"Mi esposa y yo cumplimos funciones en Irak. Estábamos cerca pero no nos lográbamos ver con mucha facilidad. Una vez nos reunimos en la carpa de comida para cenar y mientras estábamos ahí se encendieron las alarmas de morteros (…). Se cortó la luz y sólo quedaron las luces de emergencia (…). Se sentían las explosiones más y más cerca". Esa es una de las tantas escenas que Edwards Nova, soldado chileno-norteamericano, de 45 años, vivió durante su estadía de 19 meses en Irak y Afganistán.

El ex combatiente, que formó parte del Ejército norteamericano por 12 años y es originario de la ciudad de Chillán, llegó a Estados Unidos en 1998, a la ciudad de Seattle, para buscar mejores perspectivas profesionales. Trabajó y obtuvo la residencia estadounidense. Poco después, el ataque a las Torres Gemelas sacudió al país. El entonces Presidente, George W. Bush, inició la "guerra contra el terrorismo" y la búsqueda del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, a quien atribuyó la autoría de los atentados, los que dejaron 3.000 muertos y minaron la confianza de la mayor potencia militar.

Ese hecho gatilló que el sentimiento de patriotismo aflorara en muchos estadounidenses e inmigrantes. Nova no fue la excepción. "Mi motivación para enlistarme (en el Ejército) no fue otra que entregar algo de vuelta a este país", puntualiza el ex combatiente. Luego de un entrenamiento básico de tres meses, en el que aprendió a disparar, primeros auxilios y combate cuerpo a cuerpo, Nova continuó su instrucción y se especializó en CBRN, una función relacionada con detectar y prevenir ataques químicos, biológicos, radiológicos y nucleares.

Una vez finalizada su formación, en enero de 2006 fue enviado por primera vez a Afganistán, un hecho que ocultó en una primera instancia a su familia. "Afganistán sólo lo puedo resumir en una palabra: confusión. Cientos de aldeas, un país muy pobre (…). Estar ahí es como retroceder en el tiempo", detalla Nova, quien estuvo destinado seis meses en ese país. Durante su estadía, Nova tuvo la oportunidad de conocer de cerca al pueblo afgano y algunas de sus costumbres. "Si queríamos ir de un lugar a otro y el terreno pertenecía a un jefe de comarca, nuestras conversaciones podían tomar horas (…) cada conversación partía con ellos hablando sobre su familia, nombres de sus padres e hijos. Tomábamos té. Jamás podías interrumpir y decir ¿cuándo pasamos? Eso sería el punto final a cualquier petición", relata a La Tercera desde su casa en Harstine Island, en el estado de Washington.

En 2008, cinco años después que una coalición encabezada por EE.UU. y Reino Unido irrumpiera en Irak y sacara del poder a Saddam Hussein, Nova fue destinado a ese país, una misión en la que coincidió con la de su esposa, Jamie, una soldado que conoció cuando ingresó al Ejército. Con ella se casó en 2004.

Durante 13 meses, Nova estuvo estacionado principalmente en Bagdad, la capital del país. El ex combatiente relata que el lujo en el que vivía Hussein, quien poseía varios palacios y amasó una cuantiosa fortuna, es difícil de describir. "Dentro de estos palacios los versos del Corán, números y letreros eran letras de oro macizo. Los pisos y los techos estaban cubiertos en mármol", detalla.

Los ataques y el calor fueron dos constantes latentes durante su misión. "El enemigo no tiene horario y eso te lo hace saber constantemente. Sus ataques con morteros podían venir a las 15.00, en el verano de Bagdad, con temperaturas que alcanzaban los 50 grados (…), o durante la noche. A veces, por una semana sin parar a distintas horas", rememora.

Como en toda guerra, la violencia y la muerte también se hicieron presentes. El ex combatiente recuerda varias situaciones dolorosas, como la vez en que un joven soldado, al que sólo le faltaban cinco días para regresar a EE.UU., falleció mientras hablaba con su esposa a través de Skype, tras haber sido impactado por esquirlas de un mortero. "Hay cosas que jamás olvidaré. En forma muy negativa, la pérdida de algunos amigos te lleva a cuestionarte por qué él y no yo. Sólo busco reconfortarme pensando en que tuve la oportunidad de salvar a algunos compañeros, que hice todo lo que aprendí en el momento preciso y pude ser capaz de mirar a un compañero antes de una misión y decirle 'te quiero hermano'. Eso no me hacía menos hombre sino por el contrario, mostrabas tu apoyo y en caso que las cosas salieran 'mal' para el otro tenía el recuerdo de haberle dicho que lo quería".

"Cada soldado, al igual que cada persona, enfrenta o reacciona a situaciones de distinta manera (…) tras la guerra te puedo decir que todos sufrimos cuál más o cuál menos. Nadie puede decir que está ajeno a un sentimiento", sostiene Nova.

Los 19 meses en Irak y Afganistán le provocaron insomnio, la costumbre de sentarse con la espalda hacia la pared y manejar cerca del centro de la calle, como lo hacía en Medio Oriente, para evitar posibles explosivos. "Todo esto lo haces instintivamente y son tus seres cercanos que se dan cuenta y te hacen saber. En mi caso particular, mi esposa pasó por lo mismo", dice Nova.

Tras su regreso a Estados Unidos, la tranquilidad marcó el nuevo comienzo del matrimonio Nova. La pareja compró una casa en Washington y sólo acuden a las grandes ciudades cuando es necesario. "Cada día le digo a mi esposa te amo, te ves hermosa, y se lo digo muchas veces al día (…) le doy una gran importancia a los pequeños grandes momentos", concluye el soldado chileno.