Conrado Ariztía O'Brien (65) era una persona confiable para los servicios de inteligencia del Ejército. En 1978, este hombre de mediana estatura y tez blanca había pasado todos los requisitos que exigía el organismo de seguridad a quienes proveían de equipamiento militar a la institución. Tenía buenos contactos en el negocio de las armas y con el entorno del general Augusto Pinochet. Pero, sobre todo, exhibía un bajo perfil.
En público, se presentaba como un ingeniero electrónico dedicado a la empresa de las telecomunicaciones, llevaba una vida apacible en su casa de Las Condes -en la que vive hasta hoy- y salía de caza los fines de semana junto a su familia.
Tal era la confianza que despertaba Ariztía en esta rama de las Fuerzas Armadas, que ese mismo año, en representación de la firma inglesa Racal, le vendió al Ejército equipos de radioescucha ad portas de la guerra entre Chile y Argentina. No cualquiera habría tenido el consentimiento del alto mando castrense, pues en esa época el gobierno de Gran Bretaña dispuso restricciones a la venta de equipamiento militar a nuestro país, como consecuencia de la represión política que afectó a ciudadanos de esa nacionalidad.
Entonces, Ariztía O'Brien pasó inadvertido. Al igual que lo hizo durante los últimos 30 años como representante de varias empresas de armamento europeas e israelíes que han operado en Chile. Es una habilidad que, incluso, los propios tribunales belgas consignaron en la investigación judicial que realizaron sobre la compra de los 25 aviones Mirage adquiridos por la Fuerza Aérea chilena en 1994.
En el mismo informeque sirvió de base al ministro en visita Omar Astudillo para procesar por malversación de caudales públicos al ex comandante en jefe de la FACh Ramón Vega, se advierte sobre el rol del empresario: "Ningún indicio de cualquier papel por parte del señor Ariztía O'Brien en las negociaciones fue detectado durante la investigación".
Èl, además, se ha mantenido inflexible en su silencio y ha negado siempre cualquier tipo de participación como intermediario en la transacción comercial por la cual el Estado chileno desembolsó US$ 109 millones, US$ 15 millones de los cuales fueron destinados a pagar comisiones ilegales.
"En relación a las negociaciones que hubo para comprar los aviones de Bélgica, quiero expresar que nunca participé en éstas", declaró el ingeniero en el proceso.
Consultado por Qué Pasa, Ariztía dijo que no se referiría al tema.
SU ROL EN EL CASO MIRAGE
Por estos días, Ariztía se ha movido exclusivamente entre su casa en Las Condes y la oficina de la calle Colo Colo (Ñuñoa) donde opera su principal empresa, I-Systems. Se trata una casa de dos pisos con un pequeño antejardín, que en nada refleja la envergadura del negocio que maneja su propietario.
Nacido en Coquimbo, Ariztía es un hombre al que no le gusta alardear de su fortuna y se ha cuidado de mantener, por años, un estilo de vida similar al de sus inicios en el negocio. Quizás, uno de los pocos lujos que le conocen sus cercanos es un yate con el que solía recorrer las costas chilenas, y los viajes al extranjero a los que acostumbra invitar a sus hijos. Es tal la reserva que cultiva que, excepto algunos ex altos oficiales de la FACh, de la Armada, y el Ejército, su círculo de amigos más estrecho lo compone un reducido grupo de personas.
Pero su vida anónima se detuvo en 2003, cuando los tribunales de Bélgica lograron levantar el secreto bancario de las cuentas que mantuvieron los chilenos implicados en el caso Mirage. El nombre de Ariztía O'Brien figura como uno de los "comisionistas" que aparece recibiendo US$ 1,7 millón en su sociedad Intercountry Holdings, creada en un paraíso tributario.
Los dineros -según acredita la investigación- fueron depositados por su amigo Carlos Honzik. Este último, fallecido en 1999, sería el encargado de distribuir el monto inicial del porcentaje ilícito cobrado por el dispositivo chileno. Honzik, lobbista de origen checoslovaco, habría repartido los US$ 15 millones ilegales de la operación.
Es aquí donde Ariztía juega el rol crucial que hoy investiga el ministro Astudillo. Porque este empresario aparece como el principal nexo entre los tres oficiales del alto mando de la FACh que recibieron dineros y, al mismo tiempo, es el único vínculo -hasta el momento- con el ingeniero DC y ex gerente general de TVN, Bartolomé Dezerega.
El ex ejecutivo de la red estatal es amigo del ministro de Defensa de la época, Patricio Rojas (DC), bajo cuya administración se autorizó la compra de los 25 Mirage. Una de las aristas relevantes que indaga el magistrado es, precisamente, el papel que cumplió el ex secretario de Estado en esta operación.
El indicio más claro de la relación entre el ex ejecutivo de TVN y el hombre de negocios son los dineros que, según la investigación belga, fueron transferidos desde Intercountry Holdings -constituida por Ariztía O'Brien- a una cuenta de propiedad del ingeniero DC.
De acuerdo al expediente, en forma posterior a la compra de las aeronaves belgas, se depositaron US$ 3 millones en la cuenta de Dezerega provenientes de Intercountry Holdings. De esa suma, sólo US$ 183 mil han sido acreditados como pago de comisiones por la venta de los Mirage. En su declaración ante la justicia chilena, el ingeniero electrónico afirmó que dichos pagos correspondían a negocios que él realizó con Ariztía en el rubro de ingeniería y telecomunicaciones. En las próximas semanas, Astudillo pediría el levantamiento del secreto bancario de Dezerega para seguir el rastro del resto de los fondos.
No es el único lazo entre ambos. Fuentes cercanas a la investigación del juez Astudillo afirman que durante el período en que Dezerega ocupó la gerencia general de TVN (1990-1996), la estación pública habría realizado una licitación para adquirir filtros, transistores y equipos de reparación, entre otros elementos. Y en gran parte de ellos, habría resultado favorecida la firma de Ariztía.
Sus relaciones, incluso, trascienden lo comercial, ambos son amigos de larga data y sus respectivos hijos, además de haber estudiado en el Grange, mantienen también un estrecho vínculo.
EL ORIGEN DEL NEGOCIO
"Conrado lleva tres décadas en el negocio y es el único profesional en el rubro de armamentos que aparece involucrado en este caso", dice un cercano al empresario.
Para llegar a convertirse en el gestor de una de las compras más cuantiosas del Estado chileno, Conrado Ariztía recorrió un largo camino. Sus primeros acercamientos con el mundo militar ocurren a mediados de los 70, cuando se convierte en broker del Ejército y la Armada. Con cerca de 30 años de edad, debuta como un lobbista que se destaca por sus modales cuidadosos y calidez en el trato. Entonces, era el brazo derecho de un reconocido actor del rubro -en esos años el más importante de todos-: el empresario Óscar Ahues, representante en Chile de la firma francesa Dassault y cercano a la DC.
En esa calidad, Ahues fue el intermediario, entre otros, de la compra de los helicópteros Puma que adquirió el Ejército en esos años. Según un competidor de la dupla, Ariztía fue enviado por Ahues a especializarse a Francia durante seis meses.
"Ahues le enseñó muchas de las tácticas de venta y lo contactó con las personas adecuadas", asegura otro actor del rubro.
A mediados de los '70, Ariztía conocería a otro personaje que resultaría clave en la ruta secreta de los dineros vinculados al caso Mirage: Carlos Honzik.
El protagonismo del empresario de origen inglés se hizo más visible, según fuentes de inteligencia, durante el cuasi conflicto armado con Argentina. En 1978, logró vincularse con el alto mando del Ejército y proveer a esa rama de equipos de telecomunicaciones de la inglesa Racal. Treinta años después, el juez titular del caso Mirage indaga otra serie de operaciones en las que se repiten dos nombres: Ariztía y Racal. El objetivo del ministro es dilucidar si hubo pagos ilegales por parte de la europea al empresario en una serie de transacciones efectuadas entre 1994 y 1998.
La confianza que los militares depositaron en él llegó a tal punto que a través del Ministerio del Interior se le solició proveer a los organismos de inteligencia de equipos para intervenir las transmisiones de Radio Moscú que eran el dolor de cabeza del régimen militar desde los años 70. Ariztía recurrió a su extensa red de contactos y obtuvo el equipamiento adecuado de una empresa israelí. Desde esa época data su amistad con el representante de fábricas de equipamiento en telecomunicaciones, Eduardo Middleton.
SU RELACION CON LOS UNIFORMADOS
De Ahues, quien falleció en 2001, Ariztía no sólo heredó buenos contactos entre la cúpula de los uniformados. También replicó su estilo, caracterizado por un atento trabajo de relaciones públicas hacia los oficiales. Esto incluía la invitación a potenciales clientes a los viajes, obsequios y salidas a comer.
Uno de los episodios que reflejan su estilo eran las constantes invitaciones a una parcela fuera de Santiago en la que Ariztía y Ahues recibían a sus invitados. También son recordadas las visitas que, a comienzos de los 80, efectuaba al Comando de Telecomunicaciones del Ejército, donde recogía a los oficiales que aceptaban su invitación a cazar jabalíes en el sur, uno de los pasatiempos del empresario oriundo de la IV Región.
A esas alturas, su llegada con el generalato de las instituciones armadas era notorio. Un cercano a la familia asegura que en las reuniones de los Ariztía era habitual ver a miembros del alto mando de la Fuerza Aérea. "Parecía un oficial más", cuenta esta fuente.
Su llegada con la cúpula militar sería uno de los rasgos que lo situarían entre los empresarios más prominentes en el negocio del armamentismo, y lo transformaría en uno de los protagonistas del caso de la millonaria compra de los aviones belga.
LA OTRA CARA
Varios de sus competidores sindican a Ariztía como el responsable de la pérdida de las compañías que históricamente ellos representaban. Entre quienes promueven a los fabricantes de material bélico en Chile, se comenta que algunos de sus actuales clientes fueron "arrebatados" a su competencia.
Para unos se trata de una habilidad innata de Ariztía. Sin embargo, una de sus actuaciones gatilló la intervención de la Contraloría. Se trata del denominado caso "pertrechos", originado en una denuncia hecha por el entonces diputado del PPD Nelson Ávila.
En enero de 1999 el organismo fiscalizador concluyó en un informe que el empresario fue favorecido con distintas adquisiciones de la FACh a través de contratos que sumaban cerca de $ 8.000 millones.
Parte de este monto incluía la compra, a través de I-Systems, de chaquetones militares y los bullados "muebles de ratán", que fueron ingresados a Chile como pertrechos militares y, por lo tanto, estaban exentos del pago de impuestos. En este caso se vio involucrada la actual esposa de Ariztía, Elizabeth Nordheimer, cuya empresa, Corel Ltda., obtuvo los contratos para el alhajamiento del hospital institucional.
En esa oportunidad, la cónyuge de Ariztía negó cualquier participación en la adquisición, afirmando que Ávila podía "decir lo que quisiera".
LA ULTIMA OPERACION DE CONRADO
A fines de 2006 el hombre de negocios coordinó un viaje a Suiza para un selecto grupo de oficiales de la FACh. El objetivo: mostrar in situ las bondades técnicas de los aviones PC 21 fabricados por la helvética Pilatus Aircrafts que en esos días competía con otras firmas para renovar la flota de aviones de entrenamiento de esa rama. El propio Ariztía, representante en Chile de la compañía europea, los esperó en la losa del aeropuerto para acompañarlos durante una parte de la gira organizada por la compañía suiza.
Aunque finalmente su representada perdió ante la brasileña Embraer, ésta fue una de las últimas incursiones en grande del polémico lobbista chileno.
Los cambios que se introdujeron en el modelo de compra de material de defensa impactaron la fisonomía de la industria de agentes. Hoy, por ejemplo, el ministro de Defensa no recibe a los intermediarios del rubro armamentista. En su reemplazo, quien actúa es el subsecretario de la cartera.
Pese a haber sido cuestionado ya en 1999 e investigado desde 2003, Conrado Ariztía O'Brien aparece en la lista de proveedores del Estado -que publica ChileCompra- al menos hasta febrero de 2007.
Consultados por Qué Pasa, en la FACh aseguraron que "la institución no mantiene ningún contrato vigente con el señor Ariztía o algunas de sus sociedades".