Un hombre de ciencia, ergo, un individuo racional, serio y más bien frío. Charles Darwin (1809-1882), el padre de la teoría de la evolución, ayudó a modelar el prototipo del científico definido por su trabajo en aras del conocimiento y del progreso. Y así es como puede apreciarse en buena parte de su correspondencia, publicada en The correspondence of Charles Darwin (1985).
Sin embargo, el material que se ha ido descubriendo con los años -en total, 15 mil cartas- habla de un perfil más complejo. De un Darwin que se condolía del sufrimiento de otros o que expresaba casi sin filtro el suyo. El 27 de noviembre de 1863, por ejemplo, le escribió a un amigo cuyo hijo contrajo la escarlatina y que ya había sufrido la pérdida de otro, tal como Darwin perdió a su pequeña Annie, en 1851: "Me apena saber lo de la escarlatina. Mi querido y viejo amigo, eres muy desafortunado. Pero las cosas deben cambiar pronto… Mucho amor, mucha puesta a prueba. Pero qué desierto absoluto es la vida sin amor".
El destinatario era el botánico Joseph Dalton Hooker (1817-1911), acaso el más íntimo y perdurable de sus amigos. La correspondencia entre ambos se desarrolló entre 1843 y 1882 y en palabras de la historiadora Alison Pearn, "no hay un set individual de cartas más importante para Darwin".
Pearn es directora asociada del Darwin Correspondence Project, un proyecto con base en la U. de Cambridge que contiene descripciones básicas de 15 mil cartas darwinianas. Y su última inclusión hace consultables 1.200 misivas entre ambos -300 de ellas inéditas- y más de cinco mil imágenes.
Darwin y Hooker se conocieron en su juventud, tras extensos viajes como botánicos: Darwin vivió cinco años de travesía a bordo del Beagle, mientras su amigo fue a la Antártica. Más tarde, Hooker se convirtió en director del Jardín Botánico Real de Kew Gardens, mientras Darwin desarrolló sus ideas sobre la evolución. Se veían de vez en cuando, pero la amistad se mantuvo por escrito.
La familiaridad y la cercanía son palpables. El 29 de diciembre de 1860, Darwin escribe a su amigo, que ha tenido problemas de salud: "Me alegra profundamente que te vayas a cuidar. Ninguna mente podría soportar tu incesante trabajo". Dieciséis años más tarde, le cuenta sobre la muerte en el parto de la esposa de su hijo Francis: "La pobre Amy tuvo convulsiones severas debido a una falla en sus riñones. Después de las convulsiones, se dejó caer en un sopor del que nunca se recuperó. Es un consuelo inefable el que no haya sufrido ni sabido que dejaba para siempre a su amado esposo. Ha sido un golpe muy amargo para todos nosotros".
Fue con Hooker con quien primero compartió Darwin sus aproximaciones sobre la evolución, radicales para su tiempo. El 11 de enero de 1844, Darwin anotaría: "Por fin vinieron los destellos de luz y estoy casi convencido, contrariamente a mi opinión inicial, de que las especies no son -y esto es como confesar un asesinato- inmutables".