El domingo 9, a eso de las 16.30 horas, cuando recién comenzaba la votación secreta de los miembros del comité central del Partido Socialista (PS) para zanjar la postergada definición de su abanderado presidencial, el ex mandatario Ricardo Lagos llamó al timonel del PPD, Gonzalo Navarrete, para analizar el complejo escenario político que se abría. "Las cosas no pintan nada de bien", admitió el ex presidente.
Lagos acababa de recibir un informe detallado desde el Estadio El Llano, donde se habían congregado los socialistas, de parte del hasta entonces coordinador de su campaña, el ex ministro de Energía Máximo Pacheco. Las cifras eran más dramáticas de lo que le habían pronosticado las principales figuras socialistas que respaldaban su candidatura, quienes le habían asegurado que la definición sería estrecha o, incluso, como sostuvieron otros, podría llegarse a un entendimiento de último minuto al interior de la colectividad para dejar en libertad de acción a sus militantes. No sólo eso descorazonó a Lagos. Toda la puesta en escena del comité central que había preparado la nueva mesa directiva del PS, encabezada por Alvaro Elizalde, con urnas y cámaras secretas armadas con antelación, un número acotado de intervenciones y el silencio de la directiva respecto del candidato, anticipaba que la derrota sería dura.
-Si se da ese resultado, mi candidatura es inviable-, le adelantó Lagos al timonel del PPD.
Navarrete insistió en que con el PPD ya refichado podían seguir adelante hasta el 2 de julio, fecha de las primarias legales. Lagos guardó silencio.
-Juntémonos a las 22 horas-, retrucó el aún abanderado.
Pero la cita entre el ex mandatario y quien fuera su subsecretario de Salud no llegó a realizarse. Media hora antes de lo programado, Lagos volvió a llamar a Navarrete. Estaba evidentemente afectado. "Ya no hay nada más que hacer"- le dijo, anunciando formalmente que bajaría su candidatura presidencial al día siguiente.
Ahora era también el PPD el golpeado. Aunque se trataba de un escenario previsible, desde que Lagos se estancó en el 3% en las encuestas y se hacía evidente la división que estaba provocando el tema presidencial al interior del PS, en la colectividad que fundó el propio ex jefe de Estado en diciembre de 1987, como partido instrumental para derrotar a Pinochet en el plebiscito, no había un plan B.
En la "vieja guardia concertacionista" -que aspiraba a que el ex mandatario pudiera imponerse al senador Alejandro Guillier, tampoco.
"La decisión del PS marcó el fin de un ciclo político que se inició en 1988. Pero este fin de ciclo no fue de muerte natural, sino que se trató de un homicidio calificado", comentaban esta semana algunos conspicuos miembros del también llamado "partido transversal", nombre acuñado por el ex ministro Enrique Correa para describir la articulación extrainstitucional entre personeros de la DC y el socialismo criollo para dar cohesión y gobernabilidad a la alianza política en base a reformas graduales.
Nada de lo que ocurrió el domingo pasado, con la decisión del PS, afirman ex ministros de los primeros gobiernos de la Concertación que piden hablar en anonimato, hubiese sido posible si es que desde el inicio de la administración bacheletista no se "hubiera hecho un proceso sistemático de demolición de la reputación y el legado de la Concertación".
La Nueva Mayoría, sostiene el ex ministro Francisco Vidal, intentó construir una hegemonía distinta a la vieja Concertación. Fuera de la primera línea partidaria, pero aún con una importante vitrina en los medios de comunicación, las huestes del también llamado "partido del orden", lejos de retirarse a sus "cuarteles de invierno", nunca perdieron la esperanza de rearticularse y asumir roles de conducción.
"Se convirtieron en una especie de bomberos, a los que llamaban cuando había que apagar crisis", retrata el sociólogo Eugenio Tironi, recordando la negociación que llevó a Edmundo Pérez Yoma al Ministerio del Interior en el primer gobierno de Bachelet, tras el fracaso de la estrategia del "gobierno ciudadano", y en esta administración, a Jorge Burgos, en reemplazo de Rodrigo Peñailillo en Interior, y de Rodrigo Valdés, por Alberto Arenas en Hacienda, para desplegar un esfuerzo por retomar la política de los consensos.
Fue con Lagos, sin embargo, que el denominado "partido transversal" volvió a rearticular fuerzas. "Creo que estamos frente a una gran crisis (...). Desde el punto de vista de la legitimidad, estamos viviendo la peor crisis institucional en la historia de Chile", señalaba el ex mandatario en julio del año pasado, cuando daba los primeros pasos por levantar una candidatura presidencial ante la caída en la popularidad del gobierno, el creciente rechazo ciudadano a la forma en que se estaban llevando a cabo las reformas estructurales comprometidas por Bachelet y el clima de desconfianza generalizado de los chilenos con el mundo político y empresarial por los escándalos de financiamiento ilegal de las campañas y los casos de colusión.
