"Esta corte, habiendo revisado la evidencia, la encuentra culpable de los cargos sobre homicidio involuntario". Las palabras del juez Lawrence Moniz en una de las cortes del estado de Massachussetts, Estados Unidos, iban dirigidas a la joven Michelle Carter, de 20 años, y pueden marcar un precedente legal: ella, con 17 años, incitó en mensajes de texto a su entonces novio, Conrad Roy III, a suicidarse en 2014, lo que -al haber sido encontrado un delito de homicidio- la podría llevar a pasar 20 años en la cárcel.

El caso es especial por otro factor: Carter no estaba con Roy cuando éste se suicidó ni tuvo ninguna acción física que estuviera involucrada con la muerte del joven. De hecho, Roy estaba solo al interior de su camioneta cuando, el 12 de julio de 2014, encendió una pipa de agua que emitía monóxido de carbono, siendo encontrado muerto al día siguiente.

El tema es que, según relata The New York Times, la joven no sólo le había incentivado a suicidarse en los días previos, sino que, además, se mantuvo en comunicación mientras Roy realizaba su plan a través de llamados y mensajes de texto.

De hecho, una de las pruebas más potentes en contra de Carter fue un llamado telefónico en el que su novio -de 18 años- la contactaba tras salir de la camioneta porque se sentía mal por el monóxido. Lo sorprendente es que ella le dio la instrucción de volver al interior del vehículo, aún sabiendo que causaría su muerte.

Además de ello, en los meses previos ella le había enviado mensajes de texto con sugerencias de cómo realizar el suicidio con monóxido de carbono, diciéndole que quedaría como una "tonta" si no se mataba y luego dándole ánimos a Roy para que realizara el acto, escribiéndole: "Sólo tienes que hacerlo".

El fallo es relevante justamente porque sustenta la tesis de que las palabras y acciones de alguien pueden provocar un suicidio y, por ende, que puede existir responsabilidad legal de terceros más allá de que ese hecho sea esencialmente considerado un acto de voluntad propia.