Durante la Colonia y hasta fines del siglo XIX, la Navidad se celebraba principalmente en la calle. Era un rito público. En Santiago, la costumbre era pasear por los puestos de la Alameda, y comprar refrescos y fritangas. Artesanías, flores y frutas se le regalaban al Niño Jesús, por siglos el protagonista de la fiesta.
"Chile sabe muy poco de su historia sobre la Navidad", reflexiona Olaya Sanfuentes, historiadora y académica de la U. Católica, experta en historia religiosa y patrimonio, que ha realizado varias investigaciones sobre la celebración de esta fiesta en el país.
No hay antecedentes del primer pesebre en Chile, explica. Sí se sabe -agrega- de la fama del que se hacía en el Convento de las Monjas Clarisas. Durante el siglo XIX, el pesebre era el principal rito de esta celebración, y los conventos de Santiago competían por el más grande y con más figuras.
Estaban en la calle. No eran algo privado como hoy. Era costumbre recorrer la ciudad para verlos. Se armaban el 16 de diciembre con el rezo de la Novena y se mantenían hasta el 6 de enero, Día de Reyes.
La celebración, explica, fue introducida por los españoles como una fiesta cristiana, que siempre tuvo como principal ícono el pesebre, el que en América se transforma en algo muy querido, dice. Estos no eran un simple adorno, sino objetos que tenían "vida" y de los cuales la gente esperaba cosas. Su presencia en las casas era obligada.
Los obsequios eran para el Niño Jesús. Y se regalaba lo mejor: las primeras cosechas de la estación. Muy propio de una sociedad eminentemente rural como la santiaguina. "La persona daba ese regalo para pedir salud, buenas relaciones, etc. Una idea de una relación con la divinidad, propia de sociedades más religiosas", indica Sanfuentes.
El Niño Jesús traía los regalos. La gente se regalaba frutas de la estación y flores. "Estaba muy presente la idea de que comenzaba un nuevo ciclo, en que la naturaleza renacía y empezaba un nuevo año lleno de buenas intenciones", señala Sanfuentes.
¿Qué se celebraba con el Niño Jesús? La vida, la humildad y la niñez, responde Sanfuentes. "Todos conceptos que sirven mucho en una sociedad mestiza que es más vulnerable. Se celebraba la pobreza, por eso que era una fiesta muy popular".
Navidad privada
Pero ese carácter de festividad pública fue cambiando en las últimas dos décadas del siglo XIX.
El giro se inició a medida que tomó más fuerza el comercio. Había una moneda para obtener lo que se quería regalar, dice Sanfuentes, y los presentes "ya no son lo mejor de ti, ahora se pueden comprar, lo que cambia el sentido del regalo".
En esa transición entre la relevancia del pesebre y el regalo como tal, se instala la tarjeta postal. Con ellas se saluda para Navidad y Año Nuevo. Una costumbre extranjera, con la que ingresa además la estética invernal. "Tienen escritura, entonces ya se habla de una modernización", dice la historiadora.
El regalo pierde la condición de algo único. Ahora es estandarizado y exclusivo. Si antes todo el mundo podía regalar flores y frutas, ahora sólo los que sabían escribir podían regalar postales.
A principios del siglo XX la alfabetización, la privatización de la vida y la urbanización, "hicieron que las personas se replegaran cada vez más a su casa", dice la historiadora.
Comenzó a ser más importante juntarse con "los tuyos o los parecidos a ti". Además, se instala la idea de comprar regalos a otros."Al principio sólo a los niños, pero después lentamente, comprar muchos regalos y regalarse entre todos".
La publicidad toma impulso y nacen las primeras tiendas de almacén como la Casa Prat, la Casa Francesa, la Casa Alemana.
"Los regalos ya no es esa cosa chilena de las frutas, o las figuras de greda, sino ojalá que fueran novedosos e importados", dice. Los regalos en la clase alta eran victrolas, platería, colonias, entre los adultos, y para los niños, juguetes importados. Lo que era imitado por la clase baja con sus propios materiales.
Hacia principios del 1900 emerge la figura de Santa Claus en la publicidad. "La Navidad más popular era en la Alameda comiendo comidas típicas, mientras la clase alta comienza a refinarse con cenas como se hacía en el extranjero".