Paolo y su hija Amelia, dos nobles del Piamonte caídos en desgracia económica, viven como pueden en un block de departamentos junto a inmigrantes sudamericanos. Un eterno fumador de habanos arrienda su mansión en las afueras de Roma a equipos de filmación extranjeros, turistas y fotógrafos varios. Un botánico obsesionado con las larvas que atacan las palmeras de la ciudad se desvive por eliminar a los minúsculos insectos. Un enfermero de ambulancia asiste a infartados en casa y heridos en la carretera. Un anciano pescador de anguilas en el río Tíber sigue trabajando con honor en su hereditario oficio. Son personajes de Roma repartidos a lo largo y ancho de la Grande Raccordo Anulare, la gran carretera que rodea la capital italiana. Son los protagonistas de SacroGRA, la película de Gianfranco Rosi que contra cualquier predicción ganó el León de Oro en la edición número 70 del Festival de Venecia que concluyó el domingo pasado.
El triunfo de este documental, el primero que se lleva el premio principal del festival más antiguo del mundo, es un detalle que esconde algo más que una anécdota. Más bien es un detalle con síntomas: en esta edición de Venecia hubo ficción de la buena y de la mala, pero casi todo lo que se mostró en no ficción era de primera. Era también más de lo habitual.
En la competencia oficial estaba además Errol Morris, el más prestigioso de los documentalistas estadounidenses, con The unknown known, su elogiado trabajo sobre Donald Rumsfeld, el ex Secretario de Defensa de George W. Bush. Y fuera de la lucha por el León se presentó The Armstrong lie, documental de Alex Gibney sobre la vida y, claro, la mentira del ciclista norteamericano Lance Armstrong.
Fuera de competencia también se presentó At Berkeley, una obra de cuatro horas del veterano Frederick Wiseman, presencia habitual en el Fidocs santiaguino. Para muchos, la película sobre la politizada Universidad de California fue lo mejor en términos de no ficción dentro de una edición que ya era excepcional en este género. Después de todo, era coherente que el León de Oro en Venecia fuera para un documental. Incluso Ettore Scola, un director que hace una década no hace nada, llegó al festival con un filme de no ficción, dedicado a Fellini.
Pero, ¿qué sucede cuando un festival de prestigio, que se supone abre caminos , otorga su mayor galardón a una obra que no es la película favorita? Está apostando. O tal vez está subiéndose a un carro ya legitimado. El León de Oro a SacroGRA es similar a lo que pasó en el 2002 , cuando la película de animación El viaje de Chihiro se llevó el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Lo que hizo ese jurado presidido por Mira Nair fue darle el certificado de graduación a un tipo de obras hace tiempo legitimadas entre el público.
El documental vive en el 2013 un momento en que no sólo acapara premios en festivales para entendidos. También, aunque sea retratando a personajes públicos, acapara páginas y exposición mediática inusitada. Los ejemplos de The unknown y The Armstrong lie hablan por sí mismos. Ambos fueron exhibidos en Venecia y luego encontraron una caja de resonancia mayor en el Festival de Toronto, antesala ya clásica de los Oscar.
La primera es una larga entrevista donde el director Errol Morris disecta a Donald Rumsfeld, un político republicano con baja empatía entre la masa. Fue el que lideró la invasión a Afganistán e Irak y probablemente pasará a la historia con un contorno de villano. Morris muestra acá que Rumsfeld es antes que nada un brillante y elusivo comandante de la retórica.
En The Armstrong lie, por el contrario, nadie trata de vender su verdad. De lo que se trata es de contar la gran mascarada de Lance Armstrong, un ídolo con pies de barro que ganó siete veces el Tour de France para terminar confesando en el show de Oprah Winfrey que todo lo logró gracias al dopaje.
Alex Gibney, director de este largometraje, ganó antes el Oscar al igual que su compatriota Errol Morris. Fue en el 2008 con Taxi hacia el lado oscuro. El director, uno de los más prolíficos en EE.UU., ya está trabajando en Finding Fela!, que explorará la vida del cantante y activista nigeriano Fela Kuti.
Los músicos, se sabe, siempre son territorio fértil para el documental: un caso es el filme Searching for Sugar Man, sobre el cantautor Sixto Rodríguez, exhibido el 2012 en Chile en el Festival In-Edit. Este año ganó el Oscar a Mejor Documental y pasado mañana, a las 23 horas, se estrena en el cable en el canal Max.
In-Edit, que en el 2013 va por su décima edición, es una de las varias alternativas que abren la puerta a la no ficción en el país. Junto a Fidocs, que lleva 17 versiones, este año también se realiza el ciclo Miradoc, iniciativa que muestra ocho documentales en salas de ocho ciudades del país. Por ahí pasaron El otro día de Ignacio Agüero y Las mujeres del pasajero de Patricia Correa y Valentina McPherson, entre otros. Antes, comercialmente, se estrenó El salvavidas, trabajo de Maite Alberdi sobre un día de verano en las playas de El Tabo.
En el 2012, la no ficción fue la flor y nata de la competencia chilena en el Festival Sanfic. La ganadora fue Cuentos sobre el futuro, de Pachi Bustos. De cerca le seguía Sibila, de Teresa Arredondo, que se había estrenado con éxito en el Bafici de Buenos Aires. Ahora, Alberto Fuguet acaba de presentar su documental Locaciones en el Festival de Teluride, acompañado de Francis Ford Coppola.
En Chile, como pasó en la última muestra de Venecia, los documentales también están tomándose los festivales por asalto. Y, tal como allá, no son anécdotas. Son síntomas.