Iván Eladio Torres amaba las milanesas. Esas con jamón y queso. Se comía tres o cuatro a la semana. "Llenas de chimichurri y picante", dice Fabiola Valeria (34), su hermana menor. "Y con muchas fritas", añade, refiriéndose a las papas fritas.
Torres era chileno. Y él mismo se lo repetía a todo el mundo, aunque hubiese llegado a la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, Argentina, a los cinco meses de edad.
Nació en Castro, Chiloé, el 24 de noviembre de 1978. Era la tierra de su madre y ella quiso tenerlo junto a su familia. Pero aunque jamás volvió por este lado de la cordillera, él se reconocía hincha de River Plate y Colo Colo.
Además, le gustaban los picados, como el argot argentino llama a las pichangas. Sin novia y sin demasiado dinero, ese era su principal hobby en el modesto barrio de la calle Cruce de los Andes, donde vivía en una casa de madera junto a su madre, hermana y tres sobrinas.
Torres terminó sus estudios primarios en el Colegio San Juan Bosco. "Era sacrificado", comentó a regañadientes una profesora que se identificó como Irma Montoya, esforzándose por recordar a alguien que, al parecer, sólo habita en los suburbios de su memoria.
Iván quería estudiar Leyes o Asistencia Social. "Para eso juntaba dinero", dice su madre, María Millacura Llaipe (70), también chilena, añadiendo que, desde que egresó de la escuela, el muchacho siempre trabajó como maestro albañil y de cerámica. Y cuando no tenía algo fijo, sus "changas" -o "pololitos"- los hacía midiendo estancias en una empresa privada de ingeniería de terrenos.
Físicamente, era un joven robusto, de 1,72 metros de estatura, que asistía a la iglesia cristiana Asamblea de Dios y que en su casa hacía la mayor parte de las tareas domésticas, debido a que su madre sufría -y aún lo hace- de una desviación a la columna.
Pero hay otro detalle sobre la vida de Iván Eladio Torres: a sus 24 años, desapareció. Se esfumó tras un episodio que, aparentemente, involucra a la policía.
Según el relato de su familia, cerca de las 15.30 horas del 2 de octubre de 2003 salió de su casa y jamás regresó. Tras un largo litigio judicial, el misterio comenzó a hallar una hebra el 26 de agosto de 2011, cuando la Corte Interamericana de DD.HH. condenó al Estado argentino por "la detención arbitraria y desaparición forzada" de Torres.
Y el reciente 5 de marzo, el Boletín Oficial de la nación transandina publicó el Decreto 2.343, mediante el cual "se dispone el pago a la familia determinado por la corte": 182 mil dólares (cerca de 104 millones de pesos chilenos).
TESTIGOS TRAS LA HELADERIA
Verónica Heredia, abogada de la familia de Torres, asegura que las cosas están muy claras. "El era acosado por la policía. Lo molestaban por ser chileno y por ser pobre. Y el dictamen de la corte acreditó que la noche de la desaparición Iván estuvo en la Seccional Primera de la policía", dice.
Aquel dictamen jurídico internacional también menciona otro punto: "Ese 2 de octubre, sus amigos, Gerardo Colin y Mauricio Oliva, entraron a una heladería y lo divisaron cerca del móvil policial 469. Pocos minutos después, cuando regresaron a la plaza, no encontraron al señor Torres Millacura. Y no volvieron a verlo".
Según la profesional, "el joven era el sostén económico de su familia y existen innumerables antecedentes y testigos que dan cuenta de que fue agredido".
También aclara que primero presentaron un hábeas corpus y luego acudieron a la Corte Inte-ramericana. "Aquí también iremos a juicio. Además, todavía no nos han entregado el dinero de la indemnización", destaca.
La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en Buenos Aires, no opinó sobre el tema.
DEFENSA DE POLICIAS
En la prensa transandina, Fabián Tillería, ex comisario de la Seccional Primera, dijo esta semana que no pedirá la prescripción de la causa, porque espera que "todo se aclare en un juicio público". En la acusación también hay otros 13 policías imputados.
Ernesto Paglianti, quien ha asesorado a uno de estos últimos, comenta que "a nuestro juicio, no hay elementos para configurar una desaparición culposa, sino una presunta privación ilegítima de libertad. Tampoco hay pruebas que apunten directamente a los policías".
A Fabiola Valeria, hermana de Iván, la discusión legal la descompone: "Nunca más celebramos cumpleaños ni fiestas en nuestra familia, nos quitaron la mitad de nuestra vida; que sigan diciendo lo que quieran".
María Millacura, madre de Torres, ve todo con dolor y un rasguño de esperanza. "Yo no pedí ese dinero (indemnización), que además es mínimo. Son como millón y medio de pesos (de Argentina). Iván ganaba al mes cerca de 25 mil pesos. Lo que yo quiero es que me devuelvan a mi hijo y me digan qué pasó. Llevamos 10 años y sólo han dicho mentiras sobre él", lanza.
Actualmente, en la casa de Comodoro Rivadavia vive ella sola. Y siempre mantiene una milanesa congelada. Lista para servir.