Corría 1919 y Francis Scott Fitzgerald tenía poderosas razones para querer apurar la publicación de su primera novela. "Tengo tantas cosas que dependen de su éxito, incluyendo por su puesto a una chica", le escribió a mediados de ese año a su editor Maxwell Perkins. En marzo de 1920, A este lado del Paraíso arribó a las librerías neoyorquinas y un mes después el prometedor escritor llegaba al altar con Zelda Sayre, la hija de una adinerada familia de Alabama, que se había convertido en su musa dos años antes.
El éxito de la novela y el matrimonio con Zelda, quien pronto quedó embarazada de su única hija Frances "Scottie", le trajo el estatus social que Fitzgerald tanto había esperado. A eso se sumó el comportamiento salvaje y fiestero de la pareja, que los convirtió en el ícono de la juventud y el glamour de la era dorada del jazz. Pasarían algunos años y unas cuantas novelas más, para que todo comenzara a derrumbarse, de la mano del alcoholismo de él y la esquizofrenia de ella.
Si en 2013 la película El Gran Gatsby de Baz Luhrmann, con Leonardo DiCaprio y Carey Mulligan, reactivó la fascinación por los Fitzgerald, 2017 parece encumbrarse como el año de resurrección de Zelda. Amazon Prime Video estrenó el viernes pasado Z: el principio de todo, una serie para televisión de 10 episodios basado en la novela Z, de Therese Anne Fowler, publicada en 2013, que asume la voz de Zelda para narrar su tempestuosa vida. Además, vienen dos películas en camino.
El proyecto más avanzado es el que dirigirá Ron Howard, con fecha de estreno para 2018 y protagonizada por Jennifer Lawrence, que se basará en la primera biografía de Zelda, publicada por Nancy Milford en los años 70. La segunda, con Scarlet Johansson como Zelda, estará inspirada en el segundo libro superventas de Fitzgerald, Hermosos y malditos, basado en su vida marital. Además, recogerá nuevos archivos recientemente encontrados del sanatorio donde Zelda estuvo internada por sus problemas mentales en 1930.
Alcohol y locura
Protagonizada por Christina Ricci, la serie de Amazon narra justamente los apasionados primeros años de romance y matrimonio de Zelda y F. Scott Fitzgerald, y deja entrever cómo las emociones reprimidas de la jovencita hija de un reputado juez de la Corte Suprema de Alabama la terminaron convirtiendo en la más desenfadada mujer de la bohemia neoyorquina.
Continuando el hilo dejado por Nancy Milford en su primera biografía, la serie hace hincapié en sus propio talento como bailarina y escritora, además de la importancia que tuvo desde el principio como inspiración de Fitzgerald. Ambos se conocieron en 1918, cuando ella tenía 18 años, y se dice que el escritor quedó tan prendado de su personalidad que de inmediato reescribió el personaje central de A este lado del Paraíso para que se pareciese más a Zelda. Desde entonces, todas las mujeres de sus novelas estarían inspirados en su mujer y mucho más: Fitzgerald utilizó extractos completos de los diarios de su esposa para incorporarlos en sus historias.
Para la publicación de Hermosos y malditos en 1922, el editor de The New York Tribune le ofreció a Zelda escribir una reseña del libro de su marido, cuestión que ella utilizó para "bromear" sobre los plagios. "Me parece que en una página reconocí un fragmento de un viejo diario mío, el cual desapareció misteriosamente poco después de mi boda... El señor Fitzgerald -creo que así se escribe su nombre- parece creer que el plagio comienza en el hogar", escribió Zelda.
Luego de eso le llovieron los ofrecimientos de distintas revistas para publicar cuentos cortos y artículos. Sin embargo su chispa y talento siempre se vieron opacados por el de Scott: sólo publicó una novela, escrita durante su estadía en un clínica siquiátrica en 1932, Resérvame el vals. En ella retrataba su propia vida junto al escritor, aunque para esas alturas el matrimonio ya estaba roto. El libro fue un fracaso y ahora era Fitzgerald quien la acusaba de plagio, llamándola "escritora de tercera".
El quiebre entre ambos, eso sí, no comenzó por celos literarios. En 1924, el despilfarro de su vida glamorosa los tenía en la bancarrota y decidieron marcharse a París. Allí Fitzgerald empezaría la escritura de El Gran Gatsby y se unirían a la conocida Generación Perdida, con otros expatriados como John Dos Passos y Ernest Hemingway, con quien estrecharon amistad, lo que fue retratado en la película Medianoche en París, de Woody Allen.
En la ciudad luz, Zelda también se enamoraría de otro: un joven piloto francés llamado Edouard Jozan, por el cual le pidió el divorcio a Scott. El escritor no lo permitió, encerrándola en la casa hasta que el amorío pasara. Luego él mismo escribiría en sus notas "en ese septiembre de 1924, sabía que había pasado algo que nunca podría ser reparado".
Al año siguiente, Zelda en busca de su propio éxito, retomó obsesivamente el ballet, que había estudiado desde niña, al alero de la profesora rusa Lubov Egorova. Practicaba a veces más de ocho horas diarias, lo que muchos piensan pudo haber influido en su debilidad mental. De todas formas, en 1929, sus esfuerzos rindieron frutos y fue invitada a unirse a la Compañía de Ballet de la Opera de San Carlo en Nápoles, ella sin embargo rechazó la oferta. Ya no podía ignorar sus angustias y al año siguiente fue ingresada a un sanatorio en Francia y diagnosticada con esquizofrenia.
A su vez, Fitzgerald no se reponía del fracaso en ventas que había supuesto El Gran Gatsby y se había sumergido irremediablemente en el alcohol: la solución la encontró en Hollywood, adaptando libros al cine y entablando un amorío con una crítica de cine. De cualquier manera se sentía arruinado. Arruinado por Zelda, a quien culpaba de todos sus males y los de su hija, criada entre sirvientas. Sería, sin embargo, "Scottie" quien después de años defendería el legado de su madre como la mujer vanguardista de Alabama que se transformó en una de las musas más famosas de la literatura moderna.
Fitzgerald murió repentinamente en 1940, producto de un ataque al corazón, dejando una novela inconclusa, El último magnate, que la misma Zelda se encargaría de enviar a editar y que la impulsaría a retomar su propia escritura en una novela que tampoco terminó: Caesar's Things. La muerte la alcanzó antes, en 1948, cuando un incendio devoró el asilo en el que residía mientras esperaba una sesión de electroshock. La pareja que había sido la más fascinante de los eventos sociales en Nueva York y París se reunió bajo tierra en el cementerio de Rockville, Maryland.