La fuerza de la memoria

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Esta es la historia de un gigante venido a menos, de un valioso trofeo extraviado y de un descenso a los infiernos plagado de adversidades. Pero también la de un recuerdo indestructible, una copa ignífuga rescatada de un incendio y un equipo inmortal. Un viaje a los archivos desclasificados de la prestigiosa Té Ratanpuro y del Club Deportivo Arturo Fernández Vial.




Algo distinto tenía que tener aquella vieja copa para que Claudio Navarro decidiese actuar del modo en que lo hizo. Era la noche del 11 de febrero de 1961 en Concepción y la sede del Club Arturo Fernández Vial estaba siendo devorada por las llamas. El fuego se había iniciado en la Maestranza de Ferrocarriles, muy cerca de donde se encontraba el emplazamiento corporativo del equipo. Navarro, bombero capitán de su compañía y vialino empedernido, respiró probablemente una larga bocanada de aire antes de disponerse a ingresar en el calcinado inmueble. Segundos más tarde, envuelto en una densa nube de humo, regresó a la calle sosteniendo en sus brazos un único trofeo, en el que podía leerse todavía, con dificultad, la leyenda: Té Ratanpuro.

En aquella negra madrugada penquista, el fuego arrebató a Fernández Vial buena parte de su patrimonio material, algunas de sus señas de identidad y un fragmento indispensable de su historia, condensada en antiquísimos documentos. Pero aquel codiciado trofeo, la ignífuga Copa Té Ratanpuro, simplemente sobrevivió.

Pero para entender la importancia real de aquella copa rescatada con premura de las llamas y convertida en la auténtica joya de la corona del cuadro aurinegro, conviene remontarse muchos años más en el tiempo; tomar un buque en Inglaterra y atracar en esas costas chilenas a comienzos del año 1909.

"La copa fue la más importante que se jugó en Chile en la primera mitad del Siglo XX. Era además un trofeo confeccionado con materiales muy valiosos; según las crónicas de la época, con plata maciza e incrustaciones de piedras preciosas. La empresa de té Ratanpuro mandó a confeccionarlo, lo trajo desde Inglaterra y convocó a un grupo de equipos del sur de Chile a disputarlo", comienza a relatar, de manera introductoria y en conversación con El Deportivo, José Miguel Neira, parte del equipo de investigación de Memoria Vialina, un grupo de trabajo creado en 2011 con el objetivo de luchar por la recuperación, preservación y difusión de todo el patrimonio material e inmaterial del Club Deportivo Arturo Fernández Vial.

Una escuadra fundada por trabajadores de la industria ferroviaria de Concepción en 1897 bajo el nombre de International FC, pero rebautizado en mayo de 1903 con su actual designación, como reconocimiento a la contribución del Almirante Arturo Fernández Vial al levantamiento del estado de sitio declarado aquel año en Valparaíso tras la celebración de una huelga sectorial, sin recurrir a la violencia.

Un conjunto, pues, ligado desde sus inicios a la comunidad e incapaz, como explica Magdalena Carrasco, investigadora de la Universidad Católica y parte también del equipo de Memoria Vialina, de vivir al margen de las vicisitudes de su tiempo: "Vial es un club con una mística especial, con unos ideales de lucha política y con unas reivindicaciones sociales muy definidas". Con conciencia proletaria, pero también con éxitos deportivos de envergadura, como la consecución de aquel preciado trofeo llegado de ultramar directamente desde la cuna del fútbol.

El esplendor

A lo largo de las siete ediciones de la Copa Té Ratanpuro que llegaron a disputarse en Chile durante la segunda década del Siglo XX, tomaron parte conjuntos de territorios comprendidos entre las ciudades de Talca y Temuco. Una circunscripción geográfica que a Neira no le resulta en absoluto antojadiza: "Es un hecho que hasta 1933 los equipos más importantes de Chile se encontraban en el sur del país. En el Sudamericano de 1920, por ejemplo, en la selección de Chile había seis jugadores de Talcahuano, dos de Concepción y tres de Valparaíso, pero no hay constancia de que hubiera ningún jugador de Santiago. Ese trofeo comunica con una época en la que el fútbol era más fuerte en regiones que en el centro del país".

La ecuación era sencilla. El balompié, exportado por los ingleses, penetraba en Chile por los puertos, se desarrollaba con el impulso de los inmigrantes y terminaba volviéndose masivo gracias a la celebración de torneos como éste; auspiciados por una influyente marca de té inglesa y con un equipo de ascendencia británica, el Concepción United, coronado en 1910 como su primer campeón.

Pero tan solo cuatro años más tarde, en 1914, Fernández Vial, el equipo de los obreros ferroviarios, de los hijos de los trabajadores levantados en huelga, lograría su primera corona. Un hito que repetiría, de manera consecutiva, en las ediciones de 1915 y 1916, ganándose su derecho a quedarse en propiedad con el codiciado trofeo, exportado directamente desde Londres por la prestigiosa casa WR Grace & Cía, vinculada a la realeza británica.

