Servir a una España "unida y diversa" es el empeño del rey Felipe VI, en un país muy diferente al de su padre, Juan Carlos I, que llegó al trono en 1975 tras cuarenta años de dictadura y hoy es una democracia asentada. En la España que hereda Felipe VI aún persiste, sin embargo, la necesidad de cerrar un modelo de convivencia que no ha cumplido con las expectativas de todos y que hoy se ve más debilitado por el desafío de los soberanistas.
Una debilidad que ha tocado también a las principales instituciones del Estado, y entre ellas a la propia Monarquía, para cuya imagen será muy importante el papel que desempeñe el nuevo rey; el "más preparado" para ello, según muchos dirigentes políticos que ven en él una garantía de estabilidad.
Además de la necesaria "regeneración democrática" tras un periodo en el que los casos de corrupción han alimentado el desencanto de los españoles, la España de 2014 tiene que dar el último salto hacia una recuperación económica.
"Me permitirán que les reitere mi empeño y convicción de dedicar todas mis fuerzas, con ilusión, a la apasionante tarea de seguir sirviendo a los españoles, a nuestra querida España; una nación, una comunidad social y política unida y diversa que hunde sus raíces en una Historia milenaria", dijo el príncipe de Asturias tras la abdicación, el pasado 2 de junio, de Juan Carlos I.
Estas palabras expresan el deseo de responder a uno de los desafíos mas importantes del futuro inmediato como es la consulta a los catalanes sobre su derecho a decidir la independencia de España, prevista según los planes del presidente del gobierno regional de Cataluña, el nacionalista Artur Mas, para el próximo 9 de noviembre.
En ese contexto, muchos representantes de los partidos mayoritarios señalan al próximo rey como garante de la estabilidad y respeto a la Constitución, en la que -según reitera el Gobierno- no cabe la celebración de una consulta que sería ilegal.
Felipe VI asume además el trono de un país en el que la desafección de los ciudadanos hacia las instituciones ha tocado su cota máxima, como reflejan todas las encuestas.
En esa distancia ha influido los casos de corrupción como el de la supuesta financiación ilegal del gobernante Partido Popular, conocido como el "caso Bárcenas", o el del supuesto fraude con fondos públicos en la región de Andalucía, gobernada por el Partido Socialista (PSOE), el llamado "caso de los EREs".
La pérdida de popularidad también ha afectado a la Monarquía. Después de muchos años como la institución más valorada por los españoles, el último sondeo del estatal Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reflejó que un respaldo de 3,72 puntos sobre 10.
Una calificación que todavía debe afrontar el desenlace judicial del caso de corrupción en el que está imputado Iñaki Urdangarín por el supuesto desvío de fondos públicos a una entidad sin ánimo de lucro que presidió el esposo de la infanta Cristina, hermana del rey de España.
La coyuntura política también atraviesa momentos de cambio, ya que las últimas elecciones europeas, el pasado 25 de mayo, supusieron un serio castigo al tradicional bipartidismo.
PP y PSOE no fueron capaces en esa cita de sumar el 50 por ciento de los votos, mientras que nuevas fuerzas políticas, como el movimiento ciudadano Podemos, irrumpieron con fuerza en un escenario en el que, junto a la coalición Izquierda Unida y otros partidos de izquierda, abogan por dar la oportunidad a los ciudadanos de pronunciarse en referéndum sobre la Jefatura de Estado.
El desempleo y la situación económica siguen siendo en 2014 los principales problemas que señalan los españoles en las encuestas del CIS, aunque la mayor dificultad ahora es que los ciudadanos no acaban de ver la luz al final del túnel que vaticinan las últimas cifras macroeconómicas.
Con un desempleo del 25,9 por ciento, que golpea especialmente a los más jóvenes, el gran desafío es dar el impulso definitivo a la recuperación para conseguir crear empleo, una de las grandes preocupaciones expresadas por el rey Juan Carlos y el futuro Felipe VI.