Testimonios del propio cineasta, así como de terceros, parecen certificar el goce casi malsano que Alfred Hitchcock experimentaba al generar ansiedad y miedo en sus espectadores. No era un tipo fácilmente impresionable. Sin embargo, una broma recurrente de los camarógrafos de la unidad fílmica del Ejército Británico decía que, tras ver imágenes tomadas en los campos de concentración nazis, cuando expiraba la II Guerra, el realizador se pasó una semana sin volver a los célebres estudios Pinewood.
El futuro director de Vértigo y Psicosis no fue indiferente al impacto de imágenes que daban cuenta de los horrores del Holocausto en campos como Bergen-Belsen, Dachau, Buchenwald, Ebensee y Mauthausen. Imágenes de cadáveres sin enterrar, de cuerpos esqueléticos aún con vida y otras tanto o más estremecedoras, registradas por los aliados o confiscadas in situ. Con todas ellas montó un largometraje (Memory of the camps) que debía tener fines aleccionadores para el propio pueblo alemán, pero que fue a parar a una bodega y que en los 80 se vio incompleto y en deficientes condiciones técnicas.
Ahora, el Museo Imperial de la Guerra de Londres, que tenía este material, anuncia que proyectará la película a fin de año, por primera vez del modo en que el viejo maestro la había concebido. En esta ocasión con todo el metraje inicialmente contemplado, el que a su vez fue restaurado digitalmente. Luego pasará por festivales y salas para llegar a la TV británica en 2015, para el 70 aniversario del fin de la II Guerra Mundial.
DISPONIBLE
Para la primera mitad de 1945, el británico asentado en EE.UU. pensaba en su nueva cinta, la notable Tuyo es mi corazón, que terminaría presentando al año siguiente. Y ya había contribuido con dos mediometrajes -Bon voyage y Aventure Malgache, de 1944- al "esfuerzo de guerra" que habían desplegado colegas como Frank Capra y John Ford. Pero para junio del año señalado se había comprometido con su amigo y mecenas Sidney Bernstein.
Viajó a Londres y con la ayuda de los editores Stewart McAllister y Peter Tanner, enfrentó largas horas de trabajo. Según su biógrafo, Patrick McGilligan, directores como Carol Reed y Billy Wilder fueron abordados para el proyecto, pero Hitchcock fue el único capaz de garantizar un mes de disponibilidad. Y tuvo que pasar alguna pellejería: fue imposible conseguir un pasaje aéreo y hubo que dormir algo apretado en un barco que cruzó lleno el Atlántico.
Lo irónico es que cuando Hitchcock llegó a Londres, EE.UU. había retirado su apoyo al proyecto, para hacer sus propios documentales. Además, en julio fue disuelta la División de Guerra Sicológica de la Fuerza Expedicionaria Aliada, que estaba también tras la película. Pero los británicos decidieron seguir adelante.
Hitchcock se reunió con dos guionistas que habían sido testigos de las atrocidades en Bergen-Belsen. Richard Crossman aportó con un tratamiento del filme, mientras Colin Wills, un corresponsal australiano de guerra, escribió un guión que se apoya fuertemente en el off. Cuenta Tanner que a Hitchcock "no le gustó ver" la película terminada. Que el filme lo deprimió. Y no sólo a él. Una vez listos los seis rollos, la opción de mostrarla al público alemán fue también desechada.
Redescubierta por un historiador estadounidense, la película fue proyectada en 1984 en Berlín como Memoria de los campos, que hasta el minuto se ha mantenido, aunque no incluía el sexto rollo y era de pobre calidad (esta se emitió, con las mismas omisiones y las mismas deficiencias, en la TV pública de EE.UU.). La nueva versión, sometida integralmente a restauración digital, incluye por primera vez todas las bobinas. Y se mostrará entera. Será la primera película nueva e íntegra de Alfred Hitchcock desde 1976 (La trama).