"Las bases del torneo establecían que el equipo que fuera capaz de ganarlo tres veces de forma consecutiva o cinco de manera interrumpida, se quedaría en propiedad con la copa y dejaría de disputarse el torneo", precisa José Miguel Neira. "Una copa tan valiosa que venía de Inglaterra y que se la quedara un equipo obrero, fundado por trabajadores ferroviarios, es algo que tiene un gran valor y que va más allá del fútbol. Y ese es nuestro objetivo con este proyecto, reconstruir en conjunto con la comunidad, todas esas posibles historias de Fernández Vial", agrega Magdalena Carrasco.

La valiosa pieza, conquistada con autoridad en la cancha por el conjunto ferroviario, ocupó desde el principio un lugar de privilegio en las vitrinas del club, sobreviviendo a un primer incendio del inmueble vialino en la década de 1930 y siendo rescatada del fuego por segunda vez 31 años más tarde, en la reseñada noche en la que Claudio Navarro ingresó en la sede en llamas para evitar que se consumiese el recuerdo de una época dorada.

Las sombras

Tras más de un cuarto de siglo de protagonismo futbolístico, a mediados de la década de los 60, el balompié regional comenzó a declinar. La llegada del profesionalismo a la Región del Biobío procedente de Santiago alumbró la primera decadencia de un conjunto histórico.

Pero las cosas comenzaron a complicarse a fines de los años 80, con el desmantelamiento de la industria ferroviaria en Concepción y la consiguiente pérdida del vínculo entre el club y su tradicional matriz. Fernández Vial se volvió entonces un equipo itinerante, despojado de sus sedes de siempre con base en el eje Prat, y su patrimonio también se dispersó. Incluida la largamente custodiada Copa Té Ratanpuro, insignia rutilante de un pasado glorioso. "Cuando a principios de los años 90 el club perdió sus sedes, la copa pasó por las manos de muchos hinchas, que empezaron a custodiarla, incluso en sus propias casas, en nombre del club", revela Neira. "La copa había desaparecido hasta del boca en boca. Se sabía que la copa estaba, pero no se sabía dónde", complementa Carrasco.

Con la llegada del nuevo siglo y el trofeo Té Ratanpuro extraviado en algún lugar de la memoria, la situación del club no hizo sino empeorar. Problemas económicos, crisis institucionales y forzosos descensos de categoría terminaron enviando a Fernández Vial, a comienzos de 2009, al amateurismo, tras 26 años en la elite. Después, en 2012, se produjo la escisión del club en dos mitades incompatibles e irreconciliables y una campaña -"No maten al Vial"- que traspasó las fronteras del país. Lo único que no se vio afectado durante su larga ausencia y hasta su reaparición como equipo unificado en Tercera División, en 2015, fue precisamente su profundo arraigo entre la hinchada, su tremenda popularidad.

La memoria

Hoy, 100 años después de la consecución del "trofeo de los ingleses" y con el club constituido, al menos provisionalmente, en su nueva sede de la Calle San Martín, la institución se encuentra nuevamente completa. Especialmente desde que, gracias al esfuerzo y el trabajo de investigación realizado por el equipo de Memoria Vialina, la preciada Copa Té Ratanpuro ha podido regresar a las vitrinas aurinegras. "El trofeo conserva el 90% de su estructura sólida casi intacta y la plata esterlina, pero se perdieron sobre todo los detalles. Las incrustaciones ya no están ahí", manifiesta Neira. "No se puede precisar cuáles eran esas piedras preciosas sencillamente porque ya no las tiene", reconoce, por su parte, Magdalena Carrasco, antes de revelar que el trofeo extraviado fue encontrado en los campos deportivos del club y recepcionado ahora para "su proceso de conservación y restauración".

Un proceso en el que se encuentra sumido también el club en materia deportiva. "Todavía estamos golpeados por no lograr el ascenso a Segunda División después de ser protagonistas toda la temporada, pero la Copa es la otra cara de la moneda. Es nuestra historia, nuestra esencia. Es un símbolo tangible, que nos recuerda a nosotros y también a las nuevas generaciones quiénes somos; uno de los equipos más importantes del país. Porque no todos habrían soportado lo que hemos soportado nosotros. La mayoría de los clubes habrían desaparecido", proclama, con orgullo, Claudio Vargas, presidente de una entidad, la vialina, que -subraya Carrasco-, "continúa resisitiendo como corporación en plena época de las Sociedades Anónimas".

"Al final es la fuerza de la memoria la que ha hecho que el club siga viviendo, que esté más vivo que nunca", sentencia, a modo de conclusión, José Miguel Neira. Y puede que tenga razón, pues hoy, un siglo, dos incendios y tres terremotos catastróficos más tarde, pasado, presente y futuro de Fernández Vial vuelven a darse la mano en torno a la reluciente vitrina de la vieja Copa Té Ratanpuro. Porque se puede vivir sin las bondades que entrega el profesionalismo, pero no se puede vivir sin memoria.

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