de la historia del arte en dictadura, algo pasó después o en el camino, que los tres artistas cortaron relaciones. El quiebre fue recordado por el propio Dávila en el cierre de su única retrospectiva en Chile, Imagen residual, en Matucana 100, y reproducida por La Tercera el pasado lunes. "Esa energía vital que se veía en la Escena empezó a desintegrarse, ese hacer de arte-vida que proponía el vanguardismo se volvió una especie de burocracia, una cosa muy siniestra, casi parecido a cómo la dictadura cortó radicalmente el flujo sociohistórico de Chile", dijo, y acusó a la Escena de Avanzada de haberlo marginado.
"Al ser poseedores de una única verdad: negaron la pintura y cualquier otra forma de hacer arte por la tradición formalista, no abriendo posibilidad alguna a la creación al margen del arte y política, y esa fue mi experiencia; como pintor lo mío fue rechazado como algo menor", señaló.
Las palabras de Dávila abren interrogantes sobre las relaciones humanas y artísticas que se trazaron en ese periodo, el que aparece hoy repleto de mitos, egos desproporcionados y recuerdos contradictorios.
El primero en corresponder la versión del pintor es el crítico de arte Justo Pastor Mellado. "Había, en 1981, un chiste habitual que consistía en repetir la frase de Duchamp, a cada rato: 'pintor como un estúpido'. La pintura era puesta en el lugar de la convención y de la complicidad con la dictadura. De hecho, Gonzalo Díaz dejó de ser pintor para ser aceptado por Eugenio Dittborn y Nelly Richard. Ser pintor era una vergüenza", dice.
Pintura y escándalo
En 1977, Richard acuñó el término Escena de Avanzada para referirse a un grupo de artistas que dando la espalda a los géneros tradicionales del arte, se dedicaron a combatir la dictadura con obras de corte conceptual y político. El grupo se transformó en el canon del arte de la época y hoy son referente para la academia y el mercado internacional. Los miembros eran Catalina Parra, Ronald Kay y Dittborn por un lado; Carlos Altamirano, Carlos Leppe y Nelly Richard por otro, y el grupo C.A.D.A de Diamela Eltit, Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld y Juan Castillo.
"Descalificaban, ya en 1979, a Dávila. Pero en esa época, era defendido por Richard. Dittborn, Díaz, todos lo detestaban", sigue Mellado.
El Premio Nacional Gonzalo Díaz queda con un sensación amarga por los dichos de Dávila. "Se sorprende de que por ser pintor y emigrado no se le haya dado un lugar en Chile, porque no hay financiamiento. ¿Por qué habría de dársele un lugar? Dávila hizo sus opciones, al igual que todos y cada uno de nosotros. Y cada uno tiene el lugar que ha podido conseguir, él allá o acuyá y aquí también, ¿de qué reniega, de qué se queja?", se pregunta Díaz. Y arremete contra Mellado: "Son mitos alimentados ahora por esta extrañísima actitud del Taimado Dávila y del Tránsfuga Mellado. ¿Deberé agradecerle saber por su boca las razones que tuve para transitar largamente desde la práctica pictórica hacia la gráfica, las instalaciones y la objetualidad? Hay varios personajes que han entrado ya definitivamente en la demencia senil".
Otro que difiere de la visión de Dávila sobre una Escena de Avanzada confabulada para negar todo tipo de arte que no fuera el propio, es Juan Castillo, del CADA. "La Escena de Avanzada es una creación de Nelly Richard, es su visión sobre un periodo, pero no es la visión del CADA, así que no me siento tocado por su crítica, que en parte comparto. Cuando se habla de esta Escena se asocia directamente con el CADA, fatal error. El CADA no estaba en contra de la pintura ni de la escritura, de ninguna práctica del arte. También dijimos no estar en contra de las galerías ni los museos, sino que sólo pensábamos a Chile entero como un museo. En esa época todos admiramos y personalmente lo sigo haciendo, el trabajo de Dávila. Se ha estereotipado una época, era mucho más complejo y con más matices", dice Castillo.
Nelly Richard no quiso ser parte de este artículo: "Te soy franca: no tengo el menor interés en responder las preguntas ni en participar de este tipo de polémicas".
Matonaje artístico
En 1993, Arturo Duclos, un entusiasta artista seguidor de la Escena de Avanzada, impulsó un proyecto Fondart para elaborar junto a Dittborn, Díaz y Dávila una serie de postales que distribuirían en Chile y afuera. Nadie sospechaba el revuelo que provocaría la obra de Dávila: un Simón Bolívar travestido, con senos, montando a caballo, que fue motivo de un lío diplomático entre Chile, Ecuador y Venezuela.
"La pintura de Dávila siempre fue inteligente y refractaria, lo que llevó a los artistas de la Escena de Avanzada más bien a una cuestión de envidia, sobre todo por la posición que la obra de Dávila gozaba ya en el emergente contexto internacional, las redes y los recursos que él manejaba", dice hoy Duclos, quien avala al pintor.
"Pienso que Dávila está hablando desde un resentimiento, un resentimiento no menor que ha sido símbolo del matonaje de la escena chilena desde los años 70 y que ha heredado esta impronta hacia las nuevas generaciones".
Duclos recuerda que en esos años los artistas invitados a eventos oficiales eran Carmen Aldunate, Gonzalo Cienfuegos, Benjamín Lira, Gonzalo Díaz y Benito Rojo. "En esa época Díaz pintaba escenas mágicas de santos", recuerda. Ya a fines de los 80, ganó terreno una nueva movida de pintores sin tener necesariamente anhelos políticos, entre ellos Samy Benmayor, Ismael Frigerio y Jorge Tacla. La pintura regresó.
"Lo que realmente está detrás de las acusaciones de Dávila es la manipulación que ejercieron figuras endiosadas ahora por el oficialismo político y cultural. Lamentablemente la construcción del relato sobre la historia de la Escena de Avanzada pone como ganadores a pocas figuras avaladas siempre por la oficialidad de la crítica, con las lecturas de Nelly Richard y Mellado sobre estos padres totémicos", afirma Duclos.