Es la hora de Tomás González. Es el día del mejor gimnasta chileno de la historia. Es la semana en que, posiblemente, termine su carrera en el alto rendimiento.

Como muchas cosas, el futuro y hasta presente de Tomás González se mantienen en secreto. Sólo él las sabe. Como por ejemplo, qué participación tendrá hoy en las clasificaciones de suelo y salto en la Arena Olímpica de Río, emplazada justamente antes de una de las curvas del antiguo circuito de Jacarepagua, del que ya no queda nada.

A las 11.20 locales, 10.20 en Chile, González saltará al probado piso del recinto olímpico para demostrarles a los jueces que lo de Londres 2012 no fue casualidad. Que desde la Copa del Mundo de La Serena, hace ya 12 años, o tal vez desde antes, viene cimentando este momento, cuando los aplausos, espera, aparezcan espontáneos, así como el paso a la final de piso, con el cartel de favorito a una medalla, se sume a su nombre y número.

Porque González tiene medallas en casa. Hasta de copas del mundo, continentales, americanas, ni decir chilenas. Pero una con cinco anillos es otra cosa y aunque le duelan algo los tobillos por la mañana en el viaje de 20 minutos entre la Villa Olímpica y el complejo deportivo en Barra de Tijuca, dará todo por brillar en el piso carioca.

A las 12.35 locales, 11.35 en Chile, se vivirá otra historia. Que dependerá de qué pasó una hora y 15 minutos antes. En suelo, González espera clasificar a la final a la que llegan sólo los ocho mejores por aparato. Segundo paso es comparar su puntaje con el del resto y ubicarse en ese pequeño universo. Si está entre los mejores, si puede pensarse en una medalla a los 30 años, no participará del salto. Para qué, si en ese aparato ni sueña con podios numerados o medallas al cuello.

Si salta, no quiere decir que haya botado el sueño en suelo, pero de seguro aspirará a ser otra vez doble finalista. Como en Londres, donde fue dos veces cuarto; donde rozó una gloria histórica para la gimnasia chilena. Donde se terminó de consolidar como un ídolo, a quien el alto rendimiento le duró menos de lo que debiera, porque partió tarde, porque su talento era taponeado; porque se lesionó; porque Tokio es un imposible; como tal vez lo sea también Lima o quién sabe, Cochabamba.

Es que González habló en Río sobre su retiro, que quiere enseñar, que puso una escuela. El año pasado dijo que tras la cita olímpica se iba del alto rendimiento y poco después, rectificó: que lo pensaría. Estos días se cumple ese plazo. De sus decisiones sabremos, tal vez, antes de que se vaya de vuelta a casa. Si su maleta lleva metal o no, seguro, será fundamental en esa decisión.

Hoy, la presión es mucha. Clasificaciones de suelo y salto a la finales del domingo 14 y lunes 15, respectivamente. Clasificaciones de suelo y salto con tobillos resentidos y señalado entre los seis gimnastas de mayor edad en competencia. Y sin duda, el mayor entre los que buscan la gloria en suelo y el segundo de más edad en salto. Pero como el resto de las adversidades en su carrera, no son un freno, sino un motor. El que elija hoy, allí donde antes estaba la curva Morette del viejo circuito de Fórmula Uno, definirá su suerte en los nuevos podios, ahora adornados con anillos de colores.