La historia del soldado japonés que peleó en la Segunda Guerra Mundial y se rindió en 1974

El teniente Hir' Onoda fue el último efectivo del Ejército Imperial que se rindió, tras sobrevivir 30 años en la selva de las Filipinas.




La historia de Ho Van Than y su hijo, los campesinos que huyeron después de que su casa fuera destruida por un bomba en plena Guerra de Vietnam en 1975, y que recién hoy fueron encontrados en la selva del país asiáticos después de pasar más de 40 años desconectados del mundo, no deja de ser impactante, pero no es nueva. En 1974, después de permanecer 30 años en actividades de guerrilla en la selva filipina, se rindió el último soldado japonés del Ejército Imperial que peleó en la Segunda Guerra Mundial.

El fin del conflicto que marcó la batalla por el dominio del Pacífico entre Japón y Estados Unidos, en 1945, encontró al teniente Hir? Onoda y otros dos soldados de clase luchando en las Filipinas. Después de recibir panfletos lanzados por aviones informando de la rendición de Japón y llamando a los saldados a bajar de las montañas, Onoda desechó estos anuncios asegurando que se trataba de un engaño estadounidense. De hecho, en otra iniciativa de las autoridades niponas, se lanzaron en las montañas filipinas fotografías de parientes y cartas llamando a la rendición, las que también fueron desechadas por el teniente y sus dos soltados.

Durante años desarrolló actividades de guerrilla en la zona, y en las cuales fueron heridos sus dos subalternos, que al final perdieron la vida en la clandestinidad producto de disparos. Después de ser encontrado por un estudiante nipón, quien mostró fotografías de Onoda y aseguró que no se rendiría hasta recibir la orden de su superior, el gobierno japonés ubicó a su superior directo y lo llevó hasta Filipinas para que le ordenara la inmediata rendición al teniente.

Fue así como Onoda entregó su rifle de combate, con más de 500 cartuchos y algunas granadas de mano, a 29 años del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Meses después fue ubicado otro miembro del Ejército Imperial japonés, Teruo Nakamura, quien también permanecía clandestino en Indonesia y que se entregó en 1974. Nakamura, sin embargo, tras el fin del conflicto desarrolló una nueva vida como campesino y no fue repatriado dado que su nacionalidad era taiwanés.

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