Histórico

La evolución del mítico Segundo Piso de La Moneda

La crisis generada por el viaje de Bachelet a La Araucanía reflotó los resquemores que este grupo de asesores provoca en los partidos y en sectores del gobierno. 

La crisis generada por la marginación del ministro del Interior, Jorge Burgos, del viaje de la Presidenta Michelle Bachelet a La Araucanía, reflotó los resquemores que genera en sectores de la Nueva Mayoría y del propio gobierno el rol que ejerce el denominado Segundo Piso de La Moneda.

El mítico grupo de asesores nació en el gobierno de Ricardo Lagos, con una estructura pequeña: no más de cuatro personas con oficinas aledañas al despacho del Presidente en la planta superior de Palacio.

El emblema de ese equipo era Ernesto Ottone, quien tuvo un perfil discreto, con actividades públicas casi nulas. El único episodio que traspasó la reserva que existía en torno a ese grupo fue casi anecdótico: Lagos lo envió a Cuba a reunirse con Fidel Castro, quien quería invitar al entonces mandatario a la isla. Ottone fue a tantear las condiciones del viaje, pero finalmente la visita de Lagos nunca se concretó.

Ottone estaba a cargo del equipo estratégico, que se preocupaba de los ejes centrales del gobierno y de que éste mantuviera su sello. Eugenio Lahera, en tanto, estaba encargado del seguimiento de las tareas. El equipo tenía funciones claras. Trabajaba en base a la premisa de que su único “cliente” era el Presidente de la República, no el resto del gobierno. Jamás -dicen- se le daba una instrucción a un ministro.

Hoy, en cambio, el Segundo Piso de Bachelet está en la mira de todo el sistema político precisamente por no ceñirse a esa premisa. El triunvirato conformado por la jefa de gabinete de la Mandataria, Ana Lya Uriarte; la jefa de prensa, Haydeé Rojas, y el director de políticas públicas, Pedro Güell, ha herido suceptibilidades en La Moneda y en los partidos. Se les acusa de ejercer atribuciones que no les corresponden y de tomar decisiones propias de los ministros. Consecuencia de eso -se quejan en el oficialismo- es el 24% de aprobación que según Adimark alcanza hoy la Presidenta, el registro más bajo de sus dos administraciones.

Los contrastes entre la situación actual y el diseño original de este grupo de asesores son varios. Por ejemplo, distintos ex colaboradores de Lagos dicen que en su gobierno hubiera sido impensado que un viaje a La Araucanía no estuviera a cargo del entonces ministro del Interior, José Miguel Insulza. El MOP-Gate, la peor crisis que vivió ese gobierno, estuvo en manos de Insulza, mientras que la forma de enfrentar comunicacionalmente el caso Caval -aseguran fuentes de Palacio- está hoy a cargo de Uriarte y Güell.

La legitimidad y la influencia del Segundo Piso de Lagos estaba dada por cuánto podía incidir en el pensamiento del Presidente. Cuando EE.UU. quiso la venia del Consejo de Seguridad de la ONU -del que Chile formaba parte como miembro no permanente- para atacar a Irak, algunos integrantes de su gabinete estuvieron por respaldar a George Bush. Finalmente, Lagos votó en contra, por recomendación del Segundo Piso.

La evolución de los roles del Segundo Piso comenzó en la primera administración de Bachelet. La jefa de Estado aterrizó en La Moneda con la tarea de despejar las dudas sobre su capacidad de gobernar y tomar decisiones, ya que era la primera mujer en presidir el país. Los responsables de posicionarla fueron el Segundo Piso y la Secretaría de Comunicaciones (Secom), que en ese período formaron una poderosa unidad. Los protagonistas eran Juan Carvajal, Rodrigo Peñailillo y María Angélica “Jupi” Álvarez. En pleno gobierno su sumó, como un cuarto puntal, la jefa de prensa, Paula Walker.

