Los protagonistas de las ventas en Navidad son los juguetes. Para los niños, sobre cualquier otra opción, son el regalo anhelado. Pero no siempre fue así en Chile. En otras épocas, niñez no era sinónimo de juguetes ni todos los niños recibían esos obsequios.
Los primeros registros que permiten seguir la pista de los juguetes en el país se remontan a la Colonia. La autobiografía de la monja clarisa Úrsula Suárez (1666-1749) hace referencia a su infancia, dejando constancia de que se entretenía con objetos simples. "Jugaba con un pequeño molino y acarreando agua en unas vasijas. Los niños de alta sociedad se entretienen así, de modo muy sencillo. En el caso de Úrsula, jugaba preparándose para la vida de una mujer de clase alta", señala Jorge Rojas, historiador y académico del Instituto de Historia de la U. Católica, autor del libro Historia de la Infancia en el Chile Republicano (2017).
Otras referencias hablan de que hijos de artesanos jugaban con herramientas a medida. También se sabe de niños selk'nam (onas) que se preparaban para la vida con pequeños botes a medida, y las niñas con rudimentarias muñecas.
"En la época premoderna, el juguete cumplía un rol de temprana socialización, en una sociedad muy segmentada", indica Rojas. Luego, en la época moderna, ese sentido no desaparece, pero se agregan otros roles como la simple entretención y los fines pedagógicos.
A fines del siglo XIX surge la idea de que el niño debe abandonar sus funciones sociales productivas y preocuparse de distraerse y ser feliz, aunque en la práctica ocurrió mucho después, dice Rojas. "Se habla de que los niños tengan pieza propia y vivan en un mundo protegido, despreocupado del mundo material. Es la idea de la infancia feliz", comenta Rojas.
La venta de juguetes, agrega, parte a mediados del siglo XIX, con tiendas que comercializan juguetes importados, "pero afecta inicialmente solo a la clase alta".
Natalia Isla, encargada de Colecciones del Museo Histórico Nacional (MHN), dice que el más antiguo de la colección del museo es de fines del siglo XIX. "Los juguetes llegaban a través de puertos, desde Alemania, Francia e Inglaterra, a familias adineradas", explica.
Se trataba de muñecas, primero de cera y luego de porcelana, un objeto preciado que se usaba más para exhibirlo que para jugar. En los niños eran carrozas y caballos de madera, soldados de plomo y objetos militares como tambores.
Infancia feliz
Hacia 1850 parte la tendencia de la clase alta de distinguirse con juguetes refinados. Como no existen medios de comunicación para transmitir esas costumbres, dice Rojas, se restringe a la elite. "Pero en 1880 ya hay prensa más accesible para la clase media y popular, quienes además los ven exhibidos en las tiendas, y a partir de entonces la costumbre de tener juguetes fabricados y producidos para ese fin irradia hacia otros sectores sociales, pasando a integrar la vida cotidiana de más niños", indica.
En la prensa podían apreciarse avisos comerciales de la Casa Combier, el Bazar Español y la Casa Prá, con anuncios de vestuario y juguetes. El Bazar Alemán de Krauss Hnos., dedicado a las importaciones desde 1875, se especializó en muñecas y juguetes en 1905. "En ellos se reproduce ese modo de vida infantil de clase alta, que empieza ser visto como un modelo deseable", dice Rojas.
En 1875, el 64% de los juguetes provenía de Alemania, seguido por Francia e Inglaterra. Para 1904, el 80% eran alemanes.
Ya en 1890 se propaga un discurso democratizante de los juguetes. "Los niños pobres debían acceder a los juguetes y la infancia debía ser feliz, independiente de su condición social", dice Rojas.
La mayoría de los niños pobres se entretenía a comienzos del siglo XX con juegos tradicionales como "al pillarse", el "tugar-tugar", la "gallinita ciega", que no requerían juguetes.
Pero aún el juguete no está masificado socialmente. A principios del siglo XX y en 1930, dice la experta del MHN, "con la crisis mundial se incentiva la expansión de la industria juguetera local, teniendo un peak en el año 50 con muchas fábricas".
El presidente Pedro Aguirre Cerda inicia una campaña para que todos los niños tengan juguetes. "Se encargaban a pequeñas industrias y talleres", señala Isla.
En 1938 se crea el Comité de Navidad, que reúne fondos y entrega juguetes a niños de clase baja. "La esposa del presidente, Juanita Aguirre, incluso fomenta que haya una industria nacional de muñecas, aunque duró poco, un par de años. Luego se volvió a la recaudación de fondos; eso duró varios años, formalmente hasta 1984", comenta Isla.
Para 1980 los juguetes ya se habían masificado, con lo que se pone fin a la entrega masiva.
"La industria nacional de juguetes declina a mediados de los 70. Y aunque aún sobrevive, su producción es muy marginal", dice Rojas.
En los últimos 20 años ha habido un intento de recuperar la producción artesanal y desarrollar un juguete que no sea mera reproducción de modelos importados, indica Rojas.
Juan Antonio Santis es el principal coleccionista de juguetes chilenos del país. Desde el 2000 busca rescatar esa parte de la historia del país. Este artículo, junto con su rol lúdico, dice Santis, es un modo de introducir al niño a la sociedad en que va a participar.
Pero hoy, con la digitalización, se han perdido elementos propios del juguete. "Uno es la afectividad. Ya no existe el juguete favorito. Tienen tantos, saben que tendrán otros más, que se pierde ese grado de afectividad", dice Santis.
Además, dice, se ha perdido la identidad del juguete, "no hay uno que tenga identidad propia de nosotros como país". Se perdió con el fin de la industria nacional.
Una serie de condicionantes, agrega Rojas, acompaña el proceso de declinación de la industria juguetera local. "La series de TV y el cine generan juguetes de gran atractivo para los niños. Ante esa demanda por la reproducción de objetos asociados a películas o marcas comerciales es difícil competir", aclara.
"Ha costado que se mida el valor histórico del juguete", reflexiona Santis. Es difícil encontrar piezas. Hay que recorrer persas y anticuarios para encontrarlos.