En su origen, la celebración de Semana Santa en Chile era muy diferente a la actual oferta de pescados, mariscos y huevos de chocolate. Al igual que otras fiestas religiosas se instaló con el arribo español.

Los primeros relatos de Cuaresma y Semana Santa, se tienen gracias a lo escrito de Alonso de Ovalle en su Histórica Relación del Reino de Chile (1646). Sus relatos mencionan varias procesiones que se realizaban en diversos puntos de la ciudad, dice Marcial Sánchez, profesor de Historia de la Iglesia en la UC e investigador del Centro de Estudios Bicentenario.

Eran comunes las cofradías. "En la de los negros, que salían de la Iglesia de La Compañía, los hombres elevaban a la Verónica y la conducían a la Plaza de Armas, frente a la Catedral. La segunda procesión, de la Cofradía de los Mulatos, se iniciaba en San Agustín y cargaban la imagen de Cristo con la Cruz a cuesta. Este cortejo, aparecería en la plaza por la actual calle Estado. La tercera, venía de la Merced, eran los nazarenos vestidos con túnicas rojas, quienes traían consigo la Virgen Dolorosa y a San Juan Bautista", dice Sánchez.

Para 1764, una norma del gobernador Antonio Guilly y Gonzaga prohibió todo tipo de actividades durante la Semana Santa, reafirmado con un decreto de Pedro Nolasco de 1830. Con los años y la separación de la Iglesia y Estado en 1925, si bien la celebración no decayó, las grandes procesiones dejaron de ser lo central. "Se comenzó a vivir como un encuentro familiar, donde lo importante es acompañar a Cristo en la Cruz", explica Sánchez.

La tradición de los huevos de chocolate, como muchas otras, es producto de la cultura migrante. "Sumado a esto la penetración de los medios de comunicación masiva y en una cultura capitalista, como la nuestra, paso a ser un buen negocio. En todo caso, en lo personal considero son un elemento más a la gran fiesta de la resurrección", dice.

Pescado versus carne

Desde los primeros tiempos del cristianismo, la fecha se conmemoraba con ayuno, sin ingesta de carne. "En la conmemoración de un día tan importante para la historia de la Iglesia, como lo es la muerte de Jesús en la Cruz, es una privación que se hace para solidarizar con el sufrimiento del inocente cultivando la virtud de la templanza en comunidad", explica. Con el avance del cristianismo, esta práctica se instaló en la cultura.

Pero al no poder comer carne, se instala como alternativa el pescado. "Esto no tiene nada que ver con un fundamento bíblico ni espiritual. En una sociedad cada vez más secularizada, la práctica se ha convertido en comer 'ricos pescados y mariscos' sin atender al sentido del mandato de la abstinencia", explica Sánchez.