Ahmad Oubada Kabani (33), químico farmacéutico de nacionalidad siria, llegó a Chile el 5 de febrero de 2010 para terminar sus estudios de posgrado. Desde aquí, luchando con la angustia de no poder ayudar a su familia, se convirtió en un lejano testigo de la guerra civil que se apoderó de su país. Una sensación que a comienzos de este año logró reducir de manera importante cuando, después de largas gestiones, logró traer a su madre y dos de sus hermanos a su lado.

"Jamás pensé que iba a pasar esto. Sólo le pido a Dios que ayude a purificar las almas de la gente, que en mi país lleguen a un acuerdo y que Siria vuelva a ser la de antes", dice Kabani, con un fluido español.

Este profesional, oriundo de la provincia de Alepo, la tercera ciudad más importante de Siria, cuenta que la vida para su nación cambió radicalmente.

"Siria era uno de los países más seguros del mundo y ahora ni siquiera se les puede enviar dinero. Teníamos propiedades y tiendas, pero no queda nada. Prácticamente no hay ni aeropuerto. La comunicación es a través de telefonía celular. Se cortan el agua y la luz. Todo ha subido tres veces su valor, pese a que era hasta 10 veces más económico que Chile", describe.

Antes de llegar a Santiago, Kabani visitó Cuba, Venezuela, Perú, Ecuador y Panamá. Sin embargo, según él, Chile es el más estable de todos, ya que hay posibilidades de trabajar, hacer negocios y progresar. Por es fue que, a fines del año pasado, comenzó las gestiones para traer a su madre y sus hermanos, uno de ellos de cuatro años de edad.

"Compré los pasajes para el 28 de enero, pero salieron 15 días antes. Desde Siria al Líbano significa viajar dos días; se quedaron en Líbano dos semanas, en casa de la tía de una amiga que conocí en mis 14 años de viajes. Desde el Líbano a Dubai son cinco horas; desde allí son otras 15 horas de vuelo a Brasil, y a Chile fueron cuatro horas más", relata, sobre la maratónica travesía.

Una vez en Chile, la familia Kabani tuvo que adaptarse a sus nuevas condiciones. Por ejemplo, en Alepo su madre vivía en un departamento de 200 metros cuadrados; el que actualmente comparte con sus hijos no supera los 24.

"No es lo más cómodo, pero estamos tranquilos y a salvo", detalla.

En cuanto a las gestiones de la embajada de Chile en Siria, Obada subraya que "le hicieron una muy buena recepción a mi familia y los apoyaron moralmente en momentosa difíciles". Sin embargo, a pesar de la tranquilidad que respira tras vivir en nuestro país, también reconoce que su madre "siente que la sacaron forzada. Hay momentos en que se deprime y llora cuando ve noticias, pero yo trato de sacarlos a todos durante los fines de semana, para enseñarles Chile, porque la vida debe continuar".

No obstante, lo que más le preocupa es su hermano de cuatro años, quien dejó amigos y no puede ingresar a un jardín infantil mientras no maneje el idioma. Pese a todo, Kabani reconoce que su familia ha sido muy bien recibida. "Nosotros somos musulmanes y no comemos carne de cerdo, eso aún lo mantenemos acá. Mi mamá sale a la calle con túnica y velo, y si bien la miran porque no es usual, jamás se ha sentido discriminada".

Sobre Siria, Oubada recalca que "ojalá vuelvan la tranquilidad y la seguridad que había antes (...). Lo importante es que ahora toda la familia está reunida".