LA COCINA del Centro Integrado de Atención al Migrante luce radiante. Ofelia, peruana avecindada en Chile hace 15 años y administradora del centro, pasa revista a las ollas, sartenes y tiestos. Arriba de la mesa hay porotos, papas, acelgas, cebollas y trozos de carne y zapallo. "Pasen chicas, la clase va a comenzar", dice con un tono de voz suave, pero que no oculta su acento limeño. Son las 11 en punto. Al lugar entran ocho mujeres con delantal y gorro cocinero: siete bolivianas y una peruana. Ninguna lleva más de una semana en Chile. Las ocho pernoctan en el hogar que depende de la Fundación Scalabrini. La casa de acogida funciona hace 10 años en Malaquías Concha 0307, comuna de Ñuñoa. Su misión es brindar un primer apoyo a las migrantes otorgando alojamiento, comida y asesoría legal para regularizar los papeles de las extranjeras. Pero no es todo.

Escuela de nanas

En el hogar funciona además una verdadera escuela para "nanas" o asesoras del hogar. Atentos a las necesidades de las migrantes, la Congregación de los Misioneros Scalabrinianos imparte un curso -de una semana de duración- que entrega a las extranjeras los conocimientos básicos de la cocina, idiosincrasia y lenguaje chileno. La idea es que su adaptación mejore y aumenten las posibilidades de conseguir un empleo formal.

Las clases incluyen cocina chilena, donde se les capacita en la preparación de ocho platos criollos típicos; introducción a la ama de casa, que prepara a las mujeres en labores como planchado, aseo y protocolo, y que además les enseña la utilización de modismos chilenos. También, hay cursos de sicología -para enfrentar problemas domésticos- y de primeros auxilios. Al final del curso se les entrega un certificado que, según Ofelia, "les da más opciones de encontrar trabajo, les permite desenvolverse con seguridad, cuidar niños y hasta preparar cazuelas en una semana".

Las clases, que tienen un costo casi simbólico para las interesadas, parten a las nueve de la mañana en las dependencias del hogar. Al mediodía, las alumnas almuerzan y en la tarde continúan su capacitación. La gran mayoría son las mismas huéspedes del hogar que llegaron gracias al dato de un amigo o familiar.

"Señoritas. En la clase de hoy aprenderemos a cocinar porotos granados con mazamorra, pastel de acelgas y empanadas de pino", dice Ofelia a sus alumnas, que la miran con atención.

Emiliana (45) llegó hace tres días desde La Paz. Un tío le contó acerca del centro, pidió alojamiento y de inmediato se inscribió en el curso. "Mi meta es conseguir trabajo rápidamente y este curso me ayudará mucho", dice, mientras lava unas verduras.

Desde Potosí y a causa de la escasez de empleos y los sueldos bajos, Virgilia (35) decidió venirse a Chile. "Ayer aprendí a hacer cazuela. La comida chilena es muy distinta a la nuestra, pero acá aprendemos de todo. Tuvimos otra clase, donde nos dijeron qué significaban algunas palabras y también nos hablaron de nuestros deberes y derechos", cuenta.

Wendy (30) cruzó la frontera hace tres días. En Sucre, su ciudad natal, dejó a un hijo pequeño a cargo de su madre. Sus metas son claras. "Necesito trabajar, mejor si es puertas adentro para ahorrar más y poder enviarle dinero a mi pequeño. Me gusta aprender a cocinar lo que comen acá y entender lo que dicen. Si me lo piden, podré atender bien a los patrones, pero también intentaré enseñarles los platos típicos de mi país".

El director del centro es el padre Beto. Oriundo de Porto Alegre, Brasil. Precisa que el hogar alojó en 2012 a 12.214 personas y repartió 10.827 almuerzos, siendo la mayoría peruanas; sin embargo, en el último tiempo, las bolivianas han aumentado mucho. Ese año, 142 alumnas se capacitaron gracias al curso, lo que significó que 3.199 mujeres consiguieran empleos como amas de casa y regularizaran su estadía en Chile.

"Con el contrato de trabajo cambia el estatus migratorio. Por eso la dinámica de esta casa es conseguir empleo, capacitar y regularizar su situación. Una sana inclusión es positiva para el migrante y para el país", dice el padre Beto. El religioso explica que el financiamiento de la casa de acogida se basa en donaciones, participan en un banco de alimentos con otras instituciones y a través de campañas. "Les pedimos también a los empleadores que dejen una donación".

Los lunes y martes son los días de más afluencia de público en el hogar. Pueden llegar hasta cien personas, dice Ivonne, otra de las administradoras del centro que también llegó de Perú. Son principalmente mujeres -de clase media y alta- las que llegan -vía cita telefónica- a buscar una "nana". Tras una reunión entre la empleadora y la futura ama de casa, hay un período de prueba de dos semanas.

"De algún modo esto es una escuela de asesoras de hogar, no utilizamos el término nana, pues no se limitan a cocinar y trapear pisos, sino que ayudan también en la educación de niños y otras labores", concluye Ivonne.