La campana del cuartel de bomberos sonó pasadas las 12.30 horas de la noche del 13 de diciembre de 1909. La antigua Valdivia, una ciudad de casas de madera que se levantaban una al lado de la otra sin ningún cortafuegos, estaba acostumbrada a las alarmas de incendio. En esa época había siete compañías de bomberos, todas preparadas para actuar ante cualquier emergencia. Pero ninguna pudo con las llamas que, en 12 horas, destruyeron gran parte de la urbe.
El libro El gran incendio. Valdivia 1909 revive el mayor incendio ocurrido en una ciudad de Chile, a 100 años de que el fuego destruyera todo el centro histórico de la ciudad. "La idea nació de una conversación que tuve con mi abuelo. El recordaba que los mayores, sus papás, decían que el incendio había sido una tragedia mucho mayor que el terremoto de 1960", dice el autor, José Manuel Izquierdo König. El se contactó con Boris Borneck, cuya familia heredó fotografías de una imprenta de la época. Esas imágenes, más las de la antigua colección reunida por el fotógrafo Rodolfo Knittel y otros archivos históricos de la ciudad, sirvieron para contar a través de imágenes la historia de este desastre que transformó por completo a Valdivia.
Todo partió en una casa arrendada por una familia en la que funcionaban, simultáneamente, una pastelería y una fábrica de ataúdes. Fue la primera la que habría provocado el incendio. "Pese a todo, la familia siempre lo negó. Siempre quedó la duda de si ellos provocaron el incendio a propósito, para poder cobrar el seguro de la pastelería, que en ese entonces era muy elevado. A ellos finalmente los condenaron a 10 años de cárcel, pero nunca lo cumplieron", dice Izquierdo König.
El fuego se esparció rápidamente en una ciudad amurallada, llena de callejones pequeños, calles enredadas y construcciones de madera. De los edificios del centro histórico, sólo los pocos que estaban construidos con concreto sobrevivieron. El resto sucumbió a las llamas, que incluso alcanzaron la isla Teja. "Dicen que la gente que arrancó hacia la isla llevaba maletas que estaban prendidas con fuego. También puede haber sido que el viento arrastró cenizas hacia allá", dice el autor.
El resultado final fueron 18 manzanas quemadas, más de 100 viviendas destruidas y 98 casas comerciales devastadas. Ningún habitante murió, pero las pérdidas materiales se calcularon en 18 millones de pesos de la época.
Para la reconstrucción, los valdivianos se propusieron partir de cero. Se aplanó el territorio y se trazó un nuevo plano urbanístico. "Hasta entonces, Valdivia no seguía un diseño en damero. Las calles no tenían ninguna lógica. Se rehizo todo y las construcciones se hicieron todas en concreto, cosa que fue muy mala después, para el terremoto", explica Izquierdo König.
Más allá de lo material, el incendio afectó la forma de pensar de la sociedad valdiviana. "Tuvo un efecto psicológico muy fuerte. Los valdivianos eran orgullosos, era una ciudad dividida entre familias españolas, alemanas y una gran población huilliche. Muchos no se consideraban chilenos, porque tenían más comercio con Alemania que con Santiago. En los diarios se solía hablar de la independencia de Valdivia frente a Santiago, y si viajaban a la zona central, hablaban de viajar a Chile", dice el autor. Según él, los habitantes no quisieron que nadie de la capital los ayudara en la reconstrucción: "Ese proceso unió a la ciudad".
Poco después de la reconstrucción, se abrió el canal de Panamá, lo que afectó nuevamente el comercio de la ciudad. Sin embargo, sería otro fenómeno de la naturaleza el que arrasaría a Valdivia: en 1960, la ciudad quedó literalmente en el suelo tras el terremoto. El desastre, al igual que el incendio, obligaría a una nueva transformación de esta localidad.