Histórico

La historia tras el nuevo álbum doble de grabaciones de The Beatles en la BBC

La segunda parte de sus presentaciones en la radio inglesa salió el pasado martes 12. Aparte de mostrarlos en toda su plenitud, el disco timbra uno de los negocios más lucrativos del rock.

En 1994, Ringo Starr retrocedió hacia los primeros años de The Beatles, cuando los trucos técnicos y el trabajo en estudio aún asomaban como una fantasía, y recordó: “La gente se olvida que éramos una banda que trabajaba. En nuestros inicios, no había sobregrabaciones, por lo que nos lanzábamos a tocar a la cuenta de cuatro y eso era todo. Me entusiasma mucho escuchar estas versiones”. Su alusión apunta al primer volumen de Live at the BBC, el álbum que hace 19 años recuperó un trozo de los shows que el cuarteto ofreció durante la primera parte de los 60 en la emisora, tal como sucedió posteriormente con casi todas las instituciones musicales de la isla, como The Who, Led Zeppelin o Iron Maiden.

Eso sí, las presentaciones asomaban como un momento de catarsis. Confinados a recitales acotados, saturados por la histeria de sus fans y donde sólo debían remitirse a los singles, el conjunto aprovechaba su paso por la radio para dar rienda suelta a sus habilidades instrumentales, su amor por el rock and roll de vieja escuela y la exploración de nuevas rutas para temas ya convertidos en himnos planetarios. Un rescate que en 1994 vendió más de cinco millones de copias en seis semanas.

La misma fórmula que ahora vuelve a la carga con On Air-Live at the BBC Volume 2, segunda entrega de sus presentaciones radiales, aparecida el pasado martes 12 y que, tal como en los 90, nuevamente intentará engrosar los números de una industria que, en sus capítulos de crisis, siempre recurre a sus hijos pródigos de Liverpool. De hecho, el primer Live at... abrió la puerta para las más disímiles reediciones de los Fab Four en los últimos años, desde su catálogo en vinilo hasta versiones aumentadas o retocadas de Magical Mystery Tour (1967),Yellow Submarine (1969) o Let it be (1970).

Para esta vez, la secuela se reparte en dos álbumes con 63 piezas nunca antes publicadas, incluyendo 23 entrevistas -llenas de pullas y bromas personales- que servían de continuidad para los programas. En ese conjunto destacan grabaciones que son novedad absoluta en la discografía de los británicos, como los rabiosos covers para Beautiful dreamer, de Stephen Foster, o I’m talking about you, de Chuck Berry, además de relecturas para clásicos como Please please me, She loves you o I want to hold your hand.

A la hora de las evaluaciones, los tracks transmiten toda la urgencia y el nervio de cuatro jóvenes en la total plenitud de sus condiciones (casi el 70% del material es de 1963, cuando estalló la beatlemanía) y que, además, ya se alzaban como pequeños veteranos de los escenarios, luego de foguearse durante semanas completas, a fines de los 50, en los clubes de Liverpool y Hamburgo. Aquí, The Beatles suena como lo que alguna vez fueron: músicos nacidos y crecidos en el vértigo de la calle y la noche.

¿Otra cifra? Entre marzo de 1962 y junio de 1965, la agrupación realizó 275 shows en la BBC, llegando a grabar 18 canciones en menos de siete horas para tres ediciones distintas del espacio Pop Go. “Solíamos manejar 200 millas en una vieja van, llegábamos a Londres, tratábamos de encontrar la BBC y después armábamos todo para hacer el programa. Luego, manejábamos de vuelta a Newcastle para un show en esa misma noche”, relataba George Harrison en los 90. Su gran amigo hasta sus últimos días, Ringo Starr, tenía razón: The Beatles era una banda que trabajaba.

MILLONES Y MILLONES

Más allá de la lógica alegría de sus seguidores, hay otro grupo que también celebra la resurrección de los hombres de Hey Jude: las entidades que controlan su patrimonio. O sea, los hombres que finalmente se quedan con el botín mayor.

En una de las tramas más intrincadas en la historia de la música popular, los royalties de las canciones de The Beatles quedaron repartidas en dos grandes propietarios. Por un lado, Michael Jackson, quien en 1985 compró sólo los derechos de reproducción -aquellos que se cancelan por difusión pública en plataformas como las radios o los conciertos- de 267 temas del grupo a cambio de US$ 47 millones. El escenario detonó una situación ridícula: cada vez que Paul McCartney interpretaba sus creaciones en vivo, las ganancias iban a parar a las arcas del rey del pop. En términos más ilustrativos, el ex Beatle debía pagarle a “Jacko” por cantar sus propias composiciones.

En 2005, el estadounidense, acorralado por la bancarrota, le vendió la mitad de las regalías a Sony, generando una editorial discográfica bautizada como Sony/ATV, hoy comandada por sus herederos y que sigue recopilando los millones originados por The Beatles.

Por otro lado está Apple Corps, la corporación fundada por el cuarteto en 1968 y que es la dueña de los derechos de explotación y comercialización de su catálogo, por lo que puede manejar los temas a su antojo. Una firma liderada por McCartney, Starr y las viudas de Lennon y Harrison.

Según Forbes, el conjunto, desaparecido en 1970, genera ganancias de US$ 71 millones cada año. Ante tamaña mina de oro, los beatlemaníacos esperan que cada temporada el negocio reflote alguna joya sepultada en el tiempo.

Entre las que lideran la lista de deseos están las canciones y saludos navideños que el conjunto grababa cada año como agradecimiento a sus fans; una versión de 27 minutos de Helter Skelter, su tema más salvaje y cuna del posterior heavy metal; y el DVD de la cinta Let it be. En todo caso, la espera de los fans es tranquila: saben que, más temprano que tarde, por obra y gracia de la industria, esas grabaciones llegarán a sus estanterías.

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