"Hay un cuadro muy diferente al que inauguramos y trabajamos desde el inicio de la transición, de los años 90 en adelante, y hay ahí un tema que está en discusión: algunos dicen que somos partidarios sólo de preservar lo que fue el proyecto de la Concertación y que hay una revancha entre los que quieren mantener ese proyecto y los que quieren radicar el proyecto más hacia la izquierda. Puede ser que sea cierto. Yo apuesto por volver a retomar el camino que iniciamos y que nos hizo exitosos en la transición, es un camino que no está agotado, queda mucho todavía por hacer para efectuar las transformaciones que el país necesita", afirma el senador Andrés Zaldívar, uno de los impulsores desde la DC de la candidatura presidencial de Lagos.
El principio del fin
Para la DC, el portazo del comité central del PS a Lagos y la proclamación de Guillier como su abanderado presidencial fueron interpretados como el fin del eje histórico que había dado cohesión al bloque oficialista desde la recuperación de la democracia.
"El PS, con su decisión cambió el eje, optó por fortalecer y profundizar el eje de izquierda. Desde la creación de la Concertación, el bloque estuvo en una permanente tensión entre los que apoyaban una socialdemocracia sustentada en el trabajo conjunto entre el mundo democratacristiano y el socialismo. Podía haber diferencias en temas valóricos, pero en políticas públicas, lo que había era socialdemocracia", afirma el diputado y vicepresidente DC, Sergio Espejo, jefe programático de la candidatura de la senadora y timonel Carolina Goic.
Días antes del comité central del PS, la DC ya había advertido a sus socios que si el nombre de Lagos no estaba en las primarias, su abanderada presidencial iría directo a primera vuelta. Lo que querían evitar a toda costa era quedar aislados y enfrentar a Goic con un Guillier apoyado por todas las demás fuerzas de la Nueva Mayoría.
"No nos dejaron alternativa", sostiene el vicepresidente de la DC, diputado Matías Walker.
Pero la idea de ir directo a primera vuelta venía ganando terreno hacía varios meses en una DC que ha hecho manifiesta su incomodidad con la Nueva Mayoría. En un principio, ni Goic ni el resto de la mesa directiva eran partidarios de esa opción. Incluso, en marzo, durante la junta nacional del partido, la cúpula falangista se la jugó por postergar el debate sobre el mecanismo y concentrar toda la jornada en la proclamación de Goic como abanderada de la DC. Entendían que llegar a noviembre con dos candidatos presidenciales no sólo facilitaba el triunfo de la derecha, también conllevaba el riesgo de un quiebre definitivo de la coalición.
"Se abrió un escenario que hace impensable a la DC ir a primarias. La DC no tiene nada que hacer con sectores del PS, del PC, del PPD y radicales que piensan que con Guillier se puede adelantar por la izquierda y pretenden insistir en la idea de un gobierno ciudadano", recalca el diputado Espejo.
Pero los costos del camino propio pueden ser muy altos para la DC. Al interior de la falange, admiten que la candidatura presidencial de Goic ha permitido cohesionar a la colectividad y "le devolvió dignidad partidaria", como afirma Espejo. Sin embargo, la figura de la senadora DC aún no tiene un correlato electoral en las encuestas. A más de un mes de su proclamación, no crece en los sondeos (está en torno al 2% de adhesión) y ya fue superada por la precandidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, pese a que la periodista recién lleva apenas dos semanas en carrera.
En la DC, incluso en el núcleo más cercano a Goic, aseguran que la idea de ir a primera vuelta siempre fue con condiciones. Entre éstas: tener un candidato instalado en las encuestas y competitivo, y en segundo lugar, el lograr un acuerdo parlamentario con las demás fuerzas de la Nueva Mayoría.
"Soy de los que creen que en algún momento tendremos que reconstruir alguna cosa sensata, ya sea si somos gobierno o desde el Parlamento, si somos oposición. Pero se debe evitar caer en la polaridad de la derecha y la extrema izquierda", sostiene el ex ministro del Interior Jorge Burgos, quien también apoyó la candidatura de Lagos desde la DC.
La postura de la DC no ha encontrado apoyo en los demás socios de la coalición. El martes 11, un día después de la bajada de Lagos, la directiva del PPD se reunió con la mesa DC. No sólo se discutió la posibilidad de que el PPD respaldara a Goic como una forma de salvar las primarias y evitar el quiebre de la coalición. También se exploraron fórmulas para un acuerdo parlamentario, independiente del tema presidencial, que sirva de germen para la construcción de un nuevo entendimiento entre el mundo socialdemócrata y el socialcristiano.
Y aunque se van a reunir por segunda vez esta semana, el timonel del PPD, Gonzalo Navarrete, ve difícil alcanzar acuerdos en esas materias.
El PS y el Partido Radical, al igual que el candidato presidencial Alejandro Guillier, ya notificaron a la DC que el "paquete es completo", por lo que sólo habría acuerdo parlamentario si es que hay un acuerdo presidencial.
En medio de este clima de tensión, la vieja guardia concertacionista, las figuras del "partido transversal" que lideraron durante casi dos décadas el control de la coalición, toman palco, golpeados aún por la abrupta bajada del ex Presidente Lagos de la carrera presidencial.
La estocada que les propinó la decisión del comité central del PS, con su rechazo a Ricardo Lagos, fue profunda, pero algunos aún esperan que no sea definitiva.
"En política, para que un grupo muera, sólo puede darse porque es sustituido por otra cosa. Y eso aún no ocurre", concluye el ex ministro de Frei, el DC Genaro Arriagada.