El equipo -al que se le atribuye un rol determinante en que la Mandataria terminara su gestión con más de un 80% de aprobación ciudadana- tenía un sistema de trabajo cohesionado. Todos contaban con la confianza de la Presidenta y cultivaban un bajo perfil público. Peñailillo, quien era jefe de gabinete -el cargo que hoy tiene Uriarte- era considerado la “voz” de Bachelet, pero no era percibido como alguien que ejerciera un poder autónomo. Quien sí consiguió una gravitación propia fue Juan Carvajal, entonces director de la Secom. En su momento se le apodó como el “cuarto ministro” del comité político, y fue de público conocimiento que su relación con el entonces vocero de gobierno, Ricardo Lagos Weber, era difícil.

No obstante, su trabajo fue considerado exitoso. Dos episodios clave para asentar el liderazgo de Bachelet son atribuídos a él: el “decálogo”, que consistió en una reprimenda pública de la Presidenta a sus ministros, subsecretarios y jefes de servicio, instándolos a ser más proactivos y mejorar la gestión, y un segundo episodio similar, pero que tuvo en el centro del “reto” presidencial a los empresarios.

Sebastián Piñera también generó una redistribución de fuerzas. En su gobierno, la Secom -a cargo de Mauricio Lob- tuvo un rol más discreto que el Segundo Piso, controlado por cuatro mujeres fuertes: María Luisa Brahm, Magdalena Piñera, María Irene Chadwick  y Carla Munizaga.

La hija del Presidente se desempeñaba como jefa de gabinete,  Chadwick como directora de Programación y Munizaga como jefa de comunicaciones. La que concentraba el mayor poder, en todo caso, era Brahm, quien  manejaba el área de estudios, políticas públicas y análisis: era la jefa de asesores de Presidencia y manejaba la relación con la Segpres, además del  seguimiento de las políticas públicas.

Su gravitancia también generó roces con su coalición de gobierno y, en particular, con el entonces timonel de RN, Carlos Larraín. En mayo de 2012, cuando Piñera había bajado a un 24% de apoyo, Larraín sugirió que los integrantes del Segundo Piso “debieran irse al subterráneo”. Los roces con el equipo llegaron a deteriorar la relación del Mandatario con RN, su propio partido, un efecto semejante al que ha producido el actual Segundo Piso entre Bachelet y una de las colectividades de gobierno: la DC.

Lo que más distingue al actual de los tres equipos anteriores es que -según distintos personeros que han pasado por La Moneda- hoy hay un liderazgo más bien personalista de Uriarte, quien, pese a ser sólo la jefa de gabinete, tuvo influencia en los nombramientos de autoridades, en la elaboración de las promesas del 21 de mayo e, incluso, autonomía en la toma de decisiones.

Muchos aún cuestionan su llegada a la jefatura de gabinete como el reemplazo de Paula Narváez, quien salió por prenatal y no pudo volver a su puesto, ya que fue destinada a otra labor. Narváez no asistía al comité político, pero Uriarte sí lo hace. En esas reuniones, la Mandataria y sus ministros políticos revisan un informe semanal redactado por Güell. Y quienes han asistido comentan  que esos textos contienen más “diagnósticos” que “propuestas”.

Así, creen que a, diferencia de lo obrado por los otros segundos pisos, hoy no se ha logrado construir un relato en torno a Bachelet, que les permita defender las reformas o, al menos, resguardar lo que  ella solía representar.

UDI pide información de asesores

Ayer, por medio de un oficio dirigido a Presidencia, los diputados UDI Jaime Bellolio y Felipe Ward solicitaron detallada información respecto al funcionamiento del denominado Segundo Piso, liderado por Ana Lya Uriarte.

Dentro de los cuatro puntos que contiene el documento, se solicita la nómina completa de todos las personas que se desempeñan en el gabinete presidencial, sus contratos, funciones y remuneraciones.

Junto con esto se solicitan los antecedentes curriculares de todos lo funcionarios y todos los “informes, estudios, reportes y en general todos los trabajos realizados” por estos asesores.

Además, en el oficio enviado por la UDI se pide que se transparenten los indicadores de gestión, mediciones y evaluaciones de desempeño que se les haya aplicado a quienes ejercen roles como asesores en el Segundo Piso del Palacio de La Moneda.

“Todo indica que el Segundo Piso de la Presidencia, más que un gabinete de asesores, se está transformando en un gabinete de ministros en las sombras”, señaló el diputado Jaime Bellolio, para explicar uno de los motivos para enviar el oficio: buscar aclarar y determinar las funciones de estos colaboradores.

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