Los ocho días que pasaron hasta la final de suelo desde que el sábado pasado compitiera en la clasificación, se transformaron en jornadas larguísimas para Tomás González. Incluso, reconoció que en la noche previa a la definición durmió sobresaltado, despertándose a cada rato, incapaz de sacarse la complicada jornada que se le venía por delante.
"Esta semana de espera fue eterna, se me hizo muy larga y cada día aumentaba la ansiedad por competir. Hoy (ayer) rompí el hielo", admitió González.
Acostumbrado a competencias en que las definiciones no demoran más de uno o dos días respecto de la primera jornada, el programa olímpico le trastrocó los planes y le generó sensaciones a las que no estaba acostumbrado.
En un principio mantener el mismo perfil que había cultivado antes de su debut, en el que tuvo nulo contacto con la prensa y no participó de las actividades oficiales de la delegación, como la recepción que organizó la embajada chilena en Londres y el desfile en la inauguración, luego de avanzar a las definiciones el gimnasta modificó un poco su agenda y, consciente del asedio que podía sufrir, decidió atender a todos los medios el martes en la tarde. Fue uno de los pocos momentos en que se salió de su estado de concentración absoluta.
Sus padres y sus hermanos se encuentran en Londres, acompañándolo por primera vez, en conjunto, en una competencia en el extranjero, pero no se han visto todos los días. Apenas unos ratos el sábado después de la clasificación, el lunes y en la noche previa.
La primera jornada fue de relajo, de tomarse un café, de compartir emociones. En la segunda los invitó a la Villa Olímpica y les mostró todas las instalaciones. Y en la última, recibió un abrazo y un regalo. "Ayer (el sábado) lo fuimos a esperar después del entrenamiento, a darle un abrazo por lo que venía y darle su regalo del día del niño, porque todavía es un niño", contó Marcela Sepúlveda, su madre, ex gimnasta y la persona que le inculcó el amor por la disciplina desde pequeño.
CONTACTOS PUNTUALES
La mamá reconoce que se trata de "pequeños intercambios de emociones. Nos hemos visto poco, pero lo hacemos de adrede. No queremos hacer nada fuera de lo acostumbrado".
El resto del tiempo, "La Máquina" lo pasó en la Villa Olímpica, compartiendo con su técnico Yoel Gutiérrez y su kinesióloga Daniela Fingerhuth, su grupo de trabajo más cercano.
El entrenador cubano reconoce que debió realizar una labor especial para mantenerlo concentrado durante el largo período de inactividad, del que salía una vez al día, con prácticas de una hora a 90 minutos.
Gutiérrez detalla el proceso: "Durante estos días los que más hicimos fue conversar, reírnos, hacer cosas para bajarle la ansiedad. Entrenábamos una vez al día y el resto era diálogo, preguntarle cómo te sientes. ¿Turismo? No, nada de turismo. Eso podrá hacerlo a partir de mañana (hoy)"