"¿Por qué me mentiste?, ¿por qué lo hiciste?", dijo una enfurecida Hillary a su marido Bill Clinton en el dormitorio presidencial de la Casa Blanca. Corría 1998, Clinton cumplía su segundo periodo como Presidente de Estados Unidos, y en la habitación reinaba el silencio, interrumpido a ratos, por los gritos de una primera dama enfurecida.
"Lo siento, lo siento. Solo quería protegerte a ti y a nuestra hijita...", dijo Clinton, admitiendo así los rumores de una relación extramatrimonial con la becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, escándalo que le significó un juicio político, el que casi termina con su mandato.
En ese proceso judicial del que finalmente salió invicto, Clinton mintió bajo juramento. Palabras que no pudo seguir defendiendo ante su mujer, quien hasta ese entonces aseguró no solo creerle: había privilegiado la carrera política de él por sobre la suya, apoyándolo incondicionalmente.
"Hillary es la estratega y la pragmática, Bill el intelectual y el candidato", dicen los cercanos a la pareja sobre la relación que mantuvieron durante las primeras décadas de su matrimonio, cuando el abogado asumió como gobernador de Arkansas mientras se abría espacio al interior del Partido Demócrata.
Una dinámica que se mantuvo hasta finales de los 90' cuando los Clinton aterrizaron en la Casa Blanca.
Pese a que Hillary instaló su oficina en la sala Oeste del palacio presidencial y se convirtió en una primera dama con influencia directa en la política de su marido, le fue difícil dejar un legado.
La derrota en el Congreso de la reforma al sistema de salud conocida como "HillaryCare", uno de sus proyectos más importantes, marcaron su rol en esa época.
Las acusaciones de acoso sexual en contra el ex presidente Bill Clinton, y su relación extra matrimonial con Gennifer Flowers, expusieron a Hillary como una mujer traicionada que se enfrentaba a la disyuntiva de perdonar a su marido, quien terminó por asumir sus infidelidades en público.
Precisamente, fue tras este último episodio que Hillary comenzó a reescribir su historia política, la que había quedado en suspenso hace treinta años.
El anhelo se concretó en el 2000, cuando fue confirmada como candidata a senadora del estado de Nueva York y cuando, ocho años más tarde, asumió como secretaria de Estado en la administración de Barack Obama.
Tuvieron que pasar otros ocho años más para que el Partido Demócrata la nominara como candidata. Hoy es la mujer que más cerca ha estado de convertirse en la primera Presidenta de Estados Unidos. Pese al largo camino recorrido, desde 1969 que Hillary Clinton ya estaba preparada para este momento.
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"No estamos todavía en las posiciones de liderazgo de poder, pero sí tenemos ese elemento indispensable de la crítica y la protesta constructiva", contestó una joven Hillary Rodham al senador republicano Ed Brooke, luego de que criticara las crecientes manifestaciones de los jóvenes norteamericanos de los 60'.
Era 1969 y una veinteañera Hillary se convirtió en la primera estudiante de toda la historia de Wellesley College, la prestigiosa universidad para mujeres a la que asistió antes de ingresar a Yale, en dar un discurso en la ceremonia de graduación.
Estas palabras, un tanto improvisadas, venían a refutar los dichos del senador Brooke, en la misma ceremonia, en contra de las protestas de los jóvenes norteamericanos hacia la conducción política de Estados Unidos, muy comunes en la época.
Un episodio que se convirtió en el primer escándalo político que afectó a Hillary.
Fue en Wellesley donde la candidata demócrata maduró sus ideas políticas y sufrió una metamorfósis ideológica, coincidiendo con el proceso que vivía el resto de la juventud que se levantaba en contra de la Guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles y la igualdad entre hombres y mujeres.
Aquí también forjó su carácter: trabajadora, metódica y una muy buena negociadora, según la recuerdan sus cercanos de la época.
Pero sus ideas políticas no siempre fueron las mismas. De una familia con tradición republicana, en sus primeros años como estudiante se dedicó a reclutar a otras jóvenes
para apoyar las candidaturas de diversas figuras de ese partido.
Incluso, en 1965 Hillary trabajó activamente en la campaña del aspirante a la Casa Blanca, Barry Goldwater.
Siguió ligada a los republicanos hasta su penúltimo año de universidad, cuando realizó una pasantía en el equipo de trabajo del congresista Melvin Larid.
Tras su regreso a la universidad, el semestre entrante, Hillary ya no era la misma. Se había convertido en una activista de los derechos civiles, mientras que la pobreza y la desigualdad eran sus principales preocupaciones. Así se fue gestando su giro hacia el Partido Demócrata.
Su tesis, titulada "Solo existe la lucha… Un análisis del modelo Alinsky", donde se acercó a las ideas de uno de los principales referentes de la izquierda norteamericana, y su provocador discurso de graduación le confirieron el nombre de activista estudiantil en esa época.
El éxito en la carrera política de Hillary Rodham parecía, en ese entonces, estar trazado. "Va a ser la egresada con más éxito de la generación", se atrevieron a escribir sus compañeras de curso en el anuario escolar, augurando así lo que sería su futuro político.
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Así como no se le puede calificar de revolucionaria ni de hippie, convencional tampoco es una palabra que describe los años de juventud de Hillary Rodham.
Una vez que egresó de Wellesley, siguió la carrera de derecho en Yale, a diferencia de sus compañeras que se dedicaron, de inmediato, a la vida familiar. Fue en este campus donde conoció a su marido, el ex presidente Bill Clinton.
Contrajeron matrimonio en 1975, mientras él apostaba por convertirse en el próximo gobernador de Arkansas, elección que ganó en 1978.
En esa época Hillary era socia en el estudio Rose Law, empleo que mantuvo pese a la elección de su marido, una decisión inusual para las mujeres de la época.
Antes, ya se había desempeñado en otros puestos importantes: en 1974 trabajó para John Doar, consejero especial del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, a cargo de la investigación del Presidente Richard Nixon por el caso Watergate. También destacó como activista por los derechos civiles e investigadora en asuntos de pobreza infantil.
Así como Hillary no renunció a su carrera profesional, tampoco lo hizo a su apellido de soltera. Hasta fines de los 80' siguió llamándose Hillary Rodhman. Según declaró a los medios, ella necesitaba "mantener su identidad".
Pero la decisión causó acalorados debates entre los electores de la época. Si ya era raro que una mujer conservara su apellido en Estados Unidos, más lo era en Arkansas, uno de los estados más tradicionales, segregados y religiosos del país.
Cuando Clinton buscó la reelección como gobernador, Hillary cedió ante la presión y pasó a llamarse Hillary Rodham Clinton, tomando el apellido de su marido sin presumir que unos años después, él, producto de su infidelidad, la convertiría en víctima de uno de los escándalos políticos más recordados del último tiempo.
En ese entonces, la Hillary Rodham más rupturista se había perdido bajo el apellido Clinton, abrumada por los escándalos de su marido. También había quedado atrás el espíritu de la mujer que en 1969 se atrevió a refutar los dichos de un congresista cuando era apenas una estudiante.
En los últimos años de la era Clinton, Hillary había asumido un papel tradicional respecto a la figura de primera dama, contrario al rol activo que jugó en el primer periodo presidencial. Pero tras el escándalo Lewinsky, la abogada impulsó nuevamente su carrera política, logrando una candidatura como senadora de Nueva York, escaño que ganó en 2000 y luego en 2006, siendo la única primera dama de la historia de Estados Unidos en postular a un cargo de elección popular.
Dos años después, postuló a la presidencia de Estados Unidos pero perdió la nominación ante Barack Obama. En su primera administración se convirtió en su secretaria de Estado, donde, entre otros desafíos, debió dirigir la respuesta norteamericana a la Primavera Árabe.
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A solo horas de saber si cambiará la historia y se convertirá en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, los números no le son del todo favorables y el nerviosismo se respira en su comando, como también en varias partes del mundo que temen que el republicano Donald Trump se alce como el nuevo mandatario.
Medios de comunicación, políticos, artistas, activistas e incluso algunas figuras republicanas se han rendido a los pies de Clinton, pero eso no asegura que de asumir la presidencia el camino será fácil y culminará de manera exitosa.
Como ha sido la tónica de su vida, los escándalos vuelven a atormentarla. En los últimos días de campaña, la candidata fue investigada por el FBI tras el uso de su correo personal para tratar temas gubernamentales, mientras era secretaria de Estado.
Esta vez fue ella quien debió pedir disculpas públicas por su error.
Aunque el FBI concluyó que no se levantarán cargos en su contra, existe el temor entre los electores de que este u otro caso puedan en el futuro poner en peligro su continuidad como presidenta en el caso de triunfar el martes.
Y pese a que es una de las mujeres más influyentes de la política norteamericana, su cercanía con el establishment y el legado de su marido le han costado varias críticas desde un sector que asegura que ella es "más de lo mismo".
Ante este escenario, sus adherentes se esmeran por aclarar de que Hillary Clinton debe convertirse en la próxima Presidenta de Estados Unidos, no porque sea la única alternativa ante Donald Trump, sino porque se trata de una mujer con las capacidades para estar a la altura de los desafíos que enfrenta el país. Si hay algo cierto en esta afirmación, es que Hillary Clinton tuvo al menos cuatro décadas años para prepararse y llegar hasta este momento de la historia.