BUENO O MALO. No salimos de ahí. Por estos días, sólo de eso se trata el balance que hacemos de 2013. Sin matices. Y hasta ahí llegamos. Porque al momento de hacer el balance, en eso nos quedamos: en el recuento rápido y la raya para la suma de hechos que ocurrieron y en los cuales, más veces de las convenientes, creemos no tener responsabilidad. Porque, al final, como cantaba Sinatra, "es la vida".
El tema es que según los expertos, si hiciéramos un balance un poco más elaborado, quizás lograríamos esas metas que el 88% no es capaz de cumplir (de acuerdo con una encuesta a 3 mil personas en Gran Bretaña). Y un buen balance, aun cuando implica asumir errores, aumenta la autoestima, la seguridad y la resiliencia.
¿Entonces, por qué nos quedamos sólo en lo bueno o malo? Simple. No queremos indagar más allá. Menos saber qué cuota de responsabilidad tenemos en los hechos desagradables. La investigación sugiere, según explica a Tendencias Russell Morfitt, doctor en sicología de la U. de Minnesota y cofundador del centro Learn to Live, que somos proclives a tener sesgos egoístas. Es decir, podemos darnos crédito por el éxito, pero culpamos nuestros fracasos a factores que están fuera de nuestro control.
Por eso es tan común la frase "el 2013 fue un mal año", como si la culpa fuera del año. A nivel local, nuestra cultura, tampoco ayuda. Edmundo Campusano, sicólogo clínico de la U. Mayor, explica que en Chile no estamos acostumbrados a autoobservarnos y, por lo tanto, vivimos practicando el echarle la culpa "al empedrado", algo que según Campusano va relacionado con nuestra falta de autocrítica.
REFLEXIONAR PARA DECIDIR
No evadir responsabilidades o culpas. Esa es la consigna al momento de las evaluaciones. Pero para hacerlo bien, hay una serie de condiciones que ayudan (ver recuadro) y un elemento indispensable: la reflexión.
Joseph Ferrari, profesor de sicología de la U. DePaul, dice que la reflexión debe ser hecha con perspectiva. Porque examinar lo que pasó desde otra vereda ayuda a ver dónde hemos estado, dónde vamos y los puntos fuertes y débiles.
Esta reflexión es clave. Es el punto de partida para reinventarse y renovarse, pero sobre todo, para lograr lo que queremos.
Hay que aprender algo: si las metas que nos ponemos cada año no se logran, según los especialistas es, precisamente, porque no reflexionamos antes. ¿Y por qué esta relación? Campusano explica que la corteza prefrontal y particularmente el lóbulo frontal están encargados de la toma de conciencia y de decisiones, pero la acción de decidir no es posible sin el primer paso que es la toma de conciencia. Y para eso, hay que analizar y observar. "El proceso de autoobservación permite darnos cuenta de cosas y en consecuencia, tomar decisiones. Como chilenos, muchas veces no observamos y por ende, no decidimos. Nos quedamos pegados y no nos reinventamos",explica.
La reflexión incita al cambio. De hecho, las investigaciones han mostrado que monitorear nuestro comportamiento ayuda para transformar lo que no queremos. Por ejemplo, un estudio publicado en 2008 en el American Journal of Preventive Medicine demostró que las personas que mantenían un diario donde anotaban todo lo que comían durante seis meses eran capaces de perder hasta el doble de peso que aquellos que no registraban sus comidas. ¿La razón? Sólo ellos tenían conciencia de lo que comían.
Es decir, no reflexionar nos puede llevar a un letargo sin tiempo definido. Lara Honos-Webb, sicóloga clínica estadounidense y autora de numerosos libros de terapia, como El Regalo del Déficit Atencional, comenta a Tendencias que ha visto que muchas personas pueden pasar años "fuera de la pista" de sus objetivos, en una actitud pasiva. Y eso ocurre, dice, porque al no reflexionar, no se dan cuenta qué tan desviados están de sus objetivos y sienten que las cosas pasan sin poder hacer nada.
Así las cosas, la preguna de si el año ha sido bueno o malo hay que cambiarla por otra: ¿qué nos ha funcionado -y qué no- durante este año? Ese es el primer paso para obtener los beneficios de una autoevaluación bien hecha.
John Grohol, experto en sicología del comportamiento y fundador del portal PsychCentral, explica que las respuestas ayudan a conocernos mejor y, por ende, tener más seguridad en nosotros mismos. Lógico, al saber nuestras virtudes y defectos, sabemos en qué podemos fallar. Eso nos da certidumbre; por ende, más seguridad.
Pero el mayor beneficio de conocernos mejor es que aumenta la autoestima, incluso cuando salimos trasquilados del análisis.
Imagínese como un carpintero que es malo con el martillo. Por más que intentó, no le resultó. Al evaluarse, es tiempo de entender que esa no es una fortaleza y que sería bueno buscar un oficio que no siga dañando la autoestima. Grohol explica que a partir de esa conclusión y a largo plazo, la autoestima aumenta porque se dejó de hacer la actividad asociada al fracaso que lo tenía deprimido.
Honos-Webb comenta que es difícil admitir los errores, sobre todo al principio, pero a largo plazo, los dividendos son positivos. Ojo, que no se refiere a esa frase hecha que habla de lo bueno que es aprender de los errores. La misma que todos dicen, pero pocos hacen. Esto es más concreto. Corregirnos a nosotros mismos y darnos cuenta de lo que hacemos mal nos da un sentido de empoderamiento de que podemos superar cualquier obstáculo. Nos hace sentir resistentes. Es decir, con este proceso aprendemos a ser resilientes.
Y esto no sólo reporta beneficios a nivel emocional: también físicos. Una de las principales características de la resiliencia es la habilidad de perdonar a otros o a uno mismo por las decisiones tomadas y seguir adelante, algo que ayuda enormemente a disminuir los sentimientos de rabia y hostilidad, los que, a la larga, pueden ocasionar importantes daños a la salud.
Así lo reveló un metaanálisis de 44 estudios publicado en el Journal of the American College of Cardiology, que determinó que estos sentimientos están asociados con una mayor cantidad de problemas cardíacos en personas fisiológicamente sanas, así como con peores consecuencias en personas que sufren enfermedades cardíacas.
Ahora, seamos realistas. En la teoría todo esto suena muy bien, pero tal como dice Grohol, con el uso de la tecnología, la vorágine del día a día y la búsqueda del éxito constante, a diferencia de hace 15 años, cada vez es más difícil tomarse el tiempo de reflexionar.
Pero, justamente por todo eso, es ahora cuando es más necesario, incluso recomienda que no sea sólo una vez al año. "Si nos tomáramos ese tiempo, ojalá una vez al mes, seríamos capaces de reconocer los problemas y preocupaciones más rapidamente y trabajar en ellos antes de que sea demasiado tarde", dice.
Si nada de esto resulta, quizás la última estrategia para motivarnos a hacerlo es volver a las raíces de las palabras. Enero en inglés (January) hace referencia al dios romano Jano, el dios que representa los comienzos y los finales, el que con una cara mira hacia atrás y con la otra, hacia adelante, el que simboliza la posibilidad de aprender del pasado para mejorar el futuro.