Constantino Davidoff, un comerciante de metales argentino, sin querer contribuyó a desecadenar la guerra de su paí­s con Reino Unido por las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich, en 1982. El hecho tuvo lugar cuando Davidoff intentó concretar el gran negocio de su vida en el momento y en el lugar equivocados.

Treinta años después del conflicto, el que antaño fue un próspero empresario, sigue acusando a Reino Unido de haberlo despojado de todos sus bienes e insiste en denunciar que los británicos actuaron de forma beligerante y empujó a Argentina a "defenderse legí­timamente" al invadir, el 2 de abril de 1982, el archipiélago situado en el Atlántico sur, cuya soberaní­a Argentina reclama a los británicos desde 1833.

Según señala la agencia The Associated Press, Davidoff, de 69 años, quiere que con motivo de la conmemoración del 30 aniversario de la guerra, su versión de los hechos se vuelva a escuchar. Su relato, que ya se conocí­a en su paí­s, cuestiona la creencia generalizada en la sociedad argentina, de que el conflicto fue una maniobra de la dictadura militar de entonces para perpetuarse en el poder en momentos en que enfrentaba una severa crisis económica y denuncias de violaciones a los derechos humanos.

De acuerdo a lo que dijo Davidoff a la agencia AP, el incidente que desencadenó una enérgica reacción de Londres y arrastró a los argentinos a la guerra, fue la presencia de 39 obreros enviados por el empresario a las Georgias del Sur en marzo de 1982, para desarmar unas factorí­as balleneras propiedad de una empresa escocesa. Los británicos no tardaron mucho tiempo en tildar a los operarios de invasores.

Davidoff, que por entonces se dedicaba a levantar sistemas telegráficos submarinos, habí­a vislumbrado un rentable negocio en el remoto archipiélago."Me enteré que en las Georgias del Sur habí­a gran cantidad de materiales abandonados de factorí­as balleneras,diques flotantes y todo tipo de maquinaria que podí­an ser útiles para instalar tres talleres de reparaciones navales en la Patagonia", dijo Davidoff.Con el tiempo, terminó cerrando a fines de la década de 1970, un contrato comercial con la empresa escocesa Christian Salvensen para comprar esos materiales abandonados.

Actualmente, el comerciante vive en un modesto departamento en la localidad de Avellaneda, en las afueras de Buenos Aires. En las paredes de la vivienda cuelgan numerosos diplomas en reconocimiento de las charlas que ha dado en distintos puntos del paí­s sobre el conflicto bélico que duró 74 dí­as y causó casi mil muertos, la mayorí­a de ellos argentinos."Para sentirse agredida, Gran Bretaña provocó un incidente en las islas Georgias tan torpemente ejecutado, que quedó al descubierto enviando a su flota a finales de marzo contra los obreros, con lo que obliga al gobierno argentino a preparar un plan de defensa", dijo el empresario.

Los británicos señalaban que en las islas Georgias, en realidad habí­a civiles y militares argentinos con intenciones muy distintas a desarmar diques. Los medios de comunicación británicos, como la BBC, anunciaron el 19 de marzo de 1982, que algunos reportes indicaban que los supuestos obreros habí­an llegado a bordo de un barco enviado por el gobierno militar argentino y que los acontecimientos eran vistos como un "paso provocador" en la disputa diplomática que tení­a lugar entonces entre Gran Bretaña y Argentina por el archipiélago. En ese sentido, anunciaron que en febrero de 1982, las conversaciones mantenidas entre los dos paí­ses se rompieron después de que Argentina declaró que podrí­a interrumpir las negociaciones con Londres con el fin de buscar otros procedimientos para resolver la disputa de forma más rápida.

Expertos británicos, como el historiador Lawrence Freedman, han recogido versiones del hecho que señalan que en el grupo de supuestos operarios que viajó a las islas Georgias eran miembros infiltrados de una unidad argentina de las fuerzas navales especiales.

Paralelamente, algunos historiadores argentinos señalan que el gobierno transandino habí­a encontrado motivos para retomar la cuestión de la soberaní­a sobre las islas desde un enfoque conflictivo.

El comerciante admitió que el régimen argentino, tení­a contemplado utilizar la alternativa militar para recuperar las islas, si fracasaban las negociaciones con Gran Bretaña que estaban en curso en aquel entonces. Pero, según Davidoff, esa posibilidad bélica no se barajaba para marzo o abril, cuando estalló el conflicto, sino para fines de 1982.

Crónicas periodí­sticas argentinas registraron el caso Davidoff, que también apareció en el Informe Rattenbach, realizado en el paí­s después de la guerra, y que analiza las responsabilidades militares en el conflicto y la derrota.

La guerra empezó el 2 de abril de 1982, en medio de la crisis de la dictadura militar argentina. La derrota selló la suerte del régimen militar, que terminó en diciembre de 1983 con la asunción del presidente, Raúl Alfonsí­n, y sepultó las posibilidades de recuperar el archipiélago en el mediano plazo.

Los obreros de Davidoff apostados en las islas Georgias, izaron la bandera argentina en un remo y eso encendió la mecha. Fueron vistos por personal cientificos del British Antarctic Survey, y la información llegó al entonces gobernador de las Malvinas, Rex Hunt, quien la transmitió a Londres, que ordenó el envió del buque armado Endurance a desalojarlos. "No sé quién izó la bandera, pero cuando viene el British Antartic Survey para pedir que la arrí­en, obedecen", dijo Davidoff.

La agencia AP informó que Davidoff les enseñó documentos en los que la Cruz Roja Internacional dice haber comprobado que no habí­a militares entre los operarios, que semanas más tarde, en pleno desarrollo del conflicto bélico, fueron desalojados, al revisar a éstos últimos en la isla Ascensión, a donde fueron enviados en primera instancia y tratados como refugiados de guerra. Desde allí­ fueron llevados en avión a Montevideo.

"El enví­o de un buque como el Endurance está considerado una declaración de guerra. La segunda declaración de guerra fue el 23 de marzo, cuando la cancillerí­a británica dijo que haría uso legal y legí­timo de sus fuerzas armadas", sostuvo.

Para Davidoff, Argentina no tení­a otra opción más que ir a la guerra. "Si aceptaba hacerse cargo del retiro de los obreros, permití­a que lo hicieran los británicos o accedí­a a que se les visara el pasaporte, tal como pedí­an los ingleses, demostraba al mundo que aceptábamos estar en tierra extranjera y perdí­amos el derecho de la soberaní­a sobre las islas", dijo.

Actualmente, Davidoff sigue lamentando el incidente y asegura que Gran Bretaña le "robó a mano armada", al no concretarse el contrato que le habilitaba a comerciar con la chatarra. "Perdí­ todo, dos aviones particulares, dos buques de ultramar, mi casa". Los juicios iniciados por el empresario contra el Reino Unido en Argentina no prosperaron.