La calidez fue hoy el común denominador de la ceremonia de proclamación de Felipe VI, desde los cariñosos gestos entre los protagonistas a la suavidad del color de los vestidos, encabezado por la elección de la Reina Letizia, que de blanco y corto, brilló con un sobrio diseño de Felipe Varela.
Guiños de complicidad y emoción fueron la tónica dominante entre los Reyes de España, en el día de la proclamación de Felipe VI.
Miradas intensas, sonrisas, ternura y besos son las expresiones que predominaron entre Felipe y Letizia, desde el comienzo de la jornada en el Palacio de la Zarzuela hasta su salida al balcón del Palacio Real donde, de nuevo, las muestras de cariño entre ellos y sus hijas se alternaron con el saludo a los congregados en la Plaza de Oriente, de Madrid.
Intensa, y para la historia, la mirada de Letizia a Don Felipe al entrar en el Congreso de los Diputados, mientras él la agarraba por la cintura; juntas y ceñidas sus manos mientras hacían su aparición en la tribuna del Congreso; serenidad en un acto solemne con la presencia de dos niñas, de ocho y seis años, que se adaptaban con rapidez a las circunstancias y a los focos.
La atención de Letizia hacia ellas fue constante, caricias y miradas les dieron la seguridad para comportarse de manera impecable en un acontecimiento histórico del que ellas también eran protagonistas y cuyas sonrisas afloraron cuando su padre, Felipe VI, las nombró en su discurso.
La mención de Felipe hacia la Reina Sofía, a su trabajo y dedicación, provocaba el aplauso unánime de la Cámara, un gesto que ella agradeció a su hijo lanzándole un beso, y las primeras lágrimas de emoción de la infanta Elena, que regaló a su madre una discreta caricia.
La calidez se plasmó también en el vestuario de las mujeres de la Familia Real, en un día en el que Letizia volvió a confiar en su diseñador de cabecera, Felipe Varela, quien firma todos los diseños de los actos oficiales de la Reina desde el anuncio de la abdicación de Juan Carlos.
La Reina Letizia eligió el color de las grandes ocasiones de su vida: el blanco roto para el día de la proclamación de Felipe VI como Rey de España.
De corto, con un conjunto de abrigo y vestido en el mismo tono, con cuello a la caja, bordado en degradé en cristales de rubí, ámbar y rosa palo y microperlas en crema, sobre el que pendía la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
Unos diminutos pendientes en forma de estrella y una trenza de raíz que sujetaba su melena lisa son los únicos aderezos que complementaban una sobria indumentaria donde no hubo espacio para las joyas.
La Princesa de Asturias y la infanta Sofía lucieron el mismo diseño en distintos tonos: Leonor en rosa palo y su hermana en verde agua, confeccionados en tela brocada con manga francesa, rematados con un lazo zapatero en la cintura, de la que la falda nace con amplios pliegues y que complementaban con bailarinas en dorado y plateado.
La Reina Sofía lucía un vestido de corte sencillo, en lima, de líneas rectas, sin adornos, que aderezaba con un collar de perlas.
La infanta Elena optó por un traje de chaqueta en blanco roto, ribeteado con un plisado en tono rosa palo que acompañaba con un elegante moño.
Como ya se había anunciado, Felipe vistió de uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, de color azul marino, sobre el que lucía el fajín de capitán general que le había impuesto antes Juan Carlos en el Salón de Audiencias del Palacio de la Zarzuela.
Sobre él pendían la venera de la Orden del Toisón de Oro, la banda del Collar de Carlos III, la Gran Cruz de Carlos III y las del Mérito Militar, Naval y Aeronáutico.