El 4 de junio de 2011, a las 14.20 horas, se dio por iniciada la erupción del complejo volcánico Puyehue-Cordón Caulle. Los sismos habían estado dando la alerta durante tres meses y ese día la explosión obligó a la evacuación de casi cuatro mil personas en la Región de Los Ríos.
No fue una explosión común y corriente, explica Alexandre Corgne, director de Geología en la Universidad Austral (Uach). "La lava era rica en sílice y con una viscosidad bastante alta, difícil de moverse, lo que explica su erupción explosiva. La columna de cenizas llegó a 10 o 12 km de altura", dice.
Pronto, esa nube de cenizas dio la vuelta al mundo, pasando por Argentina, Uruguay, Australia y Nueva Zelandia, mientras en Chile la mayor parte del material afectaba bosques y ríos alrededor del complejo volcánico.
Hacia el norte, el río Nilahue fue el más afectado y, desde junio de 2011, un grupo de investigadores de la Uach, dirigido por el zoólogo Eduardo Jaramillo, ha estado monitoreando la calidad del agua y su biodiversidad, y comparándolas con las de los ríos cordilleranos de la Región de Los Ríos, que fueron afectados en menor medida.
Con la explosión, el agua del río cambió de temperatura y sobre él cayeron cenizas y piedra pómez. El resultado ya se veía al primer mes: desaparecieron los peces -trucha arcoíris- y disminuyeron drásticamente los insectos acuáticos.
"Debido a que cayó mucha ceniza, se fue compactando en el fondo, en las orillas y entre las piedras, y se formó una masilla que afectó el hábitat de los insectos acuáticos. La abundancia cayó abruptamente y, al disminuir, también afectó a los peces", explica.
El efecto negativo sobre los peces recién muestra indicios de mejoría, a pesar de que el Cordón Caulle "ya no muestra ninguna actividad y está con alerta verde", confirma Alexandre Corgne.
El río tiene muchos menos especímenes que sus similares cordilleranos y sus niveles de silicatos (minerales contenidos en las cenizas) están sobre la cantidad presente en los ríos cercanos. "Al principio no había nada de peces. Ahora, en los muestreos encontramos dos especímenes. En cambio, en Los Venados, río cercano y de características parecidas, tras un muestreo de cinco a seis minutos puedes tener entre 25 y 30 peces", indica.
En cuanto a los insectos, sólo en agosto de 2012 comenzó a recuperarse el número, pero eso aún no tiene impacto en el regreso de los peces que se alimentan de ellos. Según Jaramillo, por tratarse del primer estudio de este tipo, no es posible determinar cuándo el ecosistema volverá a la normalidad.
Es la primera vez que se monitorea un río luego de una catástrofe, lo que permitirá conocer qué ocurre antes, durante y después, y cómo se recupera el ecosistema. De acuerdo al zoólogo, aunque los ríos estén cerca de un volcán, no todos se ven afectados de la misma manera, por lo que este estudio permitirá crear un protocolo de análisis para saber qué evaluar tras una erupción.
"El número de catástrofes naturales ha aumentado en el tiempo. Chile tiene el borde tectónico y los volcanes más activos de Sudamérica. Sabemos que seremos continuamente afectados. Al tener datos de antes, cuando vengan catástrofes, podemos saber cómo se recuperarán los lugares afectados, vamos aprendiendo sobre su resistencia y cuánto tardan en recuperarse, para que las entidades correspondientes puedan crear medidas de manejo o recuperación", dice.
Jaramillo, quien lideró la investigación sobre la muerte de los cisnes en el río Cruces, también trabaja en un proyecto Explora (Conicyt) para educar a la comunidad sobre terremotos y erupciones, y en un análisis de los efectos del terremoto del 27/F en la costa del Biobío.