El cuerpo de Eva Perón no encontró el descanso tras la muerte, sino que se vio enfrentado a un peregrinaje que involucró dos continentes y que se prolongó por más de 20 años.
La esposa de Juan Domingo Perón falleció el 26 de julio de 1952, y debido a su popularidad entre los ciudadanos y el simbolismo que traía consigo, el presidente transandino decidió contratar al doctor Pedro Ara para que se hiciera cargo de embalsamar el cuerpo. Así lo consigna el sitio web de Los Andes, donde añaden que el objetivo era depositar el cadáver de Evita en el edificio de la CGT hasta que se construyera un altar donde depositarlo.
Pero los planes de Perón se vieron interrumpidos por el golpe de la "Revolución Libertadora" del general Pedro E. Aramburu. Según recuerdan en La Mañana Neuquén, el 22 de noviembre de 1955, un grupo liderado por el teniente coronel Moori Koenig, secuestra el cuerpo de la ex primera dama en una camioneta, donde se dice que estuvo varios meses. Incluso, existen versiones que aseguran que Koening se obsesionó con Evita, dejando su féretro de pie, frente a él, en su oficina.
Tras la destitución de Koenig, en mayo de 1957 Aramburu toma la decisión de llevar el peregrino cadáver fuera del país, por lo que se encarga a una comisión para trasladarlo hasta el cementerio de Milán, donde es sepultado bajo el nombre María Maggi.
En 1971, el militar Alejandor Agustín Lanusse se convierte en el presidente de facto de Argentina, y opta por entregar el cuerpo de Evita a Perón, quien se encontraba viviendo en Puerta de Hierro, en Madrid. Allí quedaron sepultados los restos de la popular primera dama, hasta la muerte de su marido.
Es entonces, cuando la organización guerrillera argentina Montoneros decide devolver el cuerpo de Evita a Argentina. Para lograrlo, secuestran los restos de Aramburu y exige a cambio que el cuerpo de Evita sea repatriado.
Es por esto que el día 17 de noviembre de 1974, la televisión argentina trasmite el regreso del cadáver de Eva Perón al país, en medio de un intenso resguardo policial. La esposa de Juan D. Perón es entonces sepultada en la residencia presidencial de Los Olivos, a un lado de su marido, pero ese no sería el final de su viaje.
Dos años después, los restos de Perón y Evita son separados y entregados a sus familiares. Ella queda con la familia Duarte, que decide depositar sus restos en el panteón general del Cementerio de Recoleta, donde descansa bajo dos planchas de